La ética de la rasgadura (kintsugi).
Lo que es racional es real y lo que
es real es racional. La famosa sentencia de Hegel tiene una actualidad
desbordante. Podríamos traducirla como: Las cosas están en el mejor estado
posible. Esta es la primera aproximación que haré al concepto de entropía el
día de hoy, un punto de partida necesario para captar la noción de goce a la
altura del seminario XVII.
La noción del real en Lacan está en una asíntota con la
noción de realidad. El goce pasa de lo imaginario a lo simbólico para
desembocar en lo real, separándolo definitivamente de una realidad cuyo estatuto
el estructuralismo había dejado ya en situación de precariedad. Es la misma
asíntota que se va produciendo entre el inconsciente y el goce. Con la presentación
de los cuatro discursos asistimos a otro intento de articulación entre dos
conceptos disjuntos.
Desde el cuarto paradigma, el inconsciente es el pliegue en
el cual colapsa el campo de la realidad. Precisando a Hegel: Lo que es racional
es realidad efectiva, y lo que es realidad efectiva es racional, pero eso está
lejos de ser todo lo que existe. Como agentes del discurso analítico rasgamos
el texto de la realidad en condiciones más o menos controladas, cosa que el
real hace a su manera de todas formas, porque suponemos que el real no es un
total despropósito.
Desde el tercer paradigma la realidad efectiva es aquello
que toma su consistencia de la constante de sufrimiento que resulta de su falta
en relación con determinada norma que la organiza. Esta falta empuja al
discurso común hacia la necesidad de volver a erigir cada vez un ideal hacia el
cual conducir el estado realístico de las cosas. Es lo que constituye la
estructura misma del discurso del inconsciente o del amo, el tejido mismo de la
realidad efectiva.
Pero lo que llamamos un síntoma no se fundamenta simplemente
en la distancia entre un estado de cosas y un ideal. Un síntoma es la distancia
entre el sistema completo de la realidad efectiva y su límite. Del trabajo de
ideal no viene sino una degradación de la realidad que se acumula y se vuelve
más pesada.
Es la causa de por qué los discursos son cuatro y no uno
solo: el discurso del amo gira sobre sí mismo bajo el peso del plus de gozar
que acumula. La ética de la rasgadura se opone a la manera tradicional de
resolver este plus de gozar henchido mediante el trabajo de ideal.
La entropía es un asunto de sentido común.
Según Ben-Naim en "La entropía develada", en la concepción de la entropía hay dos
formulaciones:
1.
Determinista: el calor siempre fluye de cuerpos
más calientes a más fríos (Carnot, Kelvin Clausius)
2.
Probabilista: La entropía se relaciona con el
número de estados posibles entre las partículas de un sistema.
Boltzmann postuló una ley que supone una estructura atómica
de la realidad y al mismo tiempo establece una representación probabilística de
una ley física por primera vez. Si en Kelvin el calor es un fluido que se
propaga por el éter, en Boltzmann el calor es una diferencia cuantitativa del
movimiento de las partículas que componen un material. Sin romper ninguna ley
newtoniana, Boltzmann supuso que había muchísimas partículas pequeñitas e
indiferenciadas que hacían mucho más probables los comportamientos observados.
Hay estados posibles y estados imposibles, pero dentro de
los estados posibles hay unos más probables que otros. Hay varios estados
imposibles que la ciencia del último siglo y medio ha podido aislar. Por
ejemplo, no hay ninguna manera espontánea o artificial de conseguir los
siguientes estados:
1.
Alcanzar la velocidad de la luz si se tiene masa
2.
Alcanzar el 0⁰K
3.
Enfermar de una infección si no existe su agente
en el organismo.
Nosotros podemos decir de manera análoga que no hay ninguna
manera de que exista un ser hablante que no tenga ningún síntoma. El grado cero
del síntoma en un hablante es imposible.
Por el contrario, es improbable que de manera espontánea se
pueda
1.
Viajar al futuro a una velocidad cercana a la
velocidad de la luz.
2.
Que un vaso de agua al clima en Bogotá se
congele
3.
Enfermar gravemente y morir de una enfermedad
infecciosa de la que estoy vacunado
En nuestra analogía podemos avanzar que es improbable que
una vez que un síntoma se desencadena, pueda mejorar sin ninguna clase de
tratamiento.
Lo más probable es lo que tiende a pasar. Por ejemplo, si
ponemos una gota de tinta en un vaso de agua vamos a observar que la tinta
espontáneamente se disipa hasta que todo el líquido tiene un color uniforme.
Para lograr el proceso contrario habría que aplicar trabajo.
Que, en el universo, entre las permutaciones posibles de los
elementos de un conjunto sean abrumadoramente más frecuentes las
configuraciones más simples, que contienen menos información, implica que la
entropía tiende a aumentar siempre y que los procesos contrarios son muy
improbables.
La segunda ley de la termodinámica entra al psicoanálisis en
dos momentos: La aisló Freud en 1920 con la noción de pulsión de muerte y la
introdujo Lacan en 1967 con la equivalencia entre el objeto plus de gozar y la
noción marxiana de plusvalía.
En la noción de plusvalía, ampliamente trabajada por Lacan
en el seminario de los cuatro discursos, el capital se autorreplica a costa de
la salud y de la vida de los cuerpos de los trabajadores. Marx, en lenguaje boltzmanniano,
diría que era muy poco probable en el siglo XIX que un trabajador se volviera
más saludable y rico yendo a trabajar a la fábrica todos los días.
La complejización y empoderamiento del capital se paga con
la simplificación mortificante del cuerpo del trabajador, el cual entra en la maquinaria
del capital como portador de una fuerza de trabajo y sale expulsado como un
bagazo. La noción de plusvalía muestra cómo el aumento de complejidad en una
parte del sistema se realiza a costa de su disminución en otra. Si la entropía
disminuye en un espacio determinado, tiende a aumentar en alguna otra parte.
A la altura del seminario XVII el saber no es más que el
conjunto significante articulado, es decir, complejizado. El discurso del amo
funciona creando articulaciones cada vez más complejas. Por otra parte, el objeto
a, es pérdida de articulación, parcialidad. Por eso el saber se define en este
seminario como medio de goce. Objeto a y Saber son el anverso y el reverso de
lo mismo, así como Significante unario y sujeto son el anverso y el reverso de
lo mismo.
La vida y el discurso en un nivel cuántico
La única manera de contrarrestar la muy probable tendencia a
la desarticulación es el trabajo como introducción de una configuración
específica que pueda autorreplicarse, cosa que hacen tanto la vida como el
discurso del amo. El precio que se paga es que al monopolizar artificialmente
las configuraciones que hacen más viable la autorreplicación de una
configuración específica en un determinado espacio, se produce necesariamente
un aumento de la probabilidad de configuraciones más simples en el conjunto
total de las configuraciones posibles fuera de él. Es como hacer trampa en las
carreras de caballos: Si inyectáramos una sustancia a un caballo, aumentando la
probabilidad de que gane la carrera, necesariamente se hacen disminuir las
probabilidades de que los demás lo hagan.
El discurso analítico, que es el reverso del discurso del
amo, opera desarticulando el saber, descoyuntándolo. Su clave no está en el
objeto a como pérdida que necesariamente aumenta con cada repetición, ni en el
sujeto como el proletario cuya fuerza vital es sustraída en este procedimiento.
En el seminario XVII la clave para Lacan está en el mismo lugar en que para
Marx: en el síntoma.
Si la vida y el discurso plantean una elección forzada que
puede escribirse como “la simplicidad o la vida”, el psicoanálisis permite una
conservación de la vida sin oponerse a la tendencia general a la simplicidad,
simplificando las vías de la satisfacción. En nuestro discurso eso es lo que se
escribe como el S1 en el lugar del producto.
Poner la pérdida de saber en el lugar de la causa fue lo que
hizo Marx diciéndole al proletario “ya has perdido demasiado”, a lo que Freud
le responde que no hay manera de hacer eso más allá del uno por uno, porque de
salir expulsado como un bagazo se obtiene satisfacción.
Un tratamiento alternativo al trabajo de ideal consiste en
abrirle la vía a la especificidad sexual que el discurso del amo enmascara, de
la cual el síntoma se hace el representante en la vida social. Esa es la llave,
el síntoma como el representante del hecho de que exista la representabilidad
de lo que causaría que un individuo tienda a elegir un camino de pérdida de la
complejidad del discurso con el que repite, como el transfinito de la
repetición infinita.
Cada discurso es de esta manera un tratamiento específico de
la entropía y nuestro designio tanto en el consultorio como en la escuela está
conducido por un deseo de revertir la tendencia a un discurso de amo que
siempre es el resultado más probable, produciendo un plus de especificidad, un
plus de indeterminabilidad, una ganancia en grados de libertad.
Para ello nos sostenemos sobre el fundamento material del
lenguaje. Puede parecer que la evolución impulsa hacia un aumento creciente de
complejidad y por lo tanto de determinación, pero en un nivel de base lo que
ocurre son simples errores de transcripción. Cuáles de esos errores de
transcripción son más viables en relación con una realidad efectiva dada, es el
punto sobre el que se funda la biología como ciencia. Y la lingüística también.
En la base de un determinado “progreso” lo que hay es un
error de transcripción y un juego de probabilidades. De tal manera que cada
estado de cosas es el más probable que exista y constituye el mínimo nivel de
entropía posible dadas las circunstancias antes de que vuelva a aumentar. Este
es por cierto el nivel donde el último Lacan se encuentra con el Freud
paralelo: ese que en cada momento clave de su elaboración, volvió a una
doctrina atomista del funcionamiento psíquico, con unidades discretas que son
al mismo tiempo mutaciones en la transcripción y condensadores de satisfacción,
sin ningún orden preestablecido.
Tomemos como ejemplo al régimen paterno y su sustituto, el
régimen de las identidades. Si el régimen de las identidades puede expandirse
globalmente, es porque el ecosistema discursivo lo favorece, si el régimen
paterno está en vías de extinción, es porque las condiciones en las que
prosperó cambiaron radicalmente. Mañana podrían cambiar un poco más y
volveríamos a ver otro régimen paterno o aparecería otra cosa. Pero lo que
parece más probable es que siempre exista alguna clase de régimen del Uno que
excluya la especificidad sexual de cada hablante. Por eso es fundamental
nuestra tarea de mantener un reservorio de indeterminación de los hablantes.
El discurso analítico produce errores de transcripción. Es
el equivalente en el discurso de la invención de la reproducción sexual en la
vida biológica: Así como en la reproducción asexual bacteriana la mutación es
algo que sucede aleatoriamente cada cierto tiempo, mientras que la reproducción
sexual hace de la mutación su objetivo, así la invención del individuo, que
sucede en el discurso del amo de manera aleatoria cada cierto tiempo, es todo
el objeto de nuestro empeño: éste es congruente con la democracia, ni pueblo
elegido ni superhombre, sino a cada uno su nombre propio.
Desde esta perspectiva el síntoma es una exigencia de
simplificación cuando el mecanismo de la repetición se ha vuelto insostenible
para un sujeto, y el psicoanalista presta su propia especificidad para hacer
posible la simplificación de un sistema que todavía no sabe que ha sucumbido a
su propia manera de producir entropía.
En el quinto paradigma, el aislamiento del significante
unario como producto del discurso analítico abrirá la vía para la última
enseñanza de Lacan, donde el Uno solito existe desarticulado, y el saber
deviene enjambre. La ética de una rasgadura que el real de todos modos opera
sobre la realidad efectiva, es también la ética de la singularidad. Es por lo
que puede formularse que el psicoanálisis existe a causa del síntoma, a causa
del síntoma de un psicoanalista.
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