sábado, 31 de diciembre de 2005

El Psicoanálisis y el Texto

Carlos Márquez

Introducción


El 9 de mayo de 1957 Jaques Lacan, quien hacía ya siete años que había iniciado su enseñanza, dictó una conferencia a la que lo había invitado el grupo de filosofía de la Federación de estudiantes de letras. No quería dejar de aprovechar lo poco de común que tiene el momento actual con aquel, al que sin duda podemos calificar de acontecimiento del pensamiento psicoanalítico, para rendirle homenaje a Lacan, pero sobre todo a los textos que produjo, y que aun hoy después de más de veinte años de su muerte, hace girar a su alrededor a psicoanalistas de todo el mundo. Esa es una de las características del texto para nosotros, aun sin poder explicarnos ese sortilegio del todo, un texto es generador de transferencia, es decir, uno le supone a un texto un deseo, más allá de la persona que lo haya escrito, y al que tenemos la mala costumbre de nombrar como "el autor". La trampa de este sortilegio llamado transferencia, es que uno le suponga también un saber para dar cuenta del deseo que causa.

He dicho "lo poco de común que tiene el momento actual con aquel" y me refería a lo siguiente: El centro de estudiantes de la Escuela de Letras de la UCV formula acuerdo con el Coordinador de nuestro grupo de trabajo para que haya una serie de conferencias. La primera conferencia se da el día 19 con lo que nos pone a sólo diez días del 48° aniversario de la conferencia que dio Lacan frente a estudiantes, también de letras.

El texto que Lacan produjo en esa oportunidad se llama "La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud" (2)


El Problema


Hasta ahí las similitudes. Después de 48 años y diez días podríamos aventurarnos a hacer un ejercicio de saldo. Lacan estaba produciendo su texto desde el estructuralismo, que prometía darle a las ciencias humanas el asidero epistemológico tan esperado desde Augusto Comte. Este asidero, que era El Dorado para la crítica literaria, la sociología, la antropología y otras, lo era porque proporcionaba un objeto material diferente al de la física, totalmente humano, y brindaba la posibilidad de un método también riguroso, y apegado a lo empírico. Este objeto es el signo saussureano.

Lacan no había sido nunca un "buen" estructuralista. El inconsciente de Freud no corresponde con el de Levi-Strauss, como no había correspondido con el de los románticos en el momento de su descubrimiento. El Inconsciente de Freud no permite ningún asidero epistemológico firme, para él su obra es equivalente a la Crítica de la Razón que realiza Kant, en cuanto a las posibilidades de la razón de apropiarse de las características del mundo exterior, es la crítica de la razón en cuanto a las posibilidades de apropiarse de sus propios fundamentos subjetivos (3). Ahí también Freud se mostró modesto.

En fin, qué tenemos hoy en nuestras disciplinas, a las que todavía llamamos ciencias humanas. Ningún asidero epistemológico firme. Unos lo viven con júbilo, otros con menos. Unos reaccionan hacia el pasado, buscando los fundamentos en los "autores" de siempre, otros se aventuran en una suerte de búsqueda hacia delante, siguiendo intelectuales "gurú" para estar "actualizados", siempre es la misma estrategia, se busca los fundamentos en el Otro, en el que tiene un discurso autorizado por su fama.

La libertad actual del intelectual no es tal si pensamos que durante los noventa nos lanzamos a la crítica encarnizada de todos nuestros fundamentos para quedarnos alienados en el grito, más o menos altisonante, de alguno de estos gurúes. Mi método para enfrentar esta situación es no oponer resistencia.

Cómo actuar en un mundo intelectual y político fundado en principios descoloridos, deslegitimados, descalificados. En el campo del cual vengo, el campo freudiano, esto se lee como una declinación del nombre del padre, del cual podría decirse que no es más que un significante, privilegiado tal vez, pero un significante, dentro del texto que es la historia de un sujeto.

El nombre del padre viene del Otro y uno lo toma, para defenderse de ese Otro. Pero siempre le pertenecerá a él. Está regido por sus reglas retóricas. Está sometido a negociación continua. Como no proviene de la experiencia, vive en el mundo de los ideales, desde donde el enemigo interno juzga al sujeto.

El nombre del padre hace sistema con el superyó. Se le opone, es verdad, pero como en los juegos de palabras que llamamos dialéctica, es una oposición que hace sistema. Por eso su declinación no ha hecho sino fortalecer al superyó, y hacer que los sujetos contemporáneos lo busquen en el mundo exterior, entregándose a cualquier fantoche que hace simulacro de padre.

¿Cómo puede un sujeto en la actualidad sobrevivir a esta declinación de lo único que aun haciendo sistema, se oponía a los efectos devastadores de la pulsión de muerte bajo el semblante del superyó?

Un psicoanálisis va en el sentido de la declinación del nombre del padre, y del desmontaje de los ideales que la cultura ha estado operando desde las primeras oleadas de secularización que se dan en Europa desde los escándalos de los papas, pasando por las guerras de religión, hasta las grandes revoluciones políticas contemporáneas con la segunda revolución industrial. El psicoanálisis, como discurso, emerge para atajar los efectos de un proceso que no se reduce a los últimos diez o veinte años. Recordemos el caso del hombre de las ratas de Freud, cuando este neurótico lo fue a visitar ya había intentado la religión con magros resultados, y se había inventado una insoportable religión individual que es lo que llamamos una neurosis obsesiva (4).

Si el psicoanálisis va en el sentido de lo que actualmente está haciendo explosión evidente en todo el campo de la cultura global, es posible que pueda brindarle a un sujeto respuestas cuya limitación más evidente para los religiosos, los moralistas y los políticos, es que sólo podrán ser subjetivas, y muy difícilmente universalizables.


La Apuesta


El psicoanálisis le propone a un sujeto que lea con atención. ¿Qué es leer? Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, leer está íntimamente ligado a la comprensión de lo escrito. Pero no siempre fue así, es decir, esta palabra no siempre significó lo mismo. En el mismo diccionario aparece, como última acepción, poco usada, la relacionada con la lectio medieval, es decir el acto de enseñar un maestro a sus alumnos. Desde esta perspectiva, leer es explicar. Desde la edad media hasta ahora, leer pasó de escuchar, explicar o entender a comprender.

En 1891, el aún no psicoanalista Sigmund Freud publicó su monografía "Sobre las Afasias". Ahí, construyendo una teoría del "aparato del lenguaje" del cerebro, que le permitiera explicar el funcionamiento de ciertas perturbaciones del lenguaje, pasa a considerar, basándose en su experiencia subjetiva, la forma como los sujetos se hacen de las destrezas del habla, la lectura y la escritura.

El más extenso de los parágrafos está dedicado a cómo aprendemos a leer. Lo hacemos porque ya está escrito en nosotros el sistema de lo que él llamaba las representaciones de cosa y de palabra, y que Lacan traducirá al sistema conceptual del estructuralismo como "significantes". Reconocemos una letra en un papel como un pálido reflejo de la letra que es el fonema que hemos repetido del Otro antes para poder aprender a hablar. Es este el texto que leemos, el de las inscripciones que sobre nuestro aparato psíquico hacen las excitaciones provenientes de su exterior, que no es la realidad propiamente. Las leemos como hablamos, es decir, traduciendo. En este sentido Freud considera que la palabra "leer" tiene un significado parecido al que le daba la edad media o el Siglo de Oro español. Significa trasponer las representaciones de cosa en representaciones de palabra, siguiendo las leyes de éstas últimas.

Freud nos propone en este texto tres tipos de lectura. La primera, nos dice, es como cuando un sujeto lee pruebas de imprenta, pronto pierde el sentido de lo que está leyendo, deja de comprender, por poner atención a las particularidades de las letras. En segundo término está el sujeto que lee una novela, hace caso omiso de las fallas de imprenta, se permite no saberse los nombres extranjeros y sólo los recuerda muchas veces por una letra rara, este es el sujeto que comprende. Cuando un sujeto lee para comprender, lo puede hacer "para sí mismo".

La tercera de las formas de lectura es cuando se lee en voz alta, se pierde la comprensión por poner atención a la letra del texto que se lee, por decir esas letras con precisión suficiente para que las entienda quien las escuche. En la disyunción exclusiva que Freud nos propone, el sujeto puede deja de poner atención a la letra para comprender. Cuando, por el contrario, un sujeto pone atención a la letra no comprende nada, o tiende a perder la comprensión conforme progresa en la experiencia. Es o comprendo, o pongo atención a la letra.

Durante esa década el neurólogo Freud, devendrá en el psicoanalista Freud. Con este neologismo intentará dar cuenta de una experiencia en la cual un sujeto le lee en voz alta a otro que pone la atención en las fallas de escritura de su discurso. El analizante y el analista se encuentran, en virtud de la estructura de la experiencia de la lectura, más acá el uno, más allá el otro, de la posibilidad de comprender lo que dice el primero.

Cuando un psicoanalista invita a un sujeto a decir todo lo que se le ocurra, según la regla técnica fundamental, podríamos decir que lo está invitando a "recitar de memoria" lo que pasa por su pensamiento. Es una lectura en voz alta, cuyos inevitables tropiezos nos harán comprobar o no la hipótesis de un inconsciente en ese sujeto. Cuando el analista le pone atención a esta lectura en voz alta, está distrayéndose del sentido por perseguir las repeticiones fonemáticas que produce en su proferir palabras el analizante. El acto del psicoanalista, su interpretación, corresponde con una prohibición que le hace al sujeto que se analiza de comprender lo que el mismo dice, forzándolo a elegir la precisión científica de los enunciados sobre su propia historia. Forzándolo a seguir su propio discurso al pie de la letra, aun cuando esta precisión hace saltar su propio discurso en mil pedazos a cada momento.

Encontramos aquí al sujeto de la ciencia acostado en un diván. Que buscando la precisión, el significante que le dé consistencia a su discurso, es decir, el significante al que queda reducido el Dios de Descartes, encuentra la indeterminación de Heisenberg. Lo que es des-preciable en el discurso común se hace in-soportable en el decir del analizante.

Cuando un sujeto lee en el ámbito psicoanalítico, para estudiar o formarse, lo suele hacer desde la misma posición de analizante. Es lo que llamamos en el campo freudiano la disciplina del comentario de textos. Entonces comentar un texto y psicoanalizarse son estrictamente hablando, lo mismo. Pero en ninguno de los dos casos el sujeto puede solo con la tendencia a comprender y bloquear la causa de su deseo con sentido. Es con la compañía de un psicoanalista que tiene apenas la posibilidad de leer sin comprender para entonces poder actuar.

Pero ¿qué es un acto? Un acto equivale a la formulación de un principio. Si un acto equivale a la formulación de un principio ¿qué entendemos por "principio"? Un enunciado lo suficientemente breve y explícito al mismo tiempo, como para que uno pueda servirse de él para esclarecer el campo determinado de una práctica. Un juicio que tiene la propiedad de separar al sujeto de una situación confusa, entrópica, mortificante, que no le permite ejecutar acciones, sino reacciones a un entorno hostil.

Entonces un acto equivale a la formulación de un juicio del sujeto (7), que le permite mostrar la paralogicidad de un juicio proveniente de un Otro, que sólo se sustenta en su propia voluntad de poder. Sin enfrentarlo directamente, exponiéndose a esa voluntad, a menos que esté totalmente rodeado. Ese juicio del sujeto, que llamamos "principio", es el sustento de acciones más o menos adecuadas a dicho sustento. Su efectividad se mide en función de su capacidad para permitirle al sujeto la consecución de metas, que de otro modo le estarían vedadas.


Entonces un acto es el fundamento de numerosas acciones, y una defensa vital para el sujeto.


La ventaja del psicoanálisis es que le brinda al sujeto la posibilidad de formular principios, con los cuales organizar acciones que le permitan acometer sus tareas en un ambiente entrópico, o lo que es lo mismo, disolvente, de declinación del orden del padre, sin necesidad de identificarse con ese ambiente. Esto quiere decir, le permite actuar en función de su deseo, sirviéndose de esos principios subjetivos, sin necesidad de convertirse en un canalla.


Conclusión


Un texto es aquel escrito que es capaz de generar transferencia, esto es, que exista al menos un sujeto que le pueda suponer un deseo, esto es, una falta en el decir, y un saber para rodear esa falta.

Entonces, el texto que lee el sujeto es el de sus propias representaciones de cosa, es decir, las huellas de satisfacción que han dejado marca en su historia.

La disciplina del comentario de textos, impulsada por Jaques Lacan en su vuelta a Freud, equivale en estructura a lo que sucede con un sujeto que se psicoanaliza. Como en el caso del sujeto que se psicoanaliza, no se basta a sí mismo para esta tarea, es necesaria la presencia de un analista que mantenga su texto como incomprensible de modo de hacer de esta lectura un vehículo no de comprensión, sino de formulación de acto.

Un acto se corresponde con la formulación de un juicio que separa al sujeto de su alienación al Otro y la mortificación satisfactoria concomitante a esa alienación.

Entonces, el espacio para un acto es el modo como el discurso analítico le ofrece al sujeto una existencia digna haya o no declinado el orden social que instaura el nombre del padre. Un principio es un modo de prescindir del padre a condición de servirse de él.

Notas


(1) Conferencia presentada en la Escuela de Letras. 19 de Mayo de 2005

(2) Lacan, Jaques (1985): Escritos I. Siglo XXI. México. pág. 473

(3) Freud, Sigmund. (1996): Obras Completas, Tomo XIV. Amorrortu. Buenos Aires. pág. 167.

(4) ibíd., Tomo X. pág. 119.

(5) ibíd., Tomo XIV. pág. 209.

(6) Márquez, Carlos (2005): Principio y Acto. Publicación indexada "Docencia, Investigación y Extensión" del Instituto Universitario Pedagógico Monseñor Arias Blanco.

(7) Lacan...Ibíd., pág. 195.



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