Tabla de contenido
Introducción
El Inconsciente entre real y simbólico
La Invención del Individuo
Del psicoanálisis como continuación del debate de las luces.
El Romanticismo y las mujeres
La irrupción del inconsciente
...
El yo no es el sujeto.
Fue necesario llevar a cabo esta distinción después de la segunda guerra mundial, cuando muchos de los psicoanalistas que habían sobrevivido a la guerra se habían ido a vivir a los Estados Unidos, inventando lo que llamaron la “ego psychology”, para adaptarse al american way of life.
Fue necesario llevar a cabo esta distinción después de la segunda guerra mundial, cuando muchos de los psicoanalistas que habían sobrevivido a la guerra se habían ido a vivir a los Estados Unidos, inventando lo que llamaron la “ego psychology”, para adaptarse al american way of life.
Lacan
en la vertiente francesa del psicoanálisis, en concordancia con la escuela de
Melanie Klein que en ese momento era la de la resistencia, comenzó su trabajo
por distinguir la instancia del yo de aquello con lo que trabajamos en un
psicoanálisis. La “ego psychology” se
había nutrido de la segunda tópica y mucho del psicoanálisis de postguerra
había olvidado la primera tópica, es decir, inconsciente, preconsciente y
consciente, como algo superado o absorbido por la segunda tópica, es decir por
el ello, el yo y el superyó.
Esto
condujo al psicoanálisis a convertirse en un instrumento para reforzar al yo y
adaptarlo a la realidad, postulándola como la norma absoluta del yo, que
supuestamente era quien venía al tratamiento. Entre otras consecuencias
clínicas, esto conducía a tomar al yo como aliado de la cura. Al contrario, el
yo es buen aliado para la sugestión, buscará gratificación en la transferencia
ofreciendo su sumisión al psicoanalista, al terapeuta, al médico o al político,
a quien se dirija esa transferencia.
De lo
que se trata en psicoanálisis desde el principio es de algo diferente y por eso
Freud había renunciado a la hipnosis y a todo tratamiento por la sugestión. Más
allá de la cuestión moral de tener sometido a alguien a la voluntad de poder de
uno, estaba el hecho de que el yo así normalizado por la transferencia, por el
amor dirigido a esa autoridad, producía un efecto de reforzar el desconocimiento,
y lo que Freud había descubierto es que el sujeto debía reconstruir las
condiciones de emergencia de su síntoma para tratarlo.
El yo
es un obstáculo para la cura. Pero para el momento en el que Lacan comienza su
enseñanza a finales de los 40, se daba una discusión en el movimiento
psicoanalítico en la cual algunos planteaban que había que adaptar al yo a la
realidad, y no que había que producir una escisión del yo para que pudiera
interrogarse sobre su historia y así reconstruir las condiciones de emergencia
de su síntoma, ocupándose de aquello que el yo no soporta que es lo que
llamamos lo reprimido. Se prefiere enfermar, cargar con el síntoma, que saber
aquello insoportable de uno mismo que no se quiere saber. Se prefiere que un
médico diga que ese síntoma es producto del estrés, que se lo medique, a
ocuparse de su historia, porque allí habrá cosas de las cuales uno no quiere
ocuparse.
El
psicoanálisis no requiere reforzar al yo, sino hacer una maniobra mediante la
transferencia para que el yo acceda a la asociación libre, que es hablar sin
juicio sobre lo que se está diciendo, liberar la palabra, para que haya una
discontinuidad del discurso. Por ello la distinción entre el yo y el sujeto es
la entrada de Lacan en el psicoanálisis. Primero con “El estadio del espejo” y
luego cuando comenzó su enseñanza con el comentario de los escritos técnicos de
Freud. Y esta distinción sigue siendo consustancial a la enseñanza de Lacan
para siempre. Desde el punto de vista político, epistémico y clínico constituye
la marca de inicio de Lacan en el debate psicoanalítico y la marca que
distingue a los lacanianos en el psicoanálisis.
Para
eso Lacan se sirvió de herramientas que en ese momento estaban desarrollándose,
como la lingüística estructural de Jackobson y la antropología estructural de
Levi-Strauss. Eso lo hizo incluir entre los cuatro grandes estructuralistas
junto con Jakobson en la lingüística, Levi-Strauss en la antropología y
Althousser en el marxismo. Podemos añadir a Foucault en la historia de las
ideas y es a partir de ellos que surge el movimiento postestructuralista de los
años 70.
En el
principio está el descubrimiento de una partícula material que no responde a
las leyes de la física, y que constituye un corte limpio entre las ciencias
naturales y las ciencias humanas. Esta partícula tiene la especificidad de que
es una pura negatividad. No teniendo peso, masa, espín ni carga, la partícula
material del lenguaje sólo existe como pura diferencia con relación al resto
del sistema. En el nivel de la palabra, del morfema, del fonema solamente
funciona por su pura diferencia, es decir, por su pura negatividad. Funciona además
fuera del tiempo, en un orden sincrónico.
Lacan
aprovecha esto, lo toma para el psicoanálisis y lanza la vuelta a Freud, que es
la idea de releer a Freud en clave sincrónica. Esto quiere decir que se
diferencia de la manera positivista que piensa que un autor tiene diferentes
fases y que esas fases van evolucionando. Es decir que el Freud de la primera
tópica sería más simple que el Freud de la segunda tópica y que va
complejizándose y mejorando con el progreso, de tal manera que uno solo se
interesaría en la primera tópica por razones de erudición, para saber cómo se
llegó a lo mejor, pero no porque haya nada interesante allí. La primera tópica
habría sido superada por la segunda tópica. En cambio el estructuralismo
plantea una lectura transversal de la obra de los autores. Así hizo también
Althousser con Marx. Lacan hace la “vuelta a Freud” para leer transversalmente
la obra de Freud y encontrar lo que quienes leen de la otra manera dejan
olvidado de la primera tópica a partir de privilegiar la segunda.
Según
Lacan el olvido es que Freud, sin haber podido conocer los aportes de Saussure,
ni de Jackobson, ni mucho menos de Levi-Strauss, había descubierto las leyes
elementales del lenguaje en lo que llamó las leyes del proceso primario del
inconsciente. A partir de allí demuestra que cuando Freud decía
“desplazamiento” estaba diciendo metonimia y que cuando decía “condensación”
estaba diciendo metáfora. Los tropos del lenguaje que Jackobson había postulado
como aquellos donde se fundamenta toda producción de sentido.
El yo
es la instancia de desconocimiento de esos mecanismos, su función es desconocer
la determinación que el lenguaje tiene sobre el sujeto y que Freud descubrió y
puso de manifiesto en sus obras fundamentales de la primera tópica: La Interpretación
de los Sueños, Psicopatología de la Vida Cotidiana y El Chiste y su Relación
con el Inconsciente. Este desconocimiento es además un tratamiento fallido de
la propia constitución del yo, paranoica y profundamente agresiva.
En
esas obras Freud hace análisis lingüístico y trabaja los chistes, los lapsus,
los olvidos y los sueños a partir de la fuerza de la lengua. Para releer a
Freud así, Lacan se vale del concepto de significante que es un concepto que
Saussure había recuperado de la escuela estoica de la antigüedad romana.
Saussure recupera la distinción entre significante y significado y Lacan lo
toma de allí para decir que de lo que se trata en el inconsciente es de
significantes, y que la articulación entre estos produce todo significado.
Si el
yo es una instancia de desconocimiento con la que no se puede hacer nada, sino
contar con que se va a oponer a los fines del análisis, qué es el sujeto
entonces, quién habla, dónde existe, de dónde proviene, y para qué existe.
La
primera es una pregunta paradójica, porque pregunta por el ser de algo que no
tiene ningún ser. Lacan distingue al yo del sujeto ubicando al sujeto como un
vacío en la articulación entre los significantes. Mientras que el yo es una
consistencia imaginaria, el sujeto es efecto del juego simbólico de los
significantes. Por ejemplo, un sujeto sueña con el abuelo y con el nieto de ese
abuelo que tienen el mismo nombre. En la parte imaginaria del sueño él se
encontrará identificado con el abuelo o con el nieto, pero el sujeto como tal
se encuentra entre los dos significantes que aparentan ser iguales, como el
puro deseo que se está realizando en el sueño, como el vacío que permite el
despliegue del resto de los significantes del sueño.
Es una
teoría del sujeto que implica que no tiene ningún ser, su atributo es ser
“falta-en-ser”. Es en tanto que falta. No es nada sustancial, ni una cosa, ni
una instancia como el yo, es una pura falta que permite el despliegue de los
significantes. Aparentemente muy abstracto, tiene un efecto clínico importante,
porque en la práctica uno se orienta por las rupturas del discurso, ahí es
donde puede encontrarse al sujeto del inconsciente como un puro deseo, como una
pura falta de ser. El sujeto es lo que desearía. El “desearía” que no se ha
realizado. En el sueño que comento es lo que no está, si está el abuelo y el
nieto, el deseo del sujeto está en el padre. Está reprimido, elidido en el
sueño, representado por alusión con los significantes “abuelo” y “nieto”. El
sujeto aparece donde el significante está borrado. Lo que lo hace sujeto del
inconsciente es que puede borrar sus huellas. Puede hacer uso de las palabras
para despistarse de su propio deseo.
El
sujeto es esa elisión entre significantes, ese corte en el discurso. Cuando
está hablando en la asociación libre está produciendo una cadena de
significantes, pero a nosotros no nos interesa la cadena donde es el héroe, la
víctima o cualquier figura yoica con la cual está identificado. Nos interesa es
allí donde se rompe la cadena significante. Eso es a lo que le vamos a poner
atención. Mientras el sujeto está en la cadena significante cree que tiene un
ser que se lo da la palabra, en lo que aparece un olvido, por ejemplo, aparece
un sujeto. Nos habla en las interrupciones del discurso, en los agujeros de la
cadena, en los rompimientos de la secuencia del carácter lineal del
significante.
Entonces,
segunda pregunta, ¿quién habla? “cuando se trata del sujeto del inconsciente...
él no sabe lo que dice, ni siquiera que habla, como la experiencia del análisis
entera nos lo enseña”. (LACAN, 1987, pág. 780) Es alguien que habla
sin saber que habla, por eso el método para el analizante es la asociación
libre para producir al sujeto que habla sin saber, el que habla sabiendo no nos
interesa. Solo cuando se encuentra perdido entre sus palabras surgen efectos de
verdad, esa es la seña que usa Freud para saber que ha aparecido el
inconsciente, cuando el sujeto dice “nunca había pensado eso antes”.
La libertad
de la palabra es la posibilidad que tiene el sujeto para articularse, en su
desplegar la palabra liberada del prejuicio. Ahí puede aparecer un efecto de
verdad momentáneo, instantáneo, y al mismo tiempo en ese lugar es que puede
captarse que habla otro, que mediante mi palabra, que yo creo que es mía y por
la cual me creo el origen del discurso, de pronto aparece una asociación
extraña, un chiste, un lapsus, un olvido, un recuerdo de un sueño. Es la
palabra en cuanto se interrumpe porque quien habla, lo hace desde un lugar otro
que ese despliegue armónico. Una armonía que puede ser una sola queja que es
interrumpida de pronto por un chiste y acontece la risa.
Tercera
pregunta ¿Dónde existe este sujeto?, la idea que se tiene es que existe algo
como un sótano, o en alguna parte del cerebro, o un saco del psiquismo. De ahí
que en las películas y las series en inglés se habla de “subconsciente” como si
estuviera por debajo de la consciencia. El sujeto en cambio existe en el lugar
donde sueña sin saber ni que sueña ni que él mismo ha sido soñado[1]. Existe en el lugar
quemado por el significante, donde ya no hay nada más que un redondel, donde
está delimitado, demarcado, por eso no hay que buscar contenido en el sujeto
del inconsciente. Es una existencia de pura forma. No existe en ninguna
interioridad del alma. Es puro deseo, pura falla material de la palabra.
Como
en Las Ruinas Circulares de Borges, donde hay un templo que devoraron los
incendios antiguos, no es un templo activo, es un monumento que nadie recuerda
para qué era. Es un lugar olvidado. Ahí existe el sujeto, existe en ese lugar
de mí que he olvidado, que no es mío, no me pertenece, no es mi interioridad,
ni mi alma, ni mi mismidad. Es mi pura exterioridad. Existo como sujeto en la
ruptura de la cadena significante en la historia familiar. Donde no recuerdo
nada de la historia familiar. En una historia que es del Otro, un cuento que
alguien contó y que escuché en algún momento y que por estructura lo escuché
mal, porque lo que determina cómo lo escucho no está ni en la materialidad de
la cadena ni en la realidad de lo que pasó. Existo entonces como sujeto en el
lugar del Otro, donde las palabras se despliegan, donde las historias
familiares tienen secretos que nadie quiere ni puede decir y que además
interpreto tendenciosamente.
Mi
síntoma está hecho de eso. De interpretaciones que pongo en el lugar quemado,
olvidado del discurso del Otro. Por eso Lacan dice que el inconsciente es el
discurso del Otro, está en el Otro simbólico, existe entre las palabras. Entre
las palabras que me dijeron y sobre todo entre las que no me dijeron y que tuve
que deducir, que tuve que reconstruir a mi manera.
Un
ejemplo de esto lo encontramos en el testimonio de pase de Ram Mandil, a quien
le hicieron una operación para bajarle el testículo que no había bajado, como
pasa a veces con algunos niños. Esa operación tuvo para él un efecto muy
importante, que llamaríamos traumático. Una ruptura en la continuidad de su
vida. Desarrolla un síntoma obsesivo infantil que lo acompañará por mucho
tiempo, la idea obsesiva de que la operación no había dado resultados y que
tendría que repetirla una y otra vez hasta que muriera producto de la
repetición de las operaciones.
Algo
contingente que puede pasarles a millones de hombres cuando son niños, a este le produce esta idea obsesiva. Ahí donde falla algo en el discurso del Otro:
por qué él precisamente debe tener un testículo que no ha bajado y tiene por lo
tanto el saco del testículo vacío. Donde falla la explicación se construye el
sujeto como respuesta. El yo no sólo no tiene lo que hace falta sino que no le
interesa. Ese síntoma escondía la satisfacción de Ram Mandil con el vacío. Su
escroto vacío era una metonimia de su propia satisfacción con el vacío, una
satisfacción que le causaba horror. (MANDIL, 2017)
Cuarta
pregunta ¿De dónde proviene este sujeto? ¿Quién soy yo? Hay una estrofa de un
poema de Paul Valery, cuyo último verso lo usa Lacan para responder a esta la
cuarta pregunta. “¿Pero de dónde proviene ese ser que aparece como faltando en
el mar de los nombres propios?... No podemos preguntárselo a ese sujeto en
cuanto Yo [Je]. Para saberlo le falta todo... ¿Qué soy Yo [Je]? Soy en el lugar
desde donde se vocifera que ‘el universo es un defecto en la pureza del No
Ser’” (LACAN, 1987, pág. 800) [2]
El
problema fundamental del sujeto es que ha sido separado de lo que hace que el
universo no sea un defecto en la pureza del no ser. Es a lo que Lacan en este
momento de su enseñanza le da el nombre de goce. El universo como tal no tiene
ningún sentido para el sujeto porque él fue separado de su goce, es un falta-en-ser
y también de satisfacción. Por ello está exiliado en ese recinto circular. El
sujeto por lo tanto tratará de recuperar goce a toda costa y a eso es a lo que
llamamos la pulsión de muerte. De la única manera que sabe el sujeto, siendo un
ser de pura palabra, usa su cuerpo para recuperar goce por medio de la palabra.
Por eso sufre, nos llega a la consulta quejándose de ese exceso, porque no sabe
cómo desmontar esa lógica y porque en el fondo cree que esa es la única manera
de gozar, pues sin el goce el universo es vano.
Por
ello la quinta pregunta. ¿Para qué existe? una pregunta teleológica. La
finalidad ética de la existencia del sujeto del inconsciente. ¿Qué podemos
hacer entonces con él? ¿Convencerlo de no recuperar goce? Eso es un
despropósito, es inútil, es imposible. Está en su constitución misma el intento
de recuperación de goce. De lo que se trata es de un tratamiento de su manera
de relacionarse con el goce.
El
psicoanálisis es una ética de la relación del sujeto con su satisfacción, una
curaduría de las relaciones del sujeto con su goce. Es una manera de que el
sujeto pueda encontrarse con su goce de una manera que no lo aniquile, que no
lo haga sufrir tanto. Es una curaduría de la repetición que quiere obtener el
goce a toda costa.
“Pues
la castración imaginaria el neurótico la ha sufrido en el punto de partida, es
ella la que sostiene ese yo fuerte, que es el suyo, tan fuerte, puede decirse,
que su nombre propio lo importuna, el neurótico es en el fondo un Sin-Nombre…
Sí, ese yo que algunos analistas escogen reforzar todavía más, es aquello bajo
lo cual el neurótico encubre la castración que niega… La castración quiere decir
que es preciso que el goce sea rechazado, para que pueda ser alcanzado en la
escala invertida de la ley del deseo.” (LACAN, 1987, pág. 807)
La
noción de cura en psicoanálisis no es como la de los médicos, sino como lo que
hacen los restauradores de obras de arte. Se trata de una curaduría. El médico
trata de eliminar el síntoma, es su trabajo, porque el síntoma es una
interrupción en el continuum de la salud. En cambio el curador, lleva la obra
de arte a lo que estaba destinada a ser. Es lo que hace el psicoanalista con el
síntoma. Cura el síntoma para que llegue a ser lo que estaba destinado a ser,
es decir, un modo de satisfacción que inventó el sujeto, que es su invención
como una obra de arte. El psicoanálisis es una curaduría del síntoma y para eso
debe oponerse a la voluntad de desconocimiento que llamamos el yo.
Trabajos citados
LACAN, J. (1987). Subversión del sujetoy dialéctica
del deseo en el inconsciente freudiano. En Escritos 1 (págs. 773-807).
México: Siglo XIX.
MANDIL, R. (2017). La bolsa, (el vacío) y la vida: Una
experiencia de análisis. Argentina: Tres haches.
[1] “…el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres.” Borges, Las ruinas circulares.
[2]¡Sol, Sol!… ¡Mentira resplandeciente!
Tú, Sol que a la muerte la enmascaras
Bajo el azul y oro de una tienda
do celebran consejo las flores
Por entre impenetrables placeres,
¡Tú, el más fiero de mis cómplices
Y de mis trampas, la más aguda,
Protege a los corazones para
Que nunca sepan que el Universo
Es un defecto, allí en la pureza
Del No-Ser!
Paul Valery
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