miércoles, 29 de octubre de 2025

El Prestigio de la cura psicoanalítica.

Texto presentado en la noche de escuela de la Sección Bogotá de la NEL, sobre "No hay relación sexual"

A la altura del Seminario 20, Lacan nos da un algoritmo por medio del cual “la experiencia analítica encuentra su término” (p. 113): Que el falo pase de lo necesario a lo contingente utilizando como operador lo imposible.

Analicemos este algoritmo con la teoría del truco de magia. Dada la naturaleza fractal de la experiencia, este algoritmo no solo describe la cura en su conjunto, sino también la dinámica de cada sesión analítica.

Primero tenemos la Promesa. En el síntoma, el falo no deja de escribirse, es necesario. Frente a su enigma, el falo así suspendido es su respuesta virtual: El goce que hubiera debido haber y el objeto que debiera haberse encontrado.

En el lugar del Giro tenemos a la relación sexual como lo imposible, lo que no cesa de no escribirse. Podría pensarse que le corresponde al psicoanalista introducir esto en la ecuación, pero está más bien inhabilitado por la transferencia. Solo le queda el lugar de testigo y escriba de los desencuentros del funcionamiento del sujeto con su poco de realidad, de la que el analista mismo es parte fundamental ahora.

El Prestigio del truco es que el falo cese de no escribirse, y se revele que al fin y al cabo La Cosa no era para tanto.

Sin embargo, el poder operativo de la inexistencia de la relación sexual, el operador que posibilita el Giro, no se agota en sí mismo. No es un hecho aislado, sino que nos obliga a ampliar la mirada sobre el límite mismo de la estructura. Nos acercaremos a la función de esta y otras ausencias fundamentales que revelan algo que podríamos agrupar en un conjunto conceptual. A ese conjunto, que opera como motor de la experiencia del hablante, lo llamaremos el campo de las inexistencias lacanianas.

En el análisis tomado como un truco de magia, “el giro” siempre se produce por la introducción en el campo de lo existente de un elemento del campo de las inexistencias. El metalenguaje, la mujer, el analista y la relación sexual son al menos cuatro cosas de las que Lacan enuncia que no existen.

Cada inexistencia se refiere a un elemento de la experiencia con la que el hablante se encuentra en serias dificultades, tratando de hacerlo existir. Así, cada uno de los cuatro discursos no sería más que una respuesta a una inexistencia, y estaría destilando una forma de goce que puede escribirse con un matema que le es propio:

·         La inexistencia de la mujer, entendida como la ausencia de un principio unificador del cuerpo, por medio del discurso de la histérica, produciría un goce específico de La Mujer.

·         La inexistencia del metalenguaje, entendida como la ausencia de un principio unificador del lenguaje, por medio del discurso del universitario, produciría un goce de vacío.

·         La inexistencia de la relación sexual, entendida como la ausencia de un principio por medio del cual los hablantes se emparejen para la reproducción, por medio del discurso del amo, produciría un plus de goce.

·         La inexistencia del analista, entendida como la ausencia de un principio unificador del alma, por medio del discurso del analista, produciría un goce del Uno.

El análisis opera, entonces, como un encuentro iterado con el campo de las inexistencias, donde cada discurso es un intento de remediar la falta de un principio unificador. El analista, reducido a testigo y escriba de estos desencuentros, es parte fundamental de la realidad en la que el sujeto tropieza, forzando las transformaciones enunciativas y el goce que se presenta en un momento dado.

Estos encuentros determinan el análisis: el hablante se topa con la inexistencia del metalenguaje en una discusión estéril con la pareja, en un malentendido con el jefe; con la inexistencia de La Mujer en una intriga que recorre el cuerpo social o en el horror del cuerpo que no responde a mando; con la inexistencia de la relación sexual en los laberintos del goce sexual, en los impases del amor.

Finalmente, la confrontación con la inexistencia del analista, que es la del principio unificador del alma, se produce en la exasperación de la transferencia y en el desencuentro entre la palabra y el goce en una formación del inconsciente. Es aquí donde el sujeto balbucea el colmo de la herejía, que un alma diga 'yo soy'.

Este es precisamente el prestigio del truco analítico, donde el falo cesa de no escribirse y se revela contingente. El acto final del análisis conduce a la kenosis de la posición de goce, mostrando que el sinthome estuvo siempre allí desde el inicio, en humildad y silencio trabajando incansablemente.

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