domingo, 11 de mayo de 2014

Síntoma y Capitalismo II

Tomado de la Web de la Nueva Escuela Lacaniana

Carlos Márquez (Responsable), Juan Felipe Arango, Ángel Sanabria

Plantear que el síntoma es psicoanalítico y que es lo más cercano a UnReal del capitalismo, permite mostrar:

Que frente a un astuto seudo-discurso, que tiende a presentar al psicoanálisis menos como una amenaza subversiva que como algo siempre pasado de moda, incomprensible, enojoso y prescindible; es posible sostener que por el contrario es pertinente, relativamente muy joven y de una gran vitalidad.

Que cuestiones como la extensión del carácter virtual del mundo, la abolición del problema de la verdad y de la causa y la disolución de los fundamentos aparentemente inamovibles de la cultura, no encuentran un corte en el intento fundamentalista de frenar esa máquina.

Que encontrar un padre vivo para hacer de su capricho mi ley, es hacer lo mismo que se critica. Por lo tanto, la respuesta no la tiene un pueblo o una vanguardia de políticos, obreros, burgueses, estudiantes o técnicos, tampoco la tiene por cierto un individualismo generalizado donde cada uno está en la obligación de transmutar todos los valores. Entonces, no la tienen ni Marx ni Nietzsche.

Que el lugar donde puede desplegarse y eventualmente liberarse el síntoma es el discurso psicoanalítico. Éste muestra que un corte al mandato de circulación permanente está más del lado de la alfarería y la artesanía, de la fábula o la canción popular. En la Escuela tenemos a quienes pueden dar testimonio de que se puede decir que no, y entonces comenzar a decir que sí de otra manera.

En medio de la producción incesante de objetos, eslóganes y gadgets, el sujeto puede orientarse con lo que menos se esperaba, a partir de un rechazo que se le impone sin que se sepa bien por qué o cómo.

Esta nueva orientación es contingente, pues depende del modo como el sujeto se encontró con la lengua y con un analista; está sostenida sobre un escrito que no puede leerse de una vez por todas; y tiene la ley de su propia lectura y el límite de la mortificación que puede ejercerse sobre el propio cuerpo.

La política de nuestro discurso no debe plantearse como una confrontación y una denuncia constante de lo que pasa. Hay que estar advertidos, pero existir en las grietas. En algunas partes las grietas darán para un cómodo apartamento, en otras serán simplemente grietas. Ahí hay que ponerse para que se despliegue el funcionamiento inédito de lo que se atasca con el mandato de circulación permanente. Es deber ineludible de las instancias de la Escuela hacer todo lo que se pueda para que ese lugar insensato se preserve en el tiempo.

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