Zombis, Rinocerontes y la Verdad en Psicoanálisis - Introducción


INTRODUCCIÓN


Escribí este trabajo como respuesta a los efectos que tuvo sobre mí la publicación de mi primer libro “Sujeto, Capitalismo y Psicoanálisis”, por ello se encontrarán algunas referencias explícitas y muchas implícitas a él. Eso da testimonio de que “eso” constituye un “trabajo en progreso”.

En ese libro traté de distinguir la modernidad y la globalidad partiendo de la modificación del orden epistémico, el cual es el de las relaciones del sujeto con el lenguaje y la realidad, el de los regímenes de existencia de la verdad. Culminando esa empresa me topé con lo indistinguible entre lo moderno y lo global, mostrándose en acto los límites del propio método de la distinción, a partir de aislamiento del rasgo o letra. Los límites del método de la distinción, sostenido sobre la materialidad del rasgo distintivo o letra me permitieron dar una vuelta por algunos elementos de topología lacaniana. Sin embargo, una consecuencia de esa investigación fue que comencé a preguntarme por el estatuto de ese cambio en el régimen de existencia de la verdad, del cual estaba haciendo depender la distinción y las mutuas implicaciones entre los dos modos preponderantes del vínculo social en la actualidad: el aparentemente decadente régimen moderno cartesiano, aliado con los últimos estertores del patriarcado, y el régimen global aparentemente nuevo, con su episteme que quiere que cada quién se dé a sí mismo su propio fundamento.

El problema se me presenta en las relaciones entre la letra y la verdad. Entre lo fijo de la letra, del fundamento y lo aparentemente evanescente de los efectos de verdad, si seguimos las elaboraciones de Lacan. Por el lado de lo fijo de la letra tenemos este conjunto de respuestas de lo global ante la caída de la preponderancia del discurso del amo, en primer lugar las adicciones hermanas del consumismo, ambas respuestas con las cuales el sujeto intenta orientarse por el efecto de goce en el propio cuerpo, es decir, por el uso de los rasgos distintivos de satisfacción que se encuentran en la base de su constitución. En segundo lugar el fundamentalismo, con el cual intenta, amarrándose a un significante privilegiado detener la circulación incesante del capitalismo global.

Para un psicoanalista de la orientación lacaniana, con la cual hago causa, tomar referencias culturales implica que se las ha trabajado en el propio análisis, que se las toma como desencadenantes de elaboraciones, de recuerdos encubridores de la niñez, de formaciones del inconsciente. Lejos está de este trabajo competir con los especialistas en cine o en teatro.

Este trabajo se hace desde la estricta perspectiva de los efectos psicoanalíticos que tienen esas producciones culturales sobre un sujeto. Freud en ello nos abrió el camino, lamentablemente ese camino se desvirtuó rápidamente a eso que llaman algunos “psicoanálisis aplicado” y que consiste en ponerse en una supuesta cátedra del saber psicoanalítico a interpretarle el Edipo, el inconsciente o no sé qué a los artistas, a pesar de la insistencia de Freud en apuntar que son los artistas los que nos llevan la delantera a los psicoanalistas cuando se trata de captar la subjetividad de una época. En este sentido cuando un psicoanalista toma la palabra frente a una película, un cuadro, un poema, un edificio, una institución, lo hace como interpretado, más que como intérprete. Lacan llamó a esto la “disciplina del comentario de textos”, y guardó el nombre “psicoanálisis aplicado” para otra cosa. La disciplina del comentario de textos se puede asemejar a una hermenéutica, pero no lo es. Constituye algo singular, algo que el psicoanálisis tiene para aportar al lado de la hermenéutica y de los diferentes métodos válidos de análisis de discurso que puedan existir.

La hipótesis del trabajo es que ese mineral que Freud descubre y elabora, y sobre el que Lacan hace el gran proceso de refinación que nos lleva al psicoanálisis del siglo XXI, es una respuesta al problema de la verdad más allá de los callejones sin salida a los que lo llevó la modernidad. Entre dos épocas, Freud nos abre la posibilidad de plantearnos ese problema hoy.

El acontecimiento de la emergencia del capitalismo global contemporáneo, cuya epifanía ubico más acá de la segunda guerra mundial, pero que, como veremos, fue cuidadosamente preparada por un cambio de episteme que podemos rastrear hasta Marx, no dejó indemne el problema de la verdad. Y esto por una razón en la que insisto, no entenderemos lo que está pasando sino tomando como síntoma el problema de la verdad.

¿A qué nos conducirá esto? Ciertamente no a un cierre, sino a una apertura. Por lo menos esa es la apuesta que hago.

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