De la Invención del individuo a la irrupción del inconsciente - Respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración?


Respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración?

“La ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad” (KANT, 2019), nos dice en un artículo publicado en el Boletín Mensual de Berlín en 1784, como respuesta a la pregunta formulada por un clérigo. Un mes antes había aparecido la respuesta de Mendelsshon.

Éste, quien fue el abuelo de los compositores románticos, fue el impulsor de la Haskalá, el movimiento por el cual los judíos de la Europa central tradujeron la Torá al alemán y se plantearon el problema de cómo integrarse a la sociedad y salir de los guetos. Allí habían vivido desde la Edad Media bajo sus propias leyes y comerciaban con las ciudades como extranjeros interiores. La Haskalá constituyó un movimiento muy importante, que impulsó el desarrollo cultural tanto de los judíos como de los gentiles y propició la integración de esas dos culturas enriqueciendo a ambas. Es de ese movimiento del que viene a ser heredero Freud un par de generaciones después, para culminar su vida como testigo en primera línea del fracaso en la modificación de las identificaciones europeas que culmina en la Shoá.

Al final de su artículo, Kant toma nota de la respuesta de Mendelsshon y plantea que hay cierta identidad de las ideas. La ilustración se entiende como libertad de conciencia, bajo la forma de libertad religiosa, que es el centro argumentativo del artículo de Kant y de la cual se desprenden los deberes que conlleva esa libertad. No solo es una libertad en el sentido negativo de que el estado deba dejar hacer, sino de la responsabilidad que está implícita en la libertad del uso de la palabra, responsabilidad por lo que uno hace y por lo que uno dice. Responsabilidad además con el propio deber de escribir y hacer público lo que se piensa.

“…La minoría de edad [Unmündigkeit, falta de emancipación] significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento, sin la guía de otro.” Incapacidad no por ser obligado, sino por la propia falta de coraje para decir, y para servirse de su propio entendimiento. “La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida”. La decisión y el valor por una parte y la pereza y la cobardía por la otra. La Unmündigkeit no es solo cómoda (“¡Es tan cómodo ser menor de edad!”), causada por pereza y cobardía, es además satisfactoria. Hay una satisfacción que se obtiene al no hacerse responsable de sus propios actos y no servirse de su propio entendimiento.

Es además una cobardía frente a los peligros que conlleva el imperativo “¡Sapere aude!”, “Ten el valor de servirte de tu propio entendimiento”. No es un miedo justificado, porque después de un par de caídas se aprendería a caminar por sus propios medios. ¿Por qué tantos, sin embargo, se quedan en esa situación de minoridad culposa? Es por no tener valor de ir en contra de su propia satisfacción de ser llevado por los amos, maestros y tutores.

Afortunadamente esa satisfacción no es el último tope de la existencia. Para Kant hay algo que empuja en el ser humano a hacerse responsable, pues esto tiene que ver con su realización. Por ello termina su artículo diciendo que la inclinación y vocación al libre pensar “repercute gradualmente sobre el sentir del pueblo (con lo cual este se va haciendo cada vez más capaz de la libertad de actuar) y, finalmente, hasta llegar a invadir a los principios del gobierno que se encuentra ya posible tratar al hombre, que es algo más que una máquina, conforme a su dignidad”. Ser tratado conforme a lo que uno es, que es algo más que un animal doméstico o una máquina, es algo que tiene que ver con la propia dignidad de ser humano. La dignidad del ser humano se opone frontalmente a todo discurso de amo.

Quedarse uno como un borrego en un rebaño es fracasar como ser humano, es ser negligente con lo que se está llamado a ser. Desde esta perspectiva la Mündigkeit, la emancipación, está vinculada con el derecho natural, el cual prescribe que hay que crecer e independizarse de los tutores. Educación, gobierno, impuestos, religión, constituyen un aparataje que existe para resguardar la semilla del deber ser natural que se revela en la ilustración. Cobardemente, por pereza, por una satisfacción y por comodidad, quedarse en una minoría de edad artificial con tutores, con curas diciendo qué pensar, con médicos diciendo qué comer, va en contra de todo este esfuerzo.

Según la interpretación que hace Foucault al cumplirse doscientos años de haber sido publicado este texto, Kant estaría planteando un reto al gobierno de Prusia. El príncipe debe dejar en libertad a sus súbditos y además debe propiciar que no caigan en tiranías privadas, debe cuidar que los súbditos tengan siempre la libertad de decir lo que piensan.

Pone tres ejemplos: Pagar los impuestos, la obediencia militar y la obediencia eclesiástica. No puedo decir que no pago los impuestos porque mi conciencia se opone. Pero debería públicamente y por escrito sostener mis dudas y cuestionamientos sobre el manejo de la hacienda pública. En el culto, un cura no puede criticar el símbolo, el credo de esa religión. Pero cuando sale de dar el culto, tiene el deber de por escrito decir como docto, como experto, en qué se opone a ese credo. Y el príncipe tiene el deber de garantizar este derecho y los demás tienen el deber de soportar que el cura tenga el derecho de tomar la palabra en público y por escrito. Eso cambia la naturaleza de lo que debe ser un estado. Debe intervenir donde se quiera coartar esa libertad por una corporación privada, restringida, como una religión.

Ciertamente el ejemplo del cura es el más radical que puede usar Kant porque apunta a un más allá del absolutismo, de esa forma de discurso del amo que emerge con los estados nacionales. La propuesta de Kant constituye una inversión y una ampliación de la solución moderna de la libertad de conciencia. Lo que se ganó con el protestantismo y con las guerras de religión fue la libertad de pensar como uno quiera en la vida privada, que cada uno tuviera un espacio de intimidad para elegir su religión. Kant plantea que hay además que tener el coraje de decirlo públicamente y el estado debe garantizarlo y fomentarlo.

Para Kant que el público se ilustre a sí mismo es inevitable si se le deja en libertad. “Ciertamente, siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos. Incluso entre los establecidos tutores de la gran masa, los cuales, después de haberse autoliberado del yugo de la minoría de edad, difunden a su alrededor el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación de todo hombre a pensar por sí mismo.”. Hay una antropología de base que consiste en un llamado a todo hombre a pensar por sí mismo, a emanciparse, a desujetarse.

 “Por eso es tan perjudicial inculcar prejuicios, pues al final terminan vengándose de sus mismos predecesores y autores. De ahí que el público pueda alcanzar sólo lentamente la Ilustración. …Quizá mediante una revolución sea posible derrocar el despotismo personal junto a la opresión ambiciosa y dominante, pero nunca se consigue la verdadera reforma del modo de pensar, sino que tanto los nuevos como los viejos prejuicios servirán de riendas para la mayor parte de la masa carente de pensamiento.” Lo que produce la revolución es un cambio de amo, los prejuicios nuevos cambian por los viejos, y todo queda igual. Para que la gente encuentre su vocación, lo único que hace falta es que la gente tenga la libertad de escribir.

Pero no la libertad de la catarsis que abunda en las redes sociales. Es la libertad de articular un discurso que tenga consecuencias, que haga de acto. “La libertad de hacer siempre y en todo lugar uso público de la propia razón”. Va en sentido contrario, pero presupone la libertad de conciencia, según la cual tengo derecho a tener un espacio de intimidad y de pensar lo que quiera sin que me estén molestando y hasta matando por eso. Esa libertad que articulamos como intangibilidad del sujeto, que apareció quebrando la unidad de la cristiandad, es la que Kant plantea que hay que asumir públicamente y a nombre propio, marcando con esto un desarrollo de la noción de individuo.

Esto está en la genealogía del discurso psicoanalítico. Hay pocas profesiones o prácticas donde la abstinencia de la propia opinión por obediencia a una regla se vea con más claridad. Debo abstenerme de mi opinión, de mi mismidad, de mi razón privada, no meter la propia subjetividad en el material de otro, es la regla de abstinencia. No coger con los pacientes o no hacer negocios con ellos hunde sus raíces hasta en abstenerse del uso de la propia palabra para que se despliegue el material. Pero en lo que salgo de mi trabajo como psicoanalista, tengo el deber de intervenir y decir algo sobre lo que está pasando.

 “Pero para esta Ilustración únicamente se requiere libertad y, por cierto, la menos perjudicial entre todas las que llevan ese nombre, a saber, la libertad de hacer siempre y en todo lugar uso público de la propia razón…” No es solamente una libertad defensiva, tímida. Cambia el orden político y jurídico, la ley de la ciudad y del estado debe modificarse para acoger esa tierra extranjera interior que es el uso público de la razón. El único medio por el cual la gente puede hacerse libre, asumir su libertad de palabra, con valor, con coraje. La floración política de un individuo que tiene su genealogía en el mercenario y el provocador.

Uso público de la propia razón es aquel “que hace alguien en cuanto docto ante el gran público del mundo de los lectores”. Sin embargo, “…en algunos asuntos que transcurren a favor del interés público se necesita un cierto mecanismo, léase unanimidad artificial, en virtud del cual algunos miembros del Estado tienen que comportarse pasivamente, para que el gobierno los guíe hacia fines públicos o, al menos, que impida la destrucción de estos fines…” Hay un uso para sí y un uso en sí del entendimiento. Hay una alienación irreductible, necesaria del funcionamiento de la máquina. Pero ¿qué es una obediencia cuando uno decidió formar parte de la máquina? Cuando uno asume la función por decisión, esta toma otro color, otro gusto. Mi libertad de obedecer es una alienación decidida. Y sobre todo se asume como una “unanimidad artificial”, porque lo “natural” sería el disenso.

Así el militar debe obedecer, pero no puede prohibírsele criticar el servicio militar, cuando escribe como docto. Con relación al pago de impuestos, usa la palabra “escándalo” que tiene que ver etimológicamente con una piedra que hace tropezar. Alguien que se niega a pagar impuesto debe ser castigado pues “puede dar ocasión a desacato generalizado” Usted paga su impuesto y luego como docto “…manifiesta públicamente su pensamiento contra la inconveniencia o injusticia de tales impuestos…” Por eso para Kant, no solamente es malo intentar detener el discurso, sino que además es imposible.

Para nosotros la finalidad no es el efecto de verdad, sino la posibilidad de aclarar el acto. No pasa por entender, se puede entender sin que pase nada con el acto ni con la repetición. Lo necesario no es entender, sino el cambio de la relación de uno en relación con su acto, que participa de lo real por su inevitabilidad.

Como habíamos dicho a comienzo de este comentario, la mayor parte del texto se concentra en la cuestión religiosa. Al final da una explicación de esta preponderancia de lo religioso, asumiendo que hizo un énfasis en la cuestión religiosa, pues el amo que tiene enfrente puede tener la tentación de dominar a la gente en lo que cree. “He situado el punto central de la Ilustración, a saber, la salida del hombre de su culpable minoría de edad, preferentemente, en cuestiones religiosas, porque en lo que atañe a las artes y las ciencias nuestros dominadores no tienen ningún interés en ejercer de tutores sobre sus súbditos.”

Siguiendo la clave que da Foucault, todo el texto está diseñado para retar al emperador a que no ceda a la tentación de meterse en temas de religión, sino que se dedique a ponerles límite a las iglesias para que se respeten unas a otras y no se maten en sus guerras inevitables. En ese momento hay que poner el énfasis en la libertad de cultos, pues “…la minoría de edad en cuestiones religiosas es entre todas la más perjudicial y humillante.”

El lugar del príncipe es garantizar que los individuos puedan criticar públicamente el símbolo, el credo de las religiones. Con relación a lo que este “símbolo significa, debemos recordar que luego de la época apostólica se desenvuelve la época patrística y surgen las herejías y las discusiones, entonces se impone la necesidad de parar la deriva metonímica de la palabra entregada por los apóstoles a sus discípulos. Cuando Kant usa la palabra “símbolo” está hablando del credo de los apóstoles, el elemento unificador, como acto de fe que surge como respuesta a las haeresis, las elecciones particulares de algunos obispos que se separaron de lo que creía el sensus fidei, las creencias de la masa de los fieles donde viene a manifestarse la verdad. Al declarar solemnemente lo que se cree, sellado por el Espíritu Santo, eso queda fijado.

Cuando Kant dice que es “absolutamente imposible” que ningún sínodo de la iglesia pueda forzar a una comunidad a comprometerse a un símbolo inmutable, está criticando lo que el credo como tal significa. Es el depósito de la fe, el conjunto de las cuestiones reveladas por Dios que debemos creer, y si no te crees una parte del símbolo estas fuera, no se puede elegir a la carta. Para Kant es más fuerte la vocación humana para el progreso que cualquier poder que quiera detener el pensamiento en un momento determinado, “constituye un despropósito que desemboca en la eternización de las insensateces”.

De este modo la minoría de edad religiosa, atarse a un determinado credo, es por excelencia la minoría de edad. Es ir en contra de la propia naturaleza que quiere saber, preguntar, aclararse. Mientras que para la iglesia la plenitud de los tiempos ya sucedió, en el momento de la encarnación del logos eterno, a partir de lo que solo hay que esperar la segunda venida, para Kant, la plenitud de los tiempos no ha llegado, está en el porvenir.

Mucha de la discusión política contemporánea es acerca de en cuáles libertades individuales hay que poner el acento en la diatriba política. Lo cual les da a las democracias este aspecto peristáltico, hasta que se desemboca en lo que estaba en la enunciación de cualquiera de los dos polos de la discusión. Que es que si en verdad se quiere avanzar en el sentido que se quiere acentuar, hay que fijar un dogma, hay que renunciar a la mündigkeit. Los populismos son reacciones terapéuticas negativas al empuje de la ilustración que desnaturaliza al discurso del amo.

La cuestión es cómo sostener las ficciones fundamentales de la modernidad, como la democracia, sin perder de perspectiva que esas ficciones están siempre bajo el influjo de la degeneración que implica la psicología de las masas, que busca inducir la sustancia en el procedimiento insustancial. Esto es, que siempre empujan al triunfo de la religión.

El psicoanálisis puede contribuir con la democracia interpretando el deseo que puede habitarla de restituir a un amo sustancial que condense el goce de una masa. Un ilustrado vota poniendo límite a su propia satisfacción de ser parte de la masa, vota con voto útil y con pragmatismo, mientras que pregunta al pueblo del que forma parte cuál es la responsabilidad en el desorden del mundo del que se queja. No se permite creer que solo los otros quieren vengarse de los poderosos o quieren oprimir a los demás. Esclarecer estos deseos políticos en mí mismo es parte del trabajo del esclarecimiento de la política que puede avanzar el psicoanálisis a partir del esclarecimiento del propio inconsciente de cada uno, que consiste en la realización del discurso del amo como olvido de su propia historicidad.

Trabajos citados

KANT, I. (febrero de 2019). Ilustración crítica: en defensa de la ilustración y la cultura. Obtenido de https://www.ilustracioncritica.com/texto-kant.html



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