De la invención del individuo a la irrupción del inconsciente - El debate de las luces y el psicoanálisis

El debate de las luces y el psicoanálisis

En relación con las Meditaciones Metafísicas tres rasgos nos importan: la intangibilidad del individuo, el vaciamiento del sujeto y la simplificación del objeto. La intangibilidad del individuo significa la invención de un individuo al que no se puede tocar, con cuyo ser no se puede comerciar, que no se lo puede atropellar. Claro que estas cosas se siguen haciendo y sigue existiendo la esclavitud: “El ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo.” (FREUD, El malestar en la cultura, 1998, pág. 108) Lo importante no es lo que hacemos comúnmente, sino cómo una época determinada nombra eso, y esta época lo nombra “Derechos Humanos” y “Democracia” y al nombrarlo le da forma y lo reinventa. A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII, en el cierre de ciclo de las guerras de religión, estos nuevos nombres están emergiendo como una novedad.

El vaciamiento del objeto, la reducción de su pregnancia imaginaria a la pura cifra es una condición del discurso de la ciencia. En el seminario XI Lacan vuelve a articular la idea sorprendente de que nosotros trabajamos en el dispositivo analítico con el sujeto cartesiano. Es este sujeto vaciado, sin carne, sin sangre, sin manos.

Pero también aparece como una unidad, un alma como un punto matemático que hunde sus raíces en la teología medieval. Determinado por su posición en el discurso del Otro, insubstancial. Una simplicidad sin composición que es una criatura y una imagen y semejanza de Dios, quien es el artífice. Si Dios es Uno y Trino, es sumamente sencillo y es tres. El alma como un punto tiene esta idea de trasfondo. Las últimas tres Meditaciones se articulan alrededor de las tres potencias del alma: entendimiento, voluntad y memoria. Así Descartes se explica por qué, a pesar de que Dios lo sostiene en la certidumbre, él se equivoca, yerra, peca y cae. Y por qué desea. Es por un desfase entre voluntad y entendimiento.

La intangibilidad del individuo es un problema actual, porque el psicoanálisis no es posible donde hay violación masiva de los derechos humanos y no hay democracia, es decir, el psicoanálisis no es posible si todo el mal que le acontece al individuo puede efectivamente atribuirse a otra causa diferente de su propia repetición, o para decirlo de otra manera, si su yo tiene razón y el sujeto se convierte en una víctima permanente del Otro.

El individuo como construcción histórica y conceptual es un presupuesto del psicoanálisis, es un presupuesto de la subversión que adviene con ese discurso. El vaciamiento del sujeto para Lacan implica que no es más que el efecto de la articulación significante, mientras que en Descartes aparece como un punto, que solo en relación con la palabra “pienso” puede tener certidumbre de su existencia. Una certidumbre que se sostiene sobre un acto y no sobre una deducción lógica. En el seminario XI Lacan plantea que Descartes dice “mientras lo estoy diciendo sé que existo”, para después olvidarlo. Descartes dice, articula significantes. Pero 
la enunciación de ese dicho es un acto. Es un acto decir que un dicho le da un ser.

La simplificación del objeto, el tercer rasgo, es cuando el objeto queda desnudo de todas sus manifestaciones, lo cual aparece como el “racionalismo” de Descartes. Nos interesa por el hecho de que el objeto está reducido no a una cosa, sino a una cifra. El sujeto está vacío y el objeto es una cifra.

Como herederos del postestructuralismo podíamos burlarnos de “El Hombre” y de “El Sujeto”. Pero esa época ya pasó, sobre todo a partir del Año Cero del Campo Freudiano. La democracia y los derechos humanos pueden ser constructos, pero eso no significa que no signifiquen nada y que la vida de uno y las cosas más importantes de la vida no dependan de que esos constructos tengan realidad efectiva. La idea de ficción implica una posición escéptica entre los psicoanalistas, mas no permite un cinismo en relación con algunas ficciones fundamentales como la democracia y los derechos humanos.

La modernidad es la eclosión del individuo intangible, glorificado, hasta que cunde por todo el espectro de la administración del poder. Crece como un hongo debajo de una superficie hasta que emerge en eso que llamamos la ilustración.

En la contraportada de los Escritos, Lacan dice que el debate de las luces se continúa en el psicoanálisis. “Es preciso haber leído esta compilación, y a todo lo largo, para sentir que allí se prosigue un solo debate, siempre el mismo, y que, aunque pareciera quedar así fechado, se reconoce por ser el debate de las luces.”

Pero al mismo tiempo que está fundamentándose en el debate de las luces, en ese mismo acto está en contra del yo. “Y es que hay un dominio en el que la aurora misma tarda: el que va de un prejuicio, del que no acaba de desembarazarse la psicopatología, a la falsa evidencia de la que el yo reclama un título para ostentar la existencia”. La Teoría Crítica nos habituó por el contrario, al menos desde los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX, a que cuando occidente ataca al yo, ataque a la ilustración al mismo tiempo. Lacan por el contrario dice que si se prosigue el debate de las luces, la consecuencia es la revelación del yo como un prejuicio. Esto constituye un escándalo, pues lo habitual a partir de la deconstrucción de la ilustración es o seguir un debate sobre la toma de decisiones a partir del yo, o hacer una crítica de esta tradición occidental y entonces criticar al yo y a la ilustración como dos cosas que efectivamente van de la mano.

Este último es el camino que toman los postestructuralistas. Por eso los textos de Foucault comentando “¿Qué es la ilustración?” de Kant también son raros en ese sentido. Ahí hace una reivindicación de la ilustración, siendo que Foucault es uno de los críticos más severos de esta forma de subjetividad.

¿Desde dónde se puede tomar lo mejor de occidente, no haciendo caso omiso de lo que el psicoanálisis ha abierto? ¿Cómo no dar ni un paso atrás como psicoanalistas en la reivindicación de las minorías, sin decantarnos por un irracionalismo reivindicativo? Para empezar habría que no caer en la tentación de sospechar de lo que enuncian esos movimientos en lo que enuncian, de la misma manera como uno no sospecha de las invenciones sintomáticas de un sujeto. Pero al mismo tiempo no permitirse creer en esos enunciados, sino seguir e inclusive propiciar una elaboración sobre esas invenciones, esperando la fractura en el discurso, por donde se cuela la falla en la estructura dura que les da su asiento. Ponerse a resguardo de la creencia, siguiendo la huella de la enunciación, es una manera de salir del fundamentalismo y del odio en el que pueden degenerar estas banderas, como cualquier otra.

Debemos salir de la dicotomía entre la naturalización de la relación sexual y el odio que puede estar algunas veces en la base de las reivindicaciones minoritarias y que refuerzan el discurso conservador y naturalizador de unos modos de funcionamientos que ya no son sostenibles. Una decidida elección por las consecuencias de la ilustración y de la libertad de la palabra nos pueden orientar.

No podemos ceder a la demanda de estos discursos que aparentemente están del lado avanzado de la historia, y que muchas veces consisten en la demanda de que se responda con una posición reaccionaria. No se puede desencadenar la libertad de la palabra, si no se puede sostener uno frente al horror que puede surgir. Por ello para el psicoanálisis hay una clara continuidad ética y política entre aceptar lo que nos legó la ilustración y no retroceder en el desmontaje que de la instancia del yo inaugura la postmodernidad y Freud lleva hasta las últimas consecuencias.

Al final de la XXXI Conferencia “La descomposición de la personalidad psíquica”, en 1932, Freud hace una sátira de la situación de verdadero aprieto en la que se encuentra el yo frente a las exigencias del ello, del superyó y del mundo exterior. Esta opereta está enmarcada en el impacto de “El Malestar en la Cultura”, donde el superyó toma su forma definitiva y que no tiene nada que ver con una instancia normalizadora, que haría posible al pobre yo orientarse moralmente frente a las exigencias pulsionales. Es la pulsión misma exigiendo más satisfacción bajo la forma de la renuncia, que es lo que hace que Lacan lea en la enunciación del superyó freudiano el imperativo “goza”, que es sin límite, como sin límite es la demanda pulsional. Es notorio que en la actualidad el discurso progresista muchas veces aparezca como una exigencia de renuncia pulsional, detrás de su aparente permisividad, tomando así relevo de la ética protestante que fundó al discurso capitalista.

En el último párrafo de este texto, Freud dice que no hay que tomarse de manera tan tajante las divisiones entre las tres instancias como son tajantes los trazados artificiales de la geografía política, sino que hay que pensarlos como cartas coloreadas que se pierden unas en otras y cambian en el transcurso de la vida. Eso mismo puede ser provocado por la aparición de un síntoma. Freud plantea que el psicoanálisis para tratar el síntoma debe realizar una modificación del yo, que tiene como finalidad “hacerlo más independiente del superyó, ampliar su campo de percepción y ampliar su organización de manera que pueda apropiarse de nuevos fragmentos del ello”. (FREUD, 31° conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica, 1997, pág. 74)

Esto implica una modificación del yo, que se escinde, se separa, se rompe. Frente al fortalecimiento del yo que propone la psicología, ¿estaríamos reivindicando un debilitamiento del yo, un amor por lo atávico, por lo interior, por lo verdadero, que sostendría una exaltación de su enfermedad? Esa reminiscencia del romanticismo no es la posición del psicoanálisis.

“…Donde Ello era, Yo debo advenir. Es un trabajo de cultura como el desecamiento del Zuiderzee.” (Ibid.). No se trata de un yo fortalecido, pues al vérmelas con ese otro lugar, no seré el mismo que comenzó el viaje. Pero tampoco se trataría de perderme en un misticismo del ello, “…Puede dudarse tranquilamente de que por este camino se alcance la sabiduría última de la que se espera toda salvación.” (Ibid.) Con toda claridad puede decirse que de esta solución Freud sospechó literalmente hasta el momento de soltar su pluma.

El psicoanálisis es otra manera de elegir la ilustración, de estar del lado de la razón. No constituye por lo tanto un rechazo de la razón, no es una tercera posición en una guerra entre lo racional y lo irracional. Es cierto que las ciencias contemporáneas nos ven como lo oscuro, lo abisal, como una postura irracionalista. Pero a pesar suyo, ocupamos un lugar a su lado, precisamente allí donde la ciencia se vuelve oscurantista y rechaza al sujeto que procede de lo lógico puro y que es el agente excluido de su propio discurso.

Exploremos un poco sobre esta metáfora que usa Freud acerca del Zuiderzee. Desde el siglo XIII Holanda desarrolló la tecnología del pólder, para tomar territorio del mar rodeando una parte del mar con tierra para luego extraer agua mediante los molinos de viento que funcionan como bombas. Por lo tanto, es territorio que queda debajo del nivel del mar y para que no se anegue, hay mantener un trabajo de extracción de agua.

Pero el mar volvió a su lugar eventualmente y el Zuiderzee es un mar que se formó luego de una serie de inundaciones catastróficas en las que murieron decenas de miles de personas, convirtiendo un lago de agua dulce que se había formado en esas tierras bajas, en un mar interior salobre. Con su actitud pragmática, la Liga Hanseática convirtió ese nuevo mar en una vía de comunicación comercial. Para finales del siglo XIX se había alcanzado la tecnología para volver a desecar ese mar que se había formado y por otra parte las barcazas de las que se habían servido para el comercio allí caían en desuso. Además de que ya no valía tanto como medio de comunicación, en ese mar interior seguían produciéndose catástrofes periódicas con muchos muertos y destrucción.

En 1916 hubo otra gran inundación y eso terminó de decidir a los holandeses por una obra de ingeniería de grandes proporciones, un dique de cierre que se terminó de construir en 1932. De manera que Freud está usando una referencia del mismo año de la 31° Conferencia, sobre un momento de triunfo de la razón frente a la naturaleza. Los holandeses habían logrado parar los ciclos de destrucción que el Zuiderzee había producido por seiscientos años, dulcificándose el agua y tomando nuevo impulso la construcción de pólderes con la finalidad de extender las tierras de construcción y de cultivo.

Con el ello entonces se haría algo análogo, un trabajo de cultura como el desecamiento del Zuiderzee. Al comienzo de la 31° conferencia, Freud plantea la necesidad de que el yo se modifique para darle cabida a lo que es extranjero, lo reprimido es para el yo tierra extranjera, una tierra extranjera interior. Y el síntoma es el representante de esa tierra extranjera interior, el representante del hecho de que exista la representación, precisamente de aquello que no se puede representar.

Así como Descartes en ese mismo movimiento destituye al Dios cristiano y tiene que construir un Dios y una moral provisionales para sustituir a la moral cristiana, así el psicoanálisis frente a la devastación del mundo de las pulsiones produce una modificación del yo. Donde estaba esa devastación, debo advenir, modificado. Un trabajo de cultura sobre el ello, que implica una modificación sustancial del yo también. Captamos la decisión de Lacan en el debate de las luces, yendo en contra del prejuicio de que el yo gobierna. Es precisamente porque el psicoanálisis va en el sentido del debate de las luces que se pudo captar esto, que se pudo abrir una vía para el sin-salida del sujeto cartesiano.

Ni Freud ni Lacan se enamoran de las fuerzas pulsionales, ni de las profundidades del alma, que es donde va a parar esa desgracia teórica y ética que es Jung, el presidente del Instituto Goering, que se construyó sobre los despojos del Instituto Psicoanalítico de Berlín, de donde expulsaron a todos los psicoanalistas judíos alemanes y a los alemanes no judíos que no se dejaron doblegar.

Es ese oscurantismo el que tenemos en frente también hoy. Es esa también hoy nuestra batalla contra el oscurantismo. ¿Cómo nos toca a nosotros librarla? Si es un combate, es porque no se puede discutir con eso. El bien decir es heredero de la ilustración y debe buscar la manera de combatir el oscurantismo.

Trabajos citados

FREUD, S. (1997). 31° conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica. En Obras Completas, Volumen XXII (págs. 53-74). Buenos Aires: Amorrortu.
FREUD, S. (1998). El malestar en la cultura. En Obras Completas, Volumen XXI. Buenos Aires: Amorrortu.



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