El Amanecer de lo Singular - Preocu-pasiones de un padre de familia

Preocu-pasiones de un padre de familia.
En la adaptación cinematográfica del libro de Max Brooks Guerra Mundial Z, aparecida en 2013, se puede hablar de cierta estilización del zombi. Un objeto cultural que apareció en la segunda mitad del siglo XX y que hoy goza de una amplia difusión. De esa estilización tomaré cuatro puntos que me interesa resaltar.
En primer lugar está la caída del problema de la causa. En otro lugar mostré cómo esto se despliega de diferentes modos en Romero, Brooks y Kirkman (1 pág. 19). También en la puesta en escena del pánico que hace Ionesco con su obra de 1959, Rinocerontes. La caída del problema de la causa se expresa en la pérdida de interés de los personajes sobre el origen o la historia, al encontrarse frente a un puro acontecimiento (1 pág. 35).
En la novela de Brooks el protagonista realiza la investigación expostfacto, de manera que nada sabemos de lo que pasó con él durante la emergencia. Ahí el virus Solanus está desde el principio con la humanidad como el virus de la gripe o de la rabia. Lo zombi estaría con nosotros desde siempre, brotando aquí y allá, y es ahora con la globalización que se hace una epidemia mundial que amenaza a toda la civilización y a su sustrato biológico. En cambio en la película, Brooks se da la mano con Kirkman y Romero, pues no aparece ninguna explicación al respecto. La emergencia no da tiempo para investigar, para plantearse el problema de la causa.
El segundo punto es el del desplazamiento de un zombi deambulador y devorador, típico de los tres autores, a un zombi cazador y mordedor. Recordemos que el zombi deambulador y devorador es para su creador Romero una expresión metafórica del consumismo (2). El tempo de la película simplifica al extremo al cuerpo muerto y levantado como una marioneta del virus como vector de contagio. Todo el escenario gore, sanguinolento del zombi devorador, queda reducido a estas avalanchas que se pacifican solo cuando ya no hay más cuerpos vivientes humanos que contagiar. Habrá que preguntarse por un consumismo de degustación, de mordisco, más que de devoración. Pasaríamos así del zombi de atracón, que literalmente se revienta de tanto tragar, al anoréxico, que mordisquea pasando rápidamente de un objeto a otro, comiendo nada.
Con el zombi que pasa de un modo deambulador a uno cazador queda abolida la separación entre el zombi rápido y el zombi lento. El cuerpo títere, vector de contagio del virus, se mueve con actos reflejos: el castañeo de los dientes, los espasmos en las extremidades, el olfateo. Es un cuerpo que no se organiza por ninguna imagen de totalidad, un cuerpo fragmentado, esquizoide, sin gestalt o unidad yóica. A pesar del escamoteo biologicista, el cuerpo del zombi nos sigue recordando lo que existe en el nivel pulsional del cuerpo del hablante. Y aunque eso estuvo supuesto siempre en el zombi lento, queda remarcado aquí de un modo nuevo.
El tercer punto es un detalle. Un personaje dice en un diálogo que solo se mata al zombi disparándole en la cabeza, cosa ya sabida, pero que hay que evitar matarlos porque eso solo enfurece más a los demás, cosa totalmente nueva. Brooks había dejado siempre en una incógnita la socialidad del zombi. Sin embargo los gruñidos de un zombi sirven como llamado para otros, ahora se suma esto otro al gregarismo del zombi.
Último punto. En la película se sabe que se trata de algo viral, lo cual permite el avance de la hipótesis del camuflaje bacteriano, puesto que el virus buscaría hospedarse en los cuerpos vivos y sanos, enfermando nos haríamos invisibles a los zombis. Aquí hay una inversión, en los libros de Brooks una vez contagiado alguien no solo muere, sino que el virus protege a su cuerpo de los depredadores haciéndolo venenoso, y adicionalmente lo protege de la descomposición con un efecto antibiótico sobre las bacterias encargadas de la putrefacción. Estos elementos aportan realismo porque algunos simbiontes se comportan de modo parecido en la naturaleza. Las imágenes del soldado cojo, el anciano y del niño flaco siendo rodeados por las avalanchas de zombis y luego la deducción que hace Gerry sobre ello, plantea de nuevo algo que traté en “Zombis, rinocerontes y la verdad en psicoanálisis”. Esta época tiene una intuición muy clara sobre la función del síntoma como salida de la masividad (1 pág. 39). Lo cual no significa que el psicoanálisis de orientación lacaniana la acompañe en sus conclusiones y prácticas sobre el síntoma.
Resumiendo tenemos que las cuatro traslaciones de esta estilización del zombi son: radicalización de la caída del problema de la causa; mostración del consumismo como fundamentalmente anoréxico y del cuerpo como algo caótico y fragmentado; una nueva naturalización de un modo de específico de organización social, la masa espontánea, que pasa de episódico y contingente a normal y estructural; y finalmente una intuición muy clara de que el síntoma tomado como déficit tendría un papel en el intento de subversión de este nuevo orden, siempre olvidando su entramado significante y de satisfacción y enmascarándolo como una disfunción de lo biológico.
De todos estos elementos nos concentraremos en el tercero, una nueva manera de existir en lo social. En la globalidad, más que frente a epidemias de fascismo o de consumismo, nos encontramos con la epidemia como forma de existencia social. De ahí la facilidad con la que el fascismo, el consumismo y otros fenómenos por el estilo se extienden y se contraen, pulsan a diferentes ritmos por todo el tejido de la nueva humanidad globalizada. Podemos caracterizar esta modificación como la tendencia, nunca del todo realizada, del paso de un funcionamiento vertical jerárquico sostenido a uno horizontal circular espasmódico.
Estos son efectos de lo que llama Jacques-Alain Miller la resquebrajadura de la piedra angular del orden simbólico (3). La masa espontánea, como la caracteriza Freud, puede que tenga un líder, pero no es propiamente un modo de organización jerárquico como sí lo es la masa que él llama artificial, de las cuales usa como ejemplos insignes a la Iglesia y el Ejército.
Hoy no es infrecuente ver a una masa artificial de este tipo en dificultades, pidiendo que se reconozca su autoridad, sea demandando respeto o utilizando las formas de delimitación afuera-adentro a las que tiene acceso. Esto es muestra suficiente de que su autoridad ya está de hecho comprometida. Probablemente recurrirá aquí al callejón sin salida del liderazgo y del carisma. Se comprometerá aun más usando el sometimiento al líder para conseguir diferenciarse del resto y segregarse. Desembocará en un fanatizarse con la palabra de su líder, de modo que pasamos de un modo de organización basado en el significante del padre muerto, a uno basado en el capricho de un padre vivo. En ese punto las puertas del infierno han prevalecido, pues todo depende de la relación con la ley que tenga ese padre vivo, que muy bien puede ser también una mujer, y de las presiones que sea capaz de realizar la masa para obtener de ese padre vivo el consentimiento para desatar sus aspiraciones a la satisfacción pulsional, de acuerdo a los ideales blandos y maleables en los cuales se sostiene a pesar de aparentar ser inamovibles.
Hay otro elemento que ya no pertenece a los zombis, y al carácter casi oracular que podemos otorgarle en relación con nuestra existencia de lazos sociales empobrecidos. Se trata de un rasgo que es totalmente inventado por la versión cinematográfica de Guerra Mundial Z, y es que Gerry Lane es un padre de familia.
La primera parte de la película transcurre en la preocupación por la familia compuesta por una esposa y dos hijas con angustias y síntomas. Nuestro protagonista ha trabajado como investigador de la ONU, y tiene experiencia en campos de refugiados, en conflictos bélicos y ha dejado esa vida para dedicarse a sus hijas, dejando traslucir que lo extraña. Ahora él se enfrentará a problemas que no había tenido que soportar. El problema por ejemplo de conseguir el medicamento a su hija asmática en medio de saqueos. El problema de no tener un mañana para sus hijas y su mujer.
Ese es el motor de la trama. Se somete al mandato del amo de su antiguo empleador bajo el chantaje de que si no lo hace su familia queda sin techo ni comida. En medio de la catástrofe pierde su comodidad y deviene súbitamente en un proletario. Aparentemente es el reverso de Ray Ferrier (Tom Cruise) en la versión de 2005 de “Guerra de los Mundos”, el mal padre, obrero irresponsable sin autoridad frente a sus hijos que se redime con la catástrofe. Pero vistos más de cerca, los dos recuperan su posición de deseantes a partir de lo que sucede, se extraen de la comodidad del consumo y se ocupan, y ocupan, una posición que se les escabullía.
Esta escisión entre el tipo al que le toca ser papá y la función del padre, del trasmisor del deseo y de los ideales de un linaje, los impases que se producen a partir de ello, son tópicos de las producciones culturales en la actualidad. Vemos que en lugar del padre que se las arregla para ocupar su posición, partiendo de una posición vacilante, nos encontramos como la vacilación en la posición como lo que está al inicio.
En la distancia entre el tipo al que le toca y la función que debe y desea ocupar, se puede captar un padre angustiado. En un cuento publicado por Kafka en “El Médico rural” narrado en primera persona encontraremos algunos elementos para avanzar sobre este padre angustiado (4 pág. 1141). El personaje no tiene nombre, así que no lo llamaremos ciertamente Gregorio Samsa o Josef K. Llamémosle “Unpadre Defamilia”. Él sostiene un monólogo, puede ser inclusive un monólogo en su pensamiento. No hay nadie más en ese monólogo que él y el objeto de sus preocupaciones.
El cuento con lo corto que es tiene cuatro partes bien definidas. Comienza con una reflexión sobre la etimología del término Odradek. Aunque los estudiosos de Kafka plantean que como le gusta hacer juego de palabras se puede rastrear un sentido originario en eslovaco u otra lengua semejante, dejémonos guiar por el autor hasta lo que él mismo nos quiere decir. La función de esta disquisición etimológica es guiarnos hasta la certeza de que esta palabra no tiene ningún sentido.
Este sin sentido, esta abolición del pasado y de la historia de la palabra “Odradek” desencadena la urgencia de la próxima parte del cuento. No importaría para nada este asunto si no fuera porque existe algo que se llama así. “Eso” tiene una descripción muy precisa que incluye cómo está constituido, cómo se moviliza y cuáles son sus comportamientos característicos. Aunque parece que está roto es en sí mismo una unidad. Primero nos revela cómo es, pero inmediatamente nos dice que “se sostiene”. Finalmente en el párrafo siguiente apunta que “es extraordinariamente ágil y no se lo puede apresar”. A estas alturas la inquietud es total. Está hablando de una cosa que parece hecha de desechos hogareños, carretes de hilo, pedazos de madera. Pero no. Es realmente una sola cosa, que se sostiene por sí misma, y que se mueve con agilidad.
Aquí ya el autor nos ha preparado para el próximo salto. Eso habla. Sostiene una pequeña conversación que el narrador evoca. Del sin sentido de su nombre hemos pasado al imposible de que se mueva como si estuviera vivo y de ahí llegamos al hecho de que habla. La conversación es muy corta. El interrogador, el señor Unpadre, solo obtiene el nombre de la criatura, la afirmación de que tiene “domicilio desconocido y esa risa que es la de “alguien que no tiene pulmones”, y que “suena como el susurro de las hojas caídas”.
Luego de estos tres golpes, el sin sentido del nombre, lo inanimado que se anima, y que luego conversa y ríe pero con una absoluta libertad de guardar silencio, el cuento nos conduce a las reflexiones que le dan nombre, las preocupaciones de este hombre. “¿Será posible que muera? Todo lo que muere tiene que haber tenido alguna especie de intención, alguna especie de actividad, que lo haya gastado…”
Odradek es lo imposible no como maravilloso, sino como siniestro y angustiante. Es un puro Uno sin sentido, móvil, libre, que no está propiamente vivo y por ello es inmortal. Un ser no sometido a la entropía, y por lo tanto inmune al tiempo. “No hace mal a nadie” pero la angustia de Unpadre Defamilia es que le sobreviva. Pues su herencia no será su nombre o sus atributos, ni siquiera la casa donde aparece siempre Odradek. Su herencia está ahora fuera de su control. No es un final para el padre, es una modificación de su posición como tal que la hace más enigmática, más siniestra. No sabe qué es lo que transmitirá, es probable que no haya tenido sentido, ni que lo tenga nunca.
Como es de esperar, Kafka va más allá de las fantasías cinematográficas del padre heróico. Odradek no tiene nada que ver con algo biológico o viral. No es un muerto viviente, ni un extraterrestre, ni un robot.
Unpadre Defamilia comienza a reorganizar su pregunta por sus hijos a partir de este ser sobrante y siniestro, que se sale de su control. Es por tanto lo que esconde Gerry Lane y Ray Ferrier con su potencia que se erige en medio del fin del mundo. Porque efectivamente se trata del fin de un mundo. Pero Unpadre Defamilia nos enseña a preguntarnos por lo que viene después de que el objeto de la angustia ha sido reconocido y nombrado, por más que no quiera darnos mucha más información sobre sí, no sepamos si está vivo ni dónde vive, si forma parte de nuestro cuerpo efectivamente, por más que sea imposible de atrapar y aunque tenga la manía de siempre aparecer en el mismo lugar, riendo con su risa de los seres que no tienen pulmones.
¿Qué es lo que preocupa de Odradek? En verdad “no le ha hecho mal a nadie”. Uno no puede identificarse con él, ni tampoco poseerlo, es decir, no se puede serlo ni poseerlo, está más allá de la lógica de lo fálico y de sus soportes pregenitales.
Los lugares que escoge para aparecer nos pueden dar pistas para entender por qué angustia. La caja de la escalera, la buhardilla, los corredores, el vestíbulo. “A menudo cuando al salir por la puerta uno se lo encuentra justamente debajo en la escalera…” ahí es donde se da la pequeña conversación. Todos los sitios señalados son de tránsito, de paso, son limbos entre habitaciones, entre el interior y el exterior, entre el arriba y el abajo. Existe precisamente allí en esos lugares señalados por ser intermedios y de paso. Umbrales.
Es un ser fronterizo y evanescente, más allá del ser y del no ser, del ser y del tener, de lo vivo y de lo muerto, del adentro y del afuera. Por qué entonces angustiarse frente a Odradek. La angustia es señal de dos cosas, por una parte de que no sé cómo responder de algo que me concierne muy íntimamente, por la otra de que estoy a punto de responder del modo como estoy habituado, y con eso cerraré la pregunta, seguramente con una equivocación.
Unpadre trata de cerrar la pregunta con su propia muerte y por eso se angustia, se preocupa, le resulta doloroso. Su propia muerte como respuesta es una equivocación, y una respuesta con lo conocido. Odradek es algo que le concierne muy íntimamente. Le señala el umbral al que Unpadre responde con el problema de la muerte y de la sucesión. La época que se abre con Kafka predispone que esa respuesta ya no sea suficiente. En ese nuevo umbral, donde el Otro umbral se manifiesta, aparece la angustia, pero también algo más. Odradek señala el irremediable pasaje y la angustia espera del otro lado, para mostrar que se está por dar un paso atrás. Entre Odradek y la angustia, puede encontrar Unpadre una nueva orientación, no dada por su función, ni por lo que ha heredado de ella, sino por un modo Odradekiano de constituirse. Odradek da el nombre de lo que lo constituye fallidamente frente al umbral. Sólo a él, esto no tiene nada qué ver con sus hijos ni con los hijos de sus hijos, de los cuales por cierto no sabemos por el cuento ni siquiera si existen efectivamente.
El triple imposible de Odradek está hecho a prueba de equivocaciones. Es en sí mismo un error, y todo sentido que se quisiera adjudicarle con mayor seguridad lo sería también. Lo que no es un error es que en su equivocarse muestra un umbral.
Mientras el zombi es la fantasía de un enemigo perfecto al que puedo matar de modo inmisericorde y sin culpa, que me victimiza, respondiendo al modo de la fobia, a la angustia con un terror, Odradek no es nada de eso. Inquieta verdaderamente, está para despertar. Una vez que Unpadre Defamilia deje de angustiarse ante su presencia y ante su inminencia, contará con él como nunca contó con ninguna criatura del lenguaje viva o muerta, contará con él para que le señale el agujero de los umbrales de su existencia.
Si Odradek plantea con su enigma un modo de acceder al umbral que señala, Unpadre Defamilia tiene un modo específico, característico, singularísimo de relacionarse con Odradek y con el umbral. El psicoanálisis posibilita a un sujeto a encontrarse con ese modo singularísimo. Odradek es la propia singularidad ubicada en el umbral que es el Otro.

Trabajos citados

1. MÁRQUEZ, C. Zombis, rinocerontes y la verdad en psicoanálisis. Caracas : Tropykos, 2013.
2. ROMERO, G. George Romero and Down of the Dead. Forbidden Weekend. BBC, Londres, 02 de febrero de 1997. págs. http://www.youtube.com/watch?v=4VhkhQSdi-I.
3. MILLER, J-A. Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP. Asociación Mundial de Psicoanálisis. [En línea] 26 de abril de 2012b. [Citado el: 01 de agosto de 2012.] http://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=38&intEdicion=13&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2468&intIdiomaArticulo=1.
4. KAFKA, F. Preocupaciones de un jefe de familia. Obras completas. Barcelona : Edicomunicación, 1999.



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