miércoles, 5 de marzo de 2014

Síntoma y Capitalismo I

Tomado de la Web de la Nueva Escuela Lacaniana

Carlos Márquez (responsable), Ángel Sanabria, Juan Felipe Arango

¿En los países donde la NEL existe podemos captar en nuestra práctica los efectos de lo que Lacan llamó el Discurso del Capitalismo Contemporáneo (DCC) (LACAN, 1972)?

El agalma de nuestra orientación es que hay que ocuparse de lo que está pasando, pero partiendo siempre del punto de la formación del analista para volver a él. Se trata del significante con el cual rodeamos un agujero, hay que preguntarse por Unreal y el capitalismo de modo que lo haga resonar.

El discurso del amo naturaliza la satisfacción pulsional, pero se topa con lo real como aquello que no marcha, constituye la matriz de todo discurso en tanto instala un imperativo que le es propio y que hace que “eso” marche - gobernar, educar, provocar . Su reverso, el discurso analítico, es la matriz de todo cambio de discurso. Constituye la escritura de la emergencia de la causa del deseo en el giro hacia lo nuevo e inesperado en el lazo social.
El DCC por otra parte es una estrategia que no apela a la naturalización de la satisfacción pulsional. Se presenta como una “astucia” (LACAN, 1972) que hace aparecer efectos de inconsistencia generalizada. Cada uno tiene el mandato de encontrar un acomodo a lo que le sobra para seguir circulando. Mediante el borramiento del problema de la causa y de la instancia de la verdad como soporte del discurso, escamotea lo que no marcha y excluye el encuentro con lo imposible, no se trata ya de presentarlo como prohibido. El vector que va del objeto (a) al sujeto en la escritura que hace Lacan de este discurso, muestra los efectos de indistinción y por lo tanto de desorientación radical que le son propios. Una máquina perpetua que usa la entropía como combustible.

¿Podemos ubicar su real por la vía del retorno de lo excluido, y en particular por los estragos que deja a su paso: En el "consumirse" del sujeto cumpliendo los imperativos de goce y en el "consumirse" las condiciones de vida del humus-humanus a escala planetaria?
El capitalismo contemporáneo existe en dos modalidades, el capitalismo corporativo y el burocrático. La característica principal es la saturación de la falta-en-ser a partir del uso de objetos, y el desplazamiento de lo que Freud llamó la masa artificial por la masa espontánea, como forma preeminente de vínculo social. (FREUD, 2004)

La versión corporativa aun siendo más amigable con el psicoanálisis, recibe de éste una contestación radical: No todo puede in-corporarse. Para su tratamiento de lo que no anda, el nuevo amo no ejerce la disciplina del cuerpo, no naturaliza la satisfacción como dirigida al supremo bien. Cada uno puede concebir su goce como natural o “construido”, o como lo quiera decir, todo lo que se exige es que no estorbe la circulación de las mercancías, de los eslóganes, de los cuerpos. Si desde alguna instancia se quiere sostener una prohibición de las que hasta hace pocas décadas era considerada indispensable a la subsistencia de la cultura, inmediatamente es neutralizado, puesto de lado.

Esto no puede sostenerse sino en un eterno conflicto, pero las contradicciones no amenazan a este nuevo capitalismo, sino que lo sostienen. ¿Será por ello que Lacan nos obsequia con el enigma de que Marx fundó el DCC? (LACAN, 1972). En todo caso en su nombre se fundó el Otro capitalismo, del que las dos sátiras de Orwell nos dan una descripción tan eficaz.

El capitalismo burocrático no murió en la última década del siglo XX, es una deriva siempre posible allí donde el corporativo apenas se haya implantado o haya retrocedido relativamente. Como pasó en Rusia o en la República de Weimar, la cuerda siempre se rompe por lo más delgado.

El capitalismo burocrático siempre se presenta como alternativa, porque es una rígida moral que intenta detener o regular el uso de objetos de satisfacción que circulan en el mercado. Esta regulación se hace en función de ideales aparentemente muy sólidos de índole política o religiosa que se organizan como un fundamentalismo. Se puede constatar que la burocracia que nace de esta intentona goza obscenamente de estos mismos objetos, y que por sus leyes enloquecidas los “ciudadanos” de estas nuevas “democracias” se ven obligados a acceder a ellos de manera ilegal. Finalmente el único objeto del que se puede gozar continuamente, lo único a lo que se tiene plenamente derecho a usar para obturar la falta es el cuerpo del líder, sus palabras, su mirada, finalmente su cuerpo embalsa-amado.

El capitalismo corporativo exige una circulación constante que vuelve líquido cualquier soporte simbólico que pudo haberse tenido como inamovible durante generaciones, siglos y hasta milenios. Al develar su carácter de semblantes los pone a circular. La reacción hipermoral del capitalismo burocrático empuja a las sociedades a escindirse, a veces geográficamente, otras veces en construcciones sociales tipo gueto dentro de una misma ciudad, a veces de modo más sutil. Constituye una excrecencia burocramentosa que intenta frenar el vértigo de un “sistema” donde “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Lo que sucede realmente es que la circulación sólo pasa a lo clandestino, al mercado negro.

Pero no todo sucumbe absolutamente a este estado de cosas. Tomemos dos excepciones globales: La Iglesia y los Derechos Humanos (DDHH). En cuanto a la Iglesia, como siempre, ha funcionado como solución para algunos. Frente a ella la respuesta del psicoanálisis sigue siendo corrosiva, disruptiva y subversiva, pues constituye el reverso exacto de lo que intentamos sostener en este discurso. Sería necesario recordarnos que es un reverso al que conviene acercarse más con ironía que con sarcasmo. Por ello demos gracias a Dios de que la Iglesia haya perdido la fuerza efectiva para hacer que todos entren por su solución.

Los DDHH aunque gozan de prensa y popularidad, no tienen mucha fuerza efectiva aún. En las sociedades donde las corporaciones tienen su centro, los DDHH retroalimentan una base relativista que busca disolver todo vestigio del régimen paterno para facilitar la circulación, en cuanto a donde las corporaciones tienen su periferia, ahí es el llanto y el rechinar de dientes, nadie se entera hasta que mueren cientos de personas en el edificio de una fábrica que colapsa.

En el capitalismo burocrático también se hace una lectura selectiva de ellos, y se aplican a diferentes sectores de la población según diferentes criterios de amigos y enemigos. Los DDHH consisten en un intento por responder a los excesos que el iuspositivismo y el historicismo produjeron en conjunción con la irrupción en el ámbito público de las masas espontáneas. Vuelven a proponer a un ser humano que se puede defender de su propia crueldad en tanto en él existirían de manera inherente, natural, una serie de marcas distintivas universales.

El DCC, con su aparente contradicción entre bloques, sus guerras permanentes, sus reorganizaciones significantes, no solo no encuentra un asidero, un ancla, sino que requiere la eliminación de cualquier cosa que quiera presentarse como tal. El sujeto de este estado de cosas es quien con su demanda lo pone a funcionar. Hastiado o exhausto, en la medida en la que pueda hacer uso de ciertas libertades, sobre todo la libertad de la palabra, y que no esté sometido a la cruda necesidad de subsistir, podría tropezar y caer del carrusel de la circulación permanente.

Esto nos ubica en lo que nos interesa, la emergencia de una excepción que por primera vez no viene desde lo universal. Es la excepción a la circulación constituida por el síntoma psicoanalítico. Al lado de los DDHH y de la Iglesia, la otra gran contestación al DCC la hace el síntoma, en tanto escuchado por un psicoanalista. Se expresa como un sufrimiento en el cuerpo que no encuentra acogida en el discurso médico ni tratamiento posible por la psicoterapia. Un incurable que no se somete al mandato de encontrar un acomodo. Tiene un uso singular que se opone al eslogan de “ser-uno-mismo”, siempre y cuando se haga lo que hace el modelo que se propone, sea líder, mercancía o celebridad.

Es esto lo que puede efectivamente funcionar como un real en medio de la disolución de lo social, sea por la vía de la semblantización de la vida que opera el capitalismo corporativo o por la vía de la construcción arbitraria de experimentos a los cuales hay que someterse con un doblepensar que escamotea al discurso del inconsciente.

Lo real del capitalismo en esta época es el síntoma psicoanalítico. Los psicoanalistas lo hacemos aparecer entre los escombros de lo simbólico como solía ser y las nuevas configuraciones que se van articulando. Esto no es fuera de contexto, ni en condiciones de laboratorio. Miller dice que “el psicoanálisis es claramente incompatible con todo orden totalitario”, y que la democracia es una condición de posibilidad del psicoanálisis, “…Mientras la división del trabajo, la democracia y el individualismo no hayan producido sus estragos, no habrá lugar para el psicoanálisis.” (MILLER, 2012) Por lo tanto la calidad de la democracia impactará en la expresión de los síntomas, siempre y cuando no se cierre la condición de posibilidad del psicoanálisis mismo con la implantación efectiva de un verdadero totalitarismo. Deriva que siempre es posible cuando se desencadena el capitalismo burocrático. Una vez extinguido el psicoanálisis en una determinada sociedad, “su” síntoma se irá con él.

La modificación del estatuto del síntoma puede captarse con claridad en el siguiente ejemplo: Si “lo que distingue al discurso del capitalismo es la Verwerfung, el rechazo fuera de todos los campos de lo simbólico, con lo que ya dije que tiene como consecuencia. ¿El rechazo de qué? De la castración” (LACAN, J., 1972), y la forclusión se corresponde con un retorno en lo real, lo que habría sido una fobia en respuesta a la insuficiencia de la metáfora paterna, ahora se manifiesta como mudo panic attack o una agitación del cuerpo infantil, renuentes a la dialectización por la palabra y prestos al tratamiento farmacológico. Eso es darle al síntoma la calidad de puro semblante. Determina un tratamiento que devuelve a quien lo padece al carrusel de la circulación permanente.

Lo sucedido en Bélgica nos muestra que “la AMP es el mejor instrumento del que disponemos hoy para conseguir los objetivos del psicoanálisis” (BASSOLS, 2013). Uno de estos objetivos es el de sostener la formación distintiva del psicoanalista, y por lo tanto la condición de posibilidad de “su” síntoma.

El único discurso actual que puede desnaturalizar la pulsión, sin producir más desorientación, es el psicoanálisis. Propone "un" real que pueda articularse en cada caso a la causa del deseo, que opere un “no” a cierto goce. Frente al retorno como estrago de lo excluido por el discurso capitalista no hay una “solución”, sino la posibilidad de salida de su circularidad siguiendo la vía prescrita por el síntoma. Así como según Freud el humor es un “tránsfuga del superyó”, el discurso psicoanalítico hace del deseo, por lo general dócil, un tránsfuga del discurso capitalista.

Otras Elaboraciones en este Blog:
Síntoma y capitalismo II
Inconsciente y Política

Biografía
Bassols, M. (diciembre de 2013). Entrevista a Miquel Bassols para Psicología Rosario/12. Obtenido de http://wapol.org/fr/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=5&intArticulo=2717&intIdiomaArticulo=1
Freud, S. (2004). “Psicología de las masas y análisis del yo”, Obras Completas, Volumen XVIII, Amorrortu, Buenos Aires, 1986.
Lacan, J. (04 de mayo de 1972). Obtenido de Seminario 19: http://centrodedifusionyestudiospsicoanaliticos.files.wordpress.com/2013/03/24-seminario-19integrado.pdf
Lacan, J. (1972). Du discours psichanalytique. Recuperado el 25 de Junio de 2007, de http://www.ecole-lacanienne.net
Miller, J.-A. (26 de abril de 2012). Anguila. Recuperado el 03 de enero de 2013, de Página 12: http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-192679-2012-04-26.html

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