En inglés se llama
“usar” a la práctica del consumo de drogas. Así se las ubica en la serie de las
mercancías, con su valor de uso y su valor de cambio. Desde el universal de la
lengua el hablante es un accidente, pero desde lo singular del hablante los
efectos de significación constituyen sólo un uso. En el siglo XIX la dialéctica
se pensó como empujada por el espíritu absoluto o las fuerzas productivas hacia
un futuro siempre de progreso. Desde esa perspectiva se podría pensar que la
significación era un uso superior, pero dados los acontecimientos epistémicos de
la segunda ley de la termodinámica, el inconsciente y el goce, la dialéctica solo
muestra reversos topológicos.
Desde la monografía
sobre las afasias de Freud, la significación se ha revelado como constituida
por las contingencias de los encuentros entre las unidades discretas de la
lengua y de los usos de los hablantes. Pero hay un significante en el cual el
valor de uso y el valor de cambio, el goce del cuerpo y el efecto de
significación mantienen un estrecho anudamiento. El significante fálico equivale
al S1 (1 pág. 97) desde el cual el
sujeto puede o no hacerse representar frente a otro significante.
El que la
significación haya sido un uso muy extendido no lo hace el único disponible. Se
revela así que es posible un uso restringido del falo, conservando de su
carácter significante una huella, pero cuyo encadenamiento no es necesario. Un
uso de goce que muestra la contingencia de los arreglos civilizatorios y que constituye
el campo mismo de experiencia del psicoanálisis.
Esta interrupción de
la dialéctica de la historia dada la declinación de los significantes
excepcionales, propicia una solución por lo imaginario que implica reproducir
esquemas polarizantes no dialectizables, en los cuales cualquier falla se capta
como un profundo fracaso y cualquier pérdida como una abolición de la propia
posición, dada la debilidad de lo simbólico por sostener a su vástago el
sujeto. Las consecuencias de la debilidad de lo simbólico se redoblan así por
la ineficacia de lo imaginario para la resolución de las aporías de los seres
hablantes.
El valor de uso del
significante fálico plantea entonces una pregunta por el funcionamiento antes
que por la significación, pues la significación formaría parte o no de su
funcionamiento. En el culmen del estructuralismo de Lacan aparece como “el significante
que designa en su conjunto los efectos del significado…” (2 pág. 670) , desbaratando tanto
el recurso romántico a significaciones colectivas, como la pretensión
positivista de que el referente (bedeutung)
se encontrara por fuera del lenguaje.
Si el referente es un
significante en una posición excepcional, queda la pregunta de por qué se
llamaría “falo”, pues por más que la pretensión lacaniana empuje a separarlo
del órgano que designa[1], este
nombre no deja de traer el rastro del lugar donde se ha edificado.
Lacan lo resuelve
planteando que es por su ausencia en el cuerpo de la madre. Siendo ella la
encarnación de la batería significante y de la interpretación del significado,
se deriva que “contiene” (2 pág. 673) el significante que
designa los efectos de la significación. Cuando el sujeto se percata de que no
está (2) , queda sellado el
destino sexual de ese significante. Es el falo faltante de la madre lo que
determina la demolición de cualquier garantía de significación, quedando esta
tarea por cuenta de la precariedad de los objetos.
Pero por qué esperar
que ella contuviera o tuviera el órgano si no es porque ha causado enigma al
propio sujeto. Sea por su exceso o por su defecto, por su visibilidad o por su
disimulo entre los pliegues. Por el valor de uso que tiene para alguien. Es el
código el que fracasa en proporcionar un valor de cambio para ese goce y por
ello hay que fantasearlo, alucinarlo o erigir un fetiche.
Sustituirlo por algo
que cumpla una función equivalente, que proporcione un uso singular pero que
encuentre un lugar donde los hombres comen, beben, compran, venden, plantan y
construyen hasta el día del juicio final (Lc. 17, 28). Esta función sería la bedeutung definitiva, pero que estando
ausente deja en una indeterminación más radical que la división significante.
La indeterminación de
la no-existencia, con la cual no puede uno mediar haciéndose representar frente
al conjunto de los significantes, es lo que conduce a todo extremismo de la
sexuación femenina y por lo tanto a todo extremismo en la feminizante
actualidad. Estamos en una época que ha develado el agujero de la castración
materna como un callejón sin salida que hace temblar todo valor de cambio y
enloquece cualquier efecto de significación.
Frente a esto la
tentativa es refugiarse en un uso aislado, pues el mismo significante que puede
usarse para hacerse representar, está irremediablemente entrelazado con el goce
del idiota[2] y se
usará para intentar anclarse frente a la marejada de la propia indeterminación.
[3]
Este “fijador” puede
ser un objeto alrededor del cual cristaliza la masa espontánea, paradigma de la
socialidad actual, o una imagen en el mundo virtual donde anidan los vínculos
sociales contemporáneos. Que ambas soluciones son solidarias entre sí lo
prueban dispositivos como el mercadeo o el culto a la personalidad.
El psicoanálisis
recorre un camino que va del uso del cambio al cambio del uso[4],
pues es por el uso que el hablante se enrolla y se desenrolla. Es en virtud de
lo que hay de significantizable en el goce del idiota, que el hablante puede
moverse de la insistencia perniciosa en una creencia fundamentalista. Esa que
se ha puesto en el lugar del agujero negro que se abre en el momento lógico en
el cual el significante de la significación se ha revelado como ineficaz por
medio de un síntoma.
Trabajos citados
1. LACAN, J. El Seminario de Jaques Lacan, Libro 20: Aun. Buenos
Aires : Paidós, 1991.
2. —. La significación
del falo. Escritos 2. México : Siglo XXI, 1985.
3. TARRAB, M. La
fuga el sentido y la práctica analítica. Buenos Aires : Grama, 2008.
[1] “El
falo en la doctrina freudiana no es una fantasía… [ni] como tal un objeto…
Menos aún es el órgano, pene o clítoris, que simboliza…” (2 pág. 669)
[2] “…ese
falo que preciso diciendo que es el significante que no tiene significado… lo
que subraya la importancia de la masturbación en nuestra práctica: el goce del
idiota.” (1 pág. 99)
[3] “Existe en el hombre una especie de fijador. Sin ese
fijador una vida perfecta y consciente de su velocidad se volvería
intolerable... A mí me falta ese fijador mientras que todo me prueba en los
demás su funcionamiento ridículo... El opio me proporcionaba ese fijador” J.
COCTEAU. Citado por TARRAB (3 pág. 91)
[4] “La práctica lacaniana espera producir nuevos síntomas, dejándose enredar un poco por el padre,
aunque este desfallezca, para obtener que se cifre el goce opaco de las
prácticas que llamamos ‘nuevos síntomas’” (3 pág. 91)
Ir a Siguiente
Ir a Tabla de Contenidos
No hay comentarios.:
Publicar un comentario