Zombis, Rinocerontes y la Verdad en Psicoanálisis - Hacia el problema de lo real


HACIA EL PROBLEMA DE LO REAL.


En el seminario Endgame, Graciela Brodsky (2012) planteaba que había habido un cambio en Lacan de la pregunta por el saber supuesto, a la pregunta por el goce expuesto. El segundo modo, que apunta al goce expuesto en el desarrollo de las asociaciones, mediante el acto analítico, calca la manera como efectivamente sucede la secuencia más allá del dispositivo. Eso lo sabemos por las entrevistas preliminares del sujeto: primero está el acontecimiento inexplicable, que produce un silencio de la estructura con la cual el sujeto había construido el sentido de su vida, y luego en un segundo momento viene una explicación. Es decir, que es congruente con cómo funciona el aparato del lenguaje para colmar la falla que él mismo sufre en el momento del traumatismo. El acto analítico debe mostrar este modo de trabajar el aparato. Debe darle al sujeto un saber sobre su programa de goce, pero además, mostrar que el traumatismo no es un acontecimiento, sino que es la estructura misma. O mejor dicho, que el acontecimiento traumático es acontecimiento inesperado y estructura de goce de la cual no cabe esperar sino su retorno.

Es importante que el sujeto capte que es acontecimiento inesperado, porque uno de los modos disponibles de gozar del sentido se llama culpa. Y es esencial que el sujeto capte que de la estructura de goce no se puede esperar sino su retorno, porque el poco de libertad que puede otorgar un análisis depende de que se capte el mucho de alienación con el cual el sujeto se pegotea de sus dichos. Si es que se puede acceder a otra manera de gozar, es porque hay una de la que no se puede uno deshacer del todo.

Como hemos visto, para Lacan la verdad es algo que se desencadena a partir de un acto, no es el atributo de una proposición sometida a prueba, sino que es lo que se desencadena a partir de la interpretación psicoanalítica. Y esta verdad, que es un efecto, que procede de otra cosa, no es un semblante.

A la altura del seminario XVIII la verdad aparece como algo que si bien no es real, tampoco es un semblante, porque está vinculada al cuerpo y al goce, así es como interpreto “que es sangre roja”. Lacan va más allá, dice que esta verdad no rechaza el semblante, lo colorea, lo a-semeja, lo propaga. Es decir, la verdad es un dispositivo que propaga al semblante, pero no es semblante. Está por así decirlo entre el semblante y lo real.

Con este texto podemos echar luz sobre el de la mentirosa verdad en el “Prefacio a la edición inglesa del seminario XI” (LACAN J. , 2001) esta posición de gozne, adquiere ahí un carácter de espejismo. El espejismo confunde, desorienta, pero en el lugar del espejismo, donde se alucina lo que se desea, hay realmente un agujero en la representación. De tal manera que la verdad como mentirosa cumple la función de mentir en relación con lo real, y así, servir de orientación.

Un saber estable sólo puede ser tal a costa de encubrir que lo que le da estabilidad es un modo de goce. Por ello el estatuto de la verdad en psicoanálisis es indeleble, insoslayable, si se trata de devolverla a la función del puro acontecimiento inexplicable, es decir, al inconsciente tomado como un real. Permitir que el sujeto despliegue su modo de hacer sentido para mostrarle cómo lo hace, no es lo mismo que propiciar al sentido como si fuera una finalidad en sí misma.

El limbo es el discurso porque es el semblante traumatizado permanentemente por un real que no se ubica en su registro y que es su producto. Como vimos, Lacan ubica al discurso como una forma particular de semblante que no obedece a las leyes del semblante, pero que produce lo real. De esta manera opone la unicidad del semblante fijo en la etología, a la trinidad exclusivamente humana del semblante como perdido, lo real como imposible, y el discurso como el lugar de la libertad del significante dada la no relación sexual.

A la locura de cada uno construida con los retazos de la contemporaneidad, se le proponen dos megamodelos globales, por un lado un fundamentalismo mortalmente impotente que trata de forzar la regresión del discurso y de lo real a la unicidad del semblante, de forzar mediante la pesadilla el mandato de despertar; y por el otro el relativismo que plantea un laberinto sin salida para hacer acallar los efectos de real, mediante la ensoñación permanente que el sujeto rechaza con anoréxico hastío. El síntoma por tanto ocupa el lugar demolido del discurso, es limbo, no-lugar y sujeto, pues al mismo tiempo que afirma la libertad del significante en el mundo humano, da su lugar a los efectos de real que produce. La práctica del psicoanálisis como sinthoma de lo global contemporáneo rechaza la disyunción exclusiva entre fundamentalismo y relativismo, y es un lugar en la contemporaneidad donde el discurso encuentra un lugar.

La verdad mintiendo más que decir la verdad, señala el agujero en la representación donde la imagen de un objeto pulsional viene a colmar. Pero ese colmar implica una satisfacción que no es imaginaria ni simbólica. Que se repite. Que no tiene Otro que le dé límite, sino que el Otro, sea de la Ley o del consumo no hace sino propagarla. Pero sí tiene Otra, Otra satisfacción a la cual el sujeto puede acceder contando con eso y a pesar de eso.

Es posible que el hecho de que el significante por excelencia esté en el lugar de la verdad en el discurso universitario sea lo que le da consistencia a esta ficción de la letra como fundante. De hecho, en ese discurso el significante amo como la verdad que se oculta tras el semblante del saber tiene todas las condiciones para “letrificarse”. En el discurso del amo por otra parte, la posición del mando por la cual el significante amo encuentra en el lugar del semblante su lugar privilegiado, le brinda una estabilidad que permite la cadena de repeticiones que constituyen el aparente, pero eficaz, destino de un sujeto.

En Lacan, la verdad como algo que se desencadena a partir de un acto, tiene una relación problemática con el semblante. No es el atributo de una proposición sometida a prueba. Si bien en un nivel todo discurso es de semblante, esto no quiere decir que sea falso o que no quiera decir nada, sino que permite interrogarse por el discurso que haría de excepción a ese universal.

Porque la verdad se opone a la costumbre, no se le accede sin cierta transgresión. O lo que es lo mismo: a la verdad no se accede sin cierta satisfacción no necesariamente placentera. La verdad es subversión de la costumbre, de lo que uno sabe sobre sí mismo y sobre los que son como uno, esto es, los compañeros de masas estables o espontáneas. Tiene una relación estrecha con la escritura, precisamente porque se le opone, porque los efectos de verdad que se esperan obtener provienen de la desestabilización de lo escrito. Pero lo escrito es su materia, su soporte y su medio.

La verdad, que está del lado del sentido y en oposición a lo real, tiende con su mismo carácter de resistencia a señalar lo real. La verdad mentirosa, orientada por el deseo del psicoanalista, podría desembocar en lo real. La posición del psicoanalista es la de ser el representante de esa satisfacción real, es el representante para el analizante del límite de su mentirosa verdad.

La verdad es un gozne entre el sentido y lo real, mientras que la letra es una cuña. Hay pues una relación muy estrecha entre la letra y la verdad, a veces nos aparecen como opuestas, pero al mismo tiempo ocupando la misma posición, entre el sentido de puro semblante y lo real. La letra y la verdad no son semblante, están hechos de semblante, pero apuntan a lo real.

La cultura contemporánea crea y refuerza, representa y propone al mismo tiempo los nuevos fantasmas que vemos en la clínica psicoanalítica. Es una cultura obsesionada por la psicología de las masas al mismo tiempo que por la defensa de la individualidad.

Frente a la pregunta de si la verdad se construye o se descubre, el psicoanálisis responde que se desencadena y se revela. Se opone a la costumbre, a la letra y al saber estable. Por lo tanto, al proceder de un acto, deviene en el tiempo. Lo que introduce el psicoanálisis es el carácter engañoso de la verdad en relación con lo real, pero este mismo carácter engañoso le da la posibilidad de indicarlo. Estas consideraciones nos abren el problema de lo real. La verdad como cabeza de playa del semblante en una interrogación sobre lo real como a lo que tiende el psicoanálisis como objetivo y en lo que encuentra un límite.

Trabajos citados

BRODSKY, G. (2012). Endgame: Final de la partida. Caracas: NEL Caracas.
LACAN, J. (2001). Préface à l'édition anglaise du Séminaire XI. En Autres écrits. Paris: Le Seuil.

Ir a Tabla de Contenidos

No hay comentarios.:

Publicar un comentario