El acto psicoanalítico aísla lo singular del
hablante. En el Quinto principio rector del acto analítico, esto se expresa
como sigue: “No existe una cura estándar ni un protocolo general que regiría la
cura psicoanalítica… Lejos de poder reducirse a un protocolo técnico, la
experiencia del psicoanálisis sólo tiene una regularidad, la de la originalidad
del escenario en el cual se manifiesta la singularidad subjetiva. Por lo tanto,
el psicoanálisis no es una técnica, sino un discurso que anima a cada uno a
producir su singularidad, su excepción.” (1)
Entre los casos que nos legó Freud esto es
especialmente patente en el del llamado “Hombre de los lobos”. A partir del
mismo el relato freudiano de una cura “entró en crisis. Freud ya no podía
sostener en la unidad de un relato la complejidad de los procesos en juego.” (1) Esto se nos
manifiesta en su indeterminación desde el punto de vista de las categorías
teóricas, que comienza desde el inicio mismo del relato. Dicha indeterminación
no debe ser tomada solo como una falla de la teoría, de un determinado
entramado simbólico, con el cual tratamos de transmitir lo que sucede en un
psicoanálisis.
Hay que decir que este “caso” atraviesa la
historia del psicoanálisis de una manera absolutamente particular. No solo se
ha utilizado en las batallas internas del discurso, sino en contra del mismo
discurso, como un fracaso sostenido por décadas por no haberse obtenido una
“curación”, a pesar de que Freud había dicho que sí la había obtenido.
Adicionalmente el mismo “Hombre de los lobos”,
Serguéi Pankeyev, tomó parte de estas diatribas, inteligente como era y formado
como estaba con al menos dos grandes autobiografías y una vinculación
permanente con el movimiento psicoanalítico. Dejaremos de lado aquí la gran
discusión sobre si se trata de una psicosis o una neurosis obsesiva, pues está
fuera del mismo texto de Freud y comienza con su segunda analista, alumna de
este, que lo trató en los años 20.
Su homosexualidad inconsciente acompañada de
una elección de objeto por las mujeres nalgonas y de baja extracción social, la
“laguna” que presenta en términos de las categorías que Freud mismo había
construido sobre los tipos de contracción de neurosis (2 pág. 107) , y la rareza de su
intestino comportándose a la manera de una histeria, como una especie de histeria
concentrada en un solo órgano luego de haber transitado por la construcción de
una neurosis obsesiva con contenido religioso en su infancia tardía. Si a esas
excentricidades le sumamos la discusión sobre la realidad de la escena
primaria, en la cual Freud por cierto no termina de zanjar la situación tenemos
en total cuatro ejemplos de una falla permanente del aparato que se había
podido construir.
Con el “fracaso” del relato el maestro logra
transmitir una constante maña del material para no dejarse clasificar, porque
esas fallas nos muestran algo que quizás el aparato – lo que se dice de lo que
se hace – efectivamente no podía nombrar, a pesar de que el dispositivo – lo
que se hace – lo produce de modo incesante. A comienzos del apartado VI, en medio
del empeño por organizar por “fases” la historia de la neurosis infantil del
sujeto, Freud escribe: “Una sustitución instantánea y pareja de una fase por la
siguiente no estaba ni en la naturaleza de las circunstancias ni en la de
nuestro paciente, en quien, por el contrario, lo característico era la
conservación de todo lo pasado y la coexistencia de las más diversas
corrientes.” (2 pág. 58)
Cuando Freud nos dice que la mencionada
sustitución no está en la naturaleza de las circunstancias, está dando cuenta
de su ética sobre la teoría. Las mencionadas “fases”, cualesquiera que sean sus
atributos, son siempre sobrepasadas por las circunstancias y nos enseña que
quien escribe sobre su práctica clínica en psicoanálisis debe estar atento a
cómo el aparato que ha podido constituirse es erosionado por el dispositivo que
dirige. Pero cuando nos dice que no estaba “en la naturaleza de nuestro
paciente”, nos está diciendo además que en este paciente hay un elemento
específico que va muy bien con esa ética que él expone. Es un caso de
inexistencia de caso.
“…lo característico…” es un modo de
funcionamiento donde se solapan las fases, se confunden las corrientes, se
anulan las soluciones que dan paso de una etapa hacia la otra. Esto
característico permea toda la exposición, va dejando migajas de pan por todo el
camino para el que quiera recogerlas. La aparente negatividad que se expresa
como laguna en los tipos de contracción de neurosis, como coexistencia de dos
elecciones de objeto en dos sistemas diferentes, como solapamiento de una
histeria de base con una neurosis obsesiva posterior, sin que quede integrada o
traducida la primera por la segunda, se transforma entonces en “…lo
característico…”
Al final del capítulo VIII dice: “Y debió
resolverse a emprender todo el camino de retroceso porque chocó con una tarea
vital para cuya solución era demasiado perezoso…” (2 pág. 93) . Lo hace en el marco
de la diatriba teórica con Jung y Adler sobre el peso de esa escena primaria
que es la columna vertebral de la argumentación. ¿Pero este elemento no se
constituye en sí mismo como una clave de lectura? Es cierto que “demasiado
perezoso” falla lo singular de Pankeyev, lo mal-dice, pero nos deja en la senda
de “lo característico”.
“Ante todo estaba su modalidad… de defenderse
de toda novedad” (2 pág. 105) . Esta “modalidad” es
asociada con la “aptitud para la fijación, temática desarrollada en los “Tres
Ensayos para una teoría sexual”. Constituiría un límite para el tratamiento y
empeoraría con la edad. Esta aptitud para la fijación, contrariamente a lo que
postulaba Jung, no es la causa “de todos los fracasos de los neuróticos”, antes
bien, “La movilidad o pesantez de las investiduras libidinosas es un carácter
particular de muchas personas normales, y ni siquiera de todos los neuróticos,
un carácter que hasta hoy no ha sido entramado con otros, algo así como un
número primo no susceptible de ulterior división” (2 pág. 105) . Este carácter es
una marca específica, un rasgo distintivo o letra, que no es causa del fracaso
de los neuróticos, que no está asociada con otra cosa en la teoría. “Es como un
número primo”, a partir del cual hay un límite del tratamiento y que no es
susceptible de ulterior división. Tiene la cualidad de una cifra no descifrable
en sí misma, pero que descifra ella misma todo lo demás.
A partir de allí se va aclarando. Cuando un
poco más adelante hace el resumen de las “particularidades de su naturaleza
psíquica…: tenacidad de la fijación,…la inclinación ambivalente, la aptitud
para conservar unas junto a las otras… investiduras libidinosas de las más
diversas clases y contradictorias entre sí.” (2 pág. 108) , se puede captar que
las últimas dos se resuelven en la primera, en la “tenacidad de la fijación”,
la que tiene la cualidad de un número primo, la que es “su modalidad”, que
constituye “lo característico”.
De esta manera las diversas lagunas del caso
van destilando una positividad. Se puede ver todavía mal-dicho como “pereza”,
para pasar a un elemento no analizable ulteriormente, “como un número primo”.
Este elemento no analizable está vinculado a un modo “característico” de aparecer
la fijación, constituye “su modalidad”. Una “tenacidad de la fijación”. La
historia de Pankeyev muestra que esta tenacidad puede haber sido su nombre, lo
que aparece primero idealizado como haber nacido enmantillado (2 pág. 91) , y que es lo que se
le quiebra al contraer la gonorrea, luego se muestra en una “incapacidad de
sobrellevar la existencia” (2 pág. 9) como queja inicial
que abre la posibilidad del tratamiento. En el análisis va decantándose como
una modalidad, un modo de funcionamiento específico que ha determinado su
destino. Lo que ha hecho el análisis con este hombre es público. Se trata de ir
a hurgar y ver qué tal le fue, si logró tomar distancia de esta modalidad de funcionamiento,
si pudo hacer otro uso de esa tenacidad.
Trabajos citados
1. LAURENT, E. Principios rectores del acto analítico. [En línea]
2006. [Citado el: 01 de enero de 2014.]
http://ampblog2006.blogspot.com/2006/09/principios-rectores-del-acto-analtico.html.
2. FREUD, S. De
la historia de una neurosis infantil. Obras Completas, Volúmen XVII. Buenos
Aires : Amorrortu, 1999.
[1] Este
texto lo escribí dictando la materia “Clínica Psicoanalítica” del Centro de
Investigación y Docencia en Psicoanálisis
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