lunes, 5 de diciembre de 2022

Entropía

La ética de la rasgadura (kintsugi).

Lo que es racional es real y lo que es real es racional. La famosa sentencia de Hegel tiene una actualidad desbordante. Podríamos traducirla como: Las cosas están en el mejor estado posible. Esta es la primera aproximación que haré al concepto de entropía el día de hoy, un punto de partida necesario para captar la noción de goce a la altura del seminario XVII.

La noción del real en Lacan está en una asíntota con la noción de realidad. El goce pasa de lo imaginario a lo simbólico para desembocar en lo real, separándolo definitivamente de una realidad cuyo estatuto el estructuralismo había dejado ya en situación de precariedad. Es la misma asíntota se va produciendo entre el inconsciente y el goce. Con la presentación de los cuatro discursos asistimos a otro intento de articulación entre dos conceptos disjuntos.

Desde el cuarto paradigma, el inconsciente es el pliegue en el cual colapsa el campo de la realidad. Precisando a Hegel: Lo que es racional es realidad efectiva, y lo que es realidad efectiva es racional, pero eso está lejos de ser todo lo que existe. Como agentes del discurso analítico rasgamos el texto de la realidad en condiciones más o menos controladas, cosa que el real hace a su manera de todas formas, porque suponemos que el real no es un total despropósito.


Desde el tercer paradigma la realidad efectiva es aquello que toma su consistencia de la constante de sufrimiento que resulta de su falta en relación con determinada norma que la organiza. Esta falta empuja al discurso común hacia la necesidad de volver a erigir cada vez un ideal hacia el cual conducir el estado realístico de las cosas. Es lo que constituye la estructura misma del discurso del inconsciente o del amo, el tejido mismo de la realidad efectiva.

Pero lo que llamamos un síntoma no se fundamenta simplemente en la distancia entre un estado de cosas y un ideal. Un síntoma es la distancia entre el sistema completo de la realidad efectiva y su límite. Del trabajo de ideal no viene sino una degradación de la realidad que se acumula y se vuelve más pesada.

Es la causa de por qué los discursos son cuatro y no uno solo: el discurso del amo gira sobre sí mismo bajo el peso del plus de gozar que acumula. La ética de la rasgadura se opone a la manera tradicional de resolver este plus de gozar henchido mediante el trabajo de ideal.

La entropía es un asunto de sentido común.

Según Ben-Naim en "La entropía develada", en la concepción de la entropía hay dos formulaciones:

1.       Determinista: el calor siempre fluye de cuerpos más calientes a más fríos (Carnot, Kelvin Clausius)

2.       Probabilista: La entropía se relaciona con el número de estados posibles entre las partículas de un sistema.

Boltzmann postuló una ley que supone una estructura atómica de la realidad y al mismo tiempo establece una representación probabilística de una ley física por primera vez. Si en Kelvin el calor es un fluido que se propaga por el éter, en Boltzmann el calor es una diferencia cuantitativa del movimiento de las partículas que componen un material. Sin romper ninguna ley newtoniana, Boltzmann supuso que había muchísimas partículas pequeñitas e indiferenciadas que hacían mucho más probables los comportamientos observados.

Hay estados posibles y estados imposibles, pero dentro de los estados posibles hay unos más probables que otros. Hay varios estados imposibles que la ciencia del último siglo y medio ha podido aislar. Por ejemplo, no hay ninguna manera espontánea o artificial de conseguir los siguientes estados:

1.       Alcanzar la velocidad de la luz si se tiene masa

2.       Alcanzar el 0⁰K

3.       Enfermar de una infección si no existe su agente en el organismo.

Nosotros podemos decir de manera análoga que no hay ninguna manera de que exista un ser hablante que no tenga ningún síntoma. El grado cero del síntoma en un hablante es imposible.

Por el contrario, es improbable que de manera espontánea se pueda

1.       Viajar al futuro a una velocidad cercana a la velocidad de la luz.

2.       Que un vaso de agua al clima en Bogotá se congele

3.       Enfermar gravemente y morir de una enfermedad infecciosa de la que estoy vacunado

En nuestra analogía podemos avanzar que es improbable que una vez que un síntoma se desencadena, pueda mejorar sin ninguna clase de tratamiento.

Lo más probable es lo que tiende a pasar. Por ejemplo, si ponemos una gota de tinta en un vaso de agua vamos a observar que la tinta espontáneamente se disipa hasta que todo el líquido tiene un color uniforme. Para lograr el proceso contrario habría que aplicar trabajo.

Que, en el universo, entre las permutaciones posibles de los elementos de un conjunto sean abrumadoramente más frecuentes las configuraciones más simples, que contienen menos información, implica que la entropía tiende a aumentar siempre y que los procesos contrarios son muy improbables.

La segunda ley de la termodinámica entra al psicoanálisis en dos momentos: La aisló Freud en 1920 con la noción de pulsión de muerte y la introdujo Lacan en 1967 con la equivalencia entre el objeto plus de gozar y la noción marxiana de plusvalía.

En la noción de plusvalía, ampliamente trabajada por Lacan en el seminario de los cuatro discursos, el capital se autorreplica a costa de la salud y de la vida de los cuerpos de los trabajadores. Marx, en lenguaje boltzmanniano, diría que era muy poco probable en el siglo XIX que un trabajador se volviera más saludable y rico yendo a trabajar a la fábrica todos los días.

La complejización y empoderamiento del capital se paga con la simplificación mortificante del cuerpo del trabajador, el cual entra en la maquinaria del capital como portador de una fuerza de trabajo y sale expulsado como un bagazo. La noción de plusvalía muestra cómo el aumento de complejidad en una parte del sistema se realiza a costa de su disminución en otra. Si la entropía disminuye en un espacio determinado, tiende a aumentar en alguna otra parte.

A la altura del seminario XVII el saber no es más que el conjunto significante articulado, es decir, complejizado. El discurso del amo funciona creando articulaciones cada vez más complejas. Por otra parte, el objeto a, es pérdida de articulación, parcialidad. Por eso el saber se define en este seminario como medio de goce. Objeto a y Saber son el anverso y el reverso de lo mismo, así como Significante unario y sujeto son el anverso y el reverso de lo mismo.

La vida y el discurso en un nivel cuántico

La única manera de contrarrestar la muy probable tendencia a la desarticulación es el trabajo como introducción de una configuración específica que pueda autorreplicarse, cosa que hacen tanto la vida como el discurso del amo. El precio que se paga es que al monopolizar artificialmente las configuraciones que hacen más viable la autorreplicación de una configuración específica en un determinado espacio, se produce necesariamente un aumento de la probabilidad de configuraciones más simples en el conjunto total de las configuraciones posibles fuera de él. Es como hacer trampa en las carreras de caballos: Si inyectáramos una sustancia a un caballo, aumentando la probabilidad de que gane la carrera, necesariamente se hacen disminuir las probabilidades de que los demás lo hagan.

El discurso analítico, que es el reverso del discurso del amo, opera desarticulando el saber, descoyuntándolo. Su clave no está en el objeto a como pérdida que necesariamente aumenta con cada repetición, ni en el sujeto como el proletario cuya fuerza vital es sustraída en este procedimiento. En el seminario XVII la clave para Lacan está en el mismo lugar en que para Marx: en el síntoma.

Si la vida y el discurso plantean una elección forzada que puede escribirse como “la simplicidad o la vida”, el psicoanálisis permite una conservación de la vida sin oponerse a la tendencia general a la simplicidad, simplificando las vías de la satisfacción. En nuestro discurso eso es lo que se escribe como el S1 en el lugar del producto.

Poner la pérdida de saber en el lugar de la causa fue lo que hizo Marx diciéndole al proletario “ya has perdido demasiado”, a lo que Freud le responde que no hay manera de hacer eso más allá del uno por uno, porque de salir expulsado como un bagazo se obtiene satisfacción.

Un tratamiento alternativo al trabajo de ideal consiste en abrirle la vía a la especificidad sexual que el discurso del amo enmascara, de la cual el síntoma se hace el representante en la vida social. Esa es la llave, el síntoma como el representante del hecho de que exista la representabilidad de lo que causaría que un individuo tienda a elegir un camino de pérdida de la complejidad del discurso con el que repite, como el transfinito de la repetición infinita.

Cada discurso es de esta manera un tratamiento específico de la entropía y nuestro designio tanto en el consultorio como en la escuela está conducido por un deseo de revertir la tendencia a un discurso de amo que siempre es el resultado más probable, produciendo un plus de especificidad, un plus de indeterminabilidad, una ganancia en grados de libertad.

Para ello nos sostenemos sobre el fundamento material del lenguaje. Puede parecer que la evolución impulsa hacia un aumento creciente de complejidad y por lo tanto de determinación, pero en un nivel de base lo que ocurre son simples errores de transcripción. Cuáles de esos errores de transcripción son más viables en relación con una realidad efectiva dada, es el punto sobre el que se funda la biología como ciencia. Y la lingüística también.

En la base de un determinado “progreso” lo que hay es un error de transcripción y un juego de probabilidades. De tal manera que cada estado de cosas es el más probable que exista y constituye el mínimo nivel de entropía posible dadas las circunstancias antes de que vuelva a aumentar. Este es por cierto el nivel donde el último Lacan se encuentra con el Freud paralelo: ese que en cada momento clave de su elaboración, volvió a una doctrina atomista del funcionamiento psíquico, con unidades discretas que son al mismo tiempo mutaciones en la transcripción y condensadores de satisfacción, sin ningún orden preestablecido.

Tomemos como ejemplo al régimen paterno y su sustituto, el régimen de las identidades. Si el régimen de las identidades puede expandirse globalmente, es porque el ecosistema discursivo lo favorece, si el régimen paterno está en vías de extinción, es porque las condiciones en las que prosperó cambiaron radicalmente. Mañana podrían cambiar un poco más y volveríamos a ver otro régimen paterno o aparecería otra cosa. Pero lo que parece más probable es que siempre exista alguna clase de régimen del Uno que excluya la especificidad sexual de cada hablante. Por eso es fundamental nuestra tarea de mantener un reservorio de indeterminación de los hablantes.

El discurso analítico produce errores de transcripción. Es el equivalente en el discurso de la invención de la reproducción sexual en la vida biológica: Así como en la reproducción asexual bacteriana la mutación es algo que sucede aleatoriamente cada cierto tiempo, mientras que la reproducción sexual hace de la mutación su objetivo, así la invención del individuo, que sucede en el discurso del amo de manera aleatoria cada cierto tiempo, es todo el objeto de nuestro empeño: éste es congruente con la democracia, ni pueblo elegido ni superhombre, sino a cada uno su nombre propio.

Desde esta perspectiva el síntoma es una exigencia de simplificación cuando el mecanismo de la repetición se ha vuelto insostenible para un sujeto, y el psicoanalista presta su propia especificidad para hacer posible la simplificación de un sistema que todavía no sabe que ha sucumbido a su propia manera de producir entropía.

En el quinto paradigma, el aislamiento del significante unario como producto del discurso analítico abrirá la vía para la última enseñanza de Lacan, donde el Uno solito existe desarticulado, y el saber deviene enjambre. La ética de una rasgadura que el real de todos modos opera sobre la realidad efectiva, es también la ética de la singularidad. Es por lo que puede formularse que el psicoanálisis existe a causa del síntoma, a causa del síntoma de un psicoanalista.

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