domingo, 22 de septiembre de 2019

Oh qué será


En la conclusión al Manuscrito B, fechado en 1893, Freud llega a la idea de que es prioritario darle una solución al problema de la anticoncepción. Una forma de evitar el embarazo que no recurra al coitus interruptus, al condón y a otras técnicas parecidas, que se ordenarían con la masturbación, causando impotencia en el hombre e insatisfacción en la mujer y desencadenando la neurastenia en unos y las histerias en las otras.

Para decirlo como Gabriel García Márquez, en ese momento el discurso psicoanalítico “...era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”


Lo mecánico de la cadena causal de la neurosis en el Freud de 1893, no puede distraernos en primer lugar sobre el hecho de que desde muy temprano ya estaba convencido de que la vida sexual tenía un papel central en la etiología de las neurosis. Anotaciones tanto en su autobiografía como en la biografía que hace Jones nos dejan saber que esta idea había aparecido en él incluso antes, durante su estadía en La Salpêtrière.

En segundo lugar, el texto termina con un llamado a ocuparse de un asunto en el cual la mayoría de los médicos había capitulado. Las neurosis eran dolencias incurables, y de ser cierta esta cadena causal, se postergaba su tratamiento hasta que pudiera haber un “gobierno inocuo sobre la concepción”, que permitiera “el libre comercio sexual entre la juventud masculina y muchachas de buena clase social”. Pero los medios técnicos para este fin todavía tenían que esperar setenta años.

Dado que Freud no podía saber cuándo iba a ser esto, no podía sentarse a esperar. La urgencia estaba marcada pues, “En ausencia de esa solución, la sociedad parece destinada a caer víctima de las neurosis incurables que rebajan a un mínimo el goce de la vida…”

¿Qué es este goce de la vida que parece relativizar la importancia de la estructuración de la cadena causal en el texto? No es el sentimiento oceánico de ser uno con el mundo que obtenemos de la religión, para escapar a la soledad. Tampoco es el entretenimiento que compramos con desespero en el mercado, para no percibir el paso sin sentido del tiempo. Ni es la efervescencia de tener razón por la que nos involucramos en la política, hasta matar o morir de mil maneras distintas. No salvará al mundo de los abismos políticos, económicos y sociales que hemos cavado, pero puede orientarnos entre ellos.

Es más, hace valer ese mundo con cada uno de sus abismos. Para acercarse a eso, hay que despejar la ecuación y poner a prueba la plasticidad de la letra. Se trata de un uso de la partícula significante tenue y contingente como la radiación de Hawking, que como tiene un factor cuantitativo incuantificable, sin justicia distributiva, para unos puede aparecer a chorros y para otros puede estar extraviado en absoluto.

El goce de la vida incalculable y débil, al que el neurótico opone la miseria de su síntoma, tratando de recuperarlo por su reverso y hacia el cual tiende todo el esfuerzo del aparato discursivo del psicoanálisis, es un enigma a despejar para cada uno, un camino por el que se progresa dando vueltas.

A partir de octubre en la Sede Bogotá exploraremos por este rasgo elusivo momentos diferentes del pensamiento psicoanalítico.


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