Reina la
angustia
He
sufrido mucho durante los últimos dos años. La invasión rusa de Ucrania me ha
devuelto a la afición de intentar despertar. Durante este desierto no puedo
dejar de estar en Twitter, actualizado de los últimos acontecimientos. Si uno
se propone aprender a navegar ahí, puede enterarse en tiempo real de los
acontecimientos que recorren como olas la superficie de lo contemporáneo.
Reina la angustia. Es por ello por lo que sabemos que el real no da tregua y tenemos noción de que está desbocado. La angustia es la experiencia del tiempo como un real, es decir, del tiempo como lo que se opone al ser en el que soñamos. Es la señal de que, ante la imposibilidad del despertar, podemos aun percibir el cambio en la textura del sueño. Del sueño infantil a la pesadilla, y de la pesadilla al fantaseo en vigilia, ahí tenemos los tres estados freudianos entre los cuales nos movemos. Más angustia o menos angustia, es la señal de que estamos pasando de uno de esos estados al otro, por ejemplo, una angustia excesiva puede cuestionar el sentido mismo de la realidad que se fundamenta en el fantaseo en vigilia o una ausencia de angustia puede convocar a los demonios de la repetición para asegurarnos de que no estamos saboreando los fonemas de las fresas y las frambuesas[1].
Reina la angustia. Me tomó 20 años rendirme ante la evidencia de la
fantasía de Miller[2],
de que el objeto a está en el cenit y el tiempo está fuera de sus bisagras,
diría Hamlet (The time is out of joint)[3].
Con lo cual
sueña, puesto si algo caracteriza al tiempo es no tener bisagras. No solo sueña
con eso, sino que precisamente con que él es quien vino a ponerlo en su lugar.
Lo cual delata su posición masculina a pesar de lo que Joyce anota sobre él[4],
pues, a pesar de sus dudas y de su patético intento por hacerse pasar por loco,
hasta el mismo final cree que es.
De
otra naturaleza es el síntoma, ese colapso del cuerpo hablante sobre sí mismo.
En el síntoma, el cuerpo hablante está que se habla. Si la angustia es el
calendario lunar, el síntoma es el calendario solar. En el psicoanálisis, como en
todo trabajo de cultura[5], se
trata de pasar del calendario lunar al solar, en la búsqueda de una precisión
que siempre será aproximada, en virtud de esos números que los matemáticos griegos
llamaron “ἄλογοι”.
Reina
la angustia. Si reinara el síntoma, el tiempo no estaría desbocado, viviríamos
aún en la ilusión hamletiana de que tiene bisagras, pero que no funcionan. El
síntoma reinó durante el período histórico anterior, que se desenvolvió hasta que
la revelación de que el logos está encarnado tuvo efectos generalizados. Es
algo con lo que todos estamos familiarizados aquí en la escuela, que el logos está
encarnado y que eso produce una inflamación, como cuando se encarna una uña, y
que de esa inflamación supura la materia. Quien no esté advertido sobre este
hecho que Juan nos pone como abreboca de su evangelio, no puede funcionar como
psicoanalista.
En
nuestra época postantigua, en nuestra edad media, nos la tenemos que arreglar
con esta revelación y con el hecho de que el tiempo esté desbocado. Nos la
tenemos que arreglar con reina-la-angustia, con una modernidad acelerada.
En
Twitter se puede percibir muy claramente cómo se despliegan la palabra-poder y
la palabra-verdad. La-cantinflada del muro del lenguaje[6] nunca
soñó con este nivel de non-sense. Por una parte, cada uno puede decir lo que quiera.
Por otra parte, están la “notas de la comunidad” donde se puede aclarar,
contradecir, desmontar una mentira. Es decir, que por una parte está el régimen
del poder del individuo con su derecho de decir, y por otra está el régimen de
la verdad comunitaria. Las notas de la comunidad son una manera de tratar de
frenar la postverdad y los hechos alternativos cuando la asociación libre y el
principio del placer se convierten en el sustrato de la vida social, son el
comité de ética del Otro que no existe.
Las
notas de la comunidad constituyen un llamado a la verdad material, ahí donde el
padre ya no puede ser invocado. Vemos que la verdad material es el poder de una
comunidad[7]. Pero
como no hay más materia que la que supura del logos encarnado, es decir, de la
fijación del goce, “la comunidad” no puede sino multiplicar sus notas
aclarándose unas a otras, mostrando de qué gusto por la verdad está hecha la
guerra.
La
verdad aparece en el esplendor de su debilidad, el poder se esconde tras la
impotencia de su fuerza. Todo esto acontece en unos límites geográficos
claramente establecidos, más allá de los cuales a cualquiera lo pueden lapidar
o encarcelar por algo que escribió en esa red social. Aquí la cancelación y el
oprobio, allá la muerte del soporte material del hablante. Vergüenza o muerte.
Para
que el logos encarnado desencadene una guerra solamente hay que esperar un
poco. Lo cual me lleva a preguntarme de qué puede estar hecho el gusto por la
paz que Freud le interpreta a Einstein. En su carta de respuesta, después de
deconstruir las aspiraciones pacifistas de su interlocutor, Freud se dedica a
interrogarlas y a ofrecer una lectura de esas inclinaciones pacifistas.
La
respuesta de Freud apunta en primer lugar a lo particular “¿Por qué no la
admitimos [a la guerra] como una de las tantas calamidades de la vida?...
porque todo hombre tiene derecho a su propia vida”, se responde. Pero luego de
esta respuesta Freud sorprendentemente apunta a una tautología: “creo que la
principal razón por la que nos sublevamos contra la guerra es que no podemos
hacer otra cosa. Somos pacifistas porque nos vemos precisados a serlo por
razones orgánicas. Después nos resultará fácil justificar nuestra actitud
mediante argumentos.” Para Freud la
cultura tiene un efecto sobre el sustrato material, lo modifica permanentemente
“Sensaciones placenteras para nuestros ancestros se han vuelto para nosotros indiferentes
o aun insoportables”. La guerra, al ir contra la cultura, va contra las
modificaciones que ésta imprime sobre nosotros, “La nuestra no es una mera
repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una
intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema…”.[8]
Propongo
que, si el gusto por la verdad es el motor de la guerra, el gusto por la paz podría
estar necesariamente articulado a lo que llama Edith Stein la ciencia de la
cruz. En nuestra lengua: la ética del síntoma, una emergencia singular.
El poder del
fantasma, la verdad material y la lógica como único acceso al real.
Propongo
estos tres para conversar sobre esta situación y sus efectos sobre la práctica
psicoanalítica, una vez que la fantasía de Miller se mostró operativa porque el
discurso analítico es donde la civilización actual encuentra un modo de hacer
discurso, que por otra parte está toda fuera de sus bisagras.
En
la idea de Lacan de que la lógica es el único acceso al real y de que el
síntoma es lo que particulariza[9], se
establece una relación específica de un hablante con un universal que nunca se
alcanza, es decir, con eso que llamamos con todas las reservas “el lenguaje”.
El muro del lenguaje de Lacan, en Función y Campo… es este mismo continuo del
poder-verdad, si el truco de su constitución en tejido es un efecto de
articulación donde el cuerpo está atrapado como en una tela de araña ¿Qué hace posible
que el cuerpo se hable, que quiera, como se dice desde hace un tiempo,
construirse su narrativa?
En
el campo Poder-Verdad el hablante puede hablar hasta ponerse morado y no
alcanzará sino algunas de las pocas configuraciones de satisfacción que la
cultura global dispone para él. O podrá revolverse en contra de lo que sea que
quiera poner en el lugar del poder para oponer una verdad, y no alcanzará más
que una aclaración de una aclaración de una aclaración.
Sólo
resta que haya un-real[10] que
pueda concebirse como una dimensión de bolsillo, donde solo cabe cada vez una
parte de Uno, no siempre la misma. En esta dimensión de bolsillo el lenguaje gira
infinitamente sobre sí mismo y el cuerpo “se habla”.
El
campo del poder-verdad forma un tejido, como el campo del espacio-tiempo, si no
fuera por las deformaciones de ese tejido no tendíamos noción del real. Esas
deformaciones solo tienen efectos interesantes al nivel del individuo porque
para que se encarne el logos tiene que ser en un cuerpo, por ello, a pesar de
las fantasías colectivistas de algunos psicoanalistas, no hay psicoanálisis
sino del Uno que, en virtud de la transferencia, se vuelve provisionalmente de
dos. Quien improvisa las bisagras para el tiempo, para no estar tan angustiado,
es el hablante con su síntoma, que los neuróticos disfrazamos de padre para
hacer masa, para estar solos soñando que hacemos comunidad.
Una de las características freudianas de un sueño es que el soñante es siempre el protagonista. La formación analítica se establece para que alguien acceda por fin a no ser el protagonista de una historia, ni siquiera el personaje secundario, sino si acaso y durante un tiempo, un personaje de reparto de esa historia. Una historia que gira alrededor del agujero negro donde el logos se encarnó en un cuerpo que de pronto decidió que era el momento de hablarse. Y que en ese hablarse pueda reducir sus grandes historias a jabberwockys o puns. Tal vez ahí sí haya una cura para la verdad guerrera y para la impotencia del poder, por lo menos para alguien.
[1] “Mi hija menor, que
tenía diecinueve meses, había vomitado cierta mañana y por eso se la tuvo a
dieta el resto del día. La noche que siguió a ese día de hambre se la oyó
proferir, excitada, en sueños: ‘Anna F.eud, Ert(d)beer, Hochbeer, Eier(s)peis,
Papp’[Anna F.eud. F.esas, Frambuesas, Huevos, Papilla]… el menú abarcaba todos
los platos que debían parecerle codiciables.” FREUD, S. La Interpretación de
los sueños. En Obras Completas, Tomo IV, Amorrortu. 1996. Pág. 149.
[3] SHAKESPEARE, W. Hamlet. Acto 1,
Escena 5.
[4] AUBERT, J. Ponencia en el Seminario de Jacques Lacan. Publicada en
El Seminario 23 de Jacques Lacan, El sinthome. Pág. 171
[5] Un ejemplo de cómo Freud comparaba el psicoanálisis como un
esfuerzo civilizatorio está en la cita “…Donde Ello era, Yo debo advenir. Es un
trabajo de cultura como el desecamiento del Zuiderzee.” (FREUD, 31°
conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica. En Obras Completas,
Tomo XXII, Amorrortu. 1997, pág. 74)
[6] LACAN, J. Función y campo de la palabra y del lenguaje en
psicoanálisis. Escritos 1. México: Siglo XXI, 1984.
[7] Parafraseando a Freud “Vemos que el derecho es el poder de una
comunidad. Sigue siendo una violencia pronta a dirigirse contra cualquier
individuo que le haga frente; trabaja con los mismos medios; persigue los
mismos fines…” FREUD, ¿Por qué la guerra? En Obras Completas, Tomo XXII,
Amorrortu. 1997, pág. 189.
[8] ibid., pág. 196-8
[10] MILLER, J.-A. Presentación del IX
Congreso de la AMP (congresamp2014.com)
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