miércoles, 2 de febrero de 2022

Autorizarse a qué

Queridos colegas de Caracas, en primer lugar, les saludo y agradezco la invitación para conversar sobre lo que hacemos cada día. Para avanzar pronto hacia la conversación, les planteo un enunciado en el cual mi doctrina actual del acto se manifiesta. Autorizarse a hacer equivocar el algoritmo. Traigo a control enunciativo hoy la finalidad y los medios de los cuales disponemos para esta definición del acto psicoanalítico.

Así como los virus tienen la llave para abrir las células y convertirlas en sus propias fábricas, la inteligencia artificial contemporánea, que ya es un hecho, tiene sus mecanismos para causar el deseo en cada uno de nosotros de hacerla prosperar.

Es lo que aporta Mother/Android recientemente, al postular una inteligencia artificial que lejos de compadecerse o sencillamente repugnar de la debilidad de la carne, la hace parte fundamental de su estrategia. En el discurso central de la película, donde se expone su doctrina, se nos explica que esta nueva versión del robot rebelde hackea el programa de los seres humanos y usa nuestra manía gregaria para hacer más eficaz su insoslayable avance. De modo que es más como Android, que como Mother que la protagonista puede aspirar a sobrevivir, es decir, pensando como una máquina.

Para hacer equivocar al algoritmo hay que hacer que el hablante mute, para eso hay que hacer que el hablante se eche a hablar. Puesto que no hay más setting que este, pudimos sobrevivir al confinamiento de casi dos años, por medio de las herramientas digitales. Algo en lo que los venezolanos ya habíamos hecho un recorrido a partir de lo que se llama, ya sin ninguna vergüenza, nuestra “diáspora”.

Hacer que alguien se eche a hablar inaugura para quien consiente a hacerlo, una dimensión que no había experimentado nunca. Comienza a desplegar el campo minado donde se paseaba sin saberlo y que tiene una configuración específica. Cada vez que nos ponemos a hablar no se sabe dónde nos vamos a equivocar y con ello desbloquear otro nivel del juego.

Autorizarse es sobre todo autorizarse a recibir lo contingente separándolo de lo que espera quien escucha, porque es la única manera de desbloquear caminos en un laberinto que no se transita con el pensamiento. Es así como quien habla va articulando el algoritmo de sus callejones sin salida y de las invenciones posibles que debe hacer con cada uno de ellos.

Alea iacta est como modelo del acto sigue vigente, pero aparentemente en este momento no es posible abrir el mar Rojo levantando la mano. El acto se retiró de la política y nos pertenece, está en los pequeños movimientos del lenguaje. En esas pequeñas ondas que una vez lanzadas no se sabe a dónde van a parar. ¿Por qué soportamos tan mal estar en uno de los pocos lugares donde es posible el acto en la vida contemporánea, como si añoráramos un espacio, el de la política, que se declara incompetente para estos asuntos?

Es parte de lo que explica el ruido que produce “Don’t look up”, cuando en una de sus sátiras pone al gurú elonmuskesco a predecir la muerte de dos de los personajes principales. Para uno morir solo y con una muerte tan común que no merece ni la pena recordarla, para la otra ser devorada por un bronteroc ¿Por qué se equivoca el algoritmo con el Dr. Mindy pero es preciso hasta el absurdo con la presidenta Orlean? Es porque el Dr. Mindy es capaz de parar su destino de huir del displacer e intentar complacer a los demás para calmar su angustia, que puede hacer equivocar al algoritmo. Con lo que vemos que leer el síntoma se ha vuelto un asunto de sentido común, y que si no fuera por la transferencia y porque nos importa el destino de la lectura que hacemos de los síntomas, ya estuviéramos totalmente desempleados. 

No debería tomarnos por sorpresa esta potencia de lo simbólico en su vertiente más cruel de cifra dura. Después de todo Lacan al comienzo lleva el estructuralismo a extremos insospechados al hacer surgir cualquier estructura de la secuencia azarosa del lanzamiento de una moneda, a lo cual le da el ascendiente freudiano del Fort-Da, sin que quede claro que para Freud el Fort Da se plantee sin intención en un puro juego de cara o sello. Ya a la altura de 1956, en la continuación del Seminario de la Carta Robada, desde donde se anuncia su paso de lo probabilístico a la topología, plantea que un análisis es el recorrido de un significante, a la manera del clinamen del átomo cuando cae.

Esta es una forma de materialismo contingente o aleatorio, como lo va a llamar Althusser en 1982, cuya corriente subterránea lo hace una forma de materialismo sistemáticamente desconocida desde Epicuro hasta Derrida, y encubierta por un materialismo teleológico a la manera de una represión.

En este materialismo no debemos olvidar que se encuentra nuestra herencia, cuando hablamos de nuestro real, el cual procede de lo lógico puro, aunque lo impugne. Pues toda substancialización de este real conlleva o a las peores formas de religión, así sea la del progreso, o de una palabrería que bajo la apariencia de su sin-sentido esconde una forma grosera de seducción.

Por esto es por lo que quien se autoriza a escuchar lo contingente y a permitir reconstruir el algoritmo de sus callejones sin salida para una singularidad, adquiere el compromiso de transmitir formalmente la manera como opera, en esa buhardilla del consultorio que se llama la escuela. De ahí le retornarán las noticias de los efectos de lo que hace y ahí podrá encontrar el coraje para enfrentar el hecho de que el psicoanálisis que hacemos hoy de manera inevitable produce el perfeccionamiento de los algoritmos del mañana.

Siendo este un real frente al que solo podemos esperar que la escuela de hoy también esté produciendo los psicoanalistas del mañana.

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