Designio
El discurso psicoanalítico se ha estado
inventando por más de cien años y no se ha quedado quieto ni va a quedarse
quieto, hay que seguir el ritmo de lo que va cambiando. Hay que estar despierto
al hecho de que es un invento y que esto no es una consigna, es un designio. Es
una tercera posición en la cual no se plantea la naturalidad del discurso, pero
tampoco su construcción consensual o conflictiva entre agentes dueños de sí. En
la decisión por el invento, que demuestra que los discursos son inventos, está
su misma potencia subversiva.
Lacan escribe “De un Designio” para dar
al lector “alguna idea del designio de nuestra enseñanza” (LACAN, De un designio,
2006, pág. 349) .
Designio
significa “pensamiento, o propósito del entendimiento, aceptado por la
voluntad”. En un designio la voluntad accede a lo que propone la razón.
Designar equivale también a planificar, establecer una meta y realizar los
actos correspondientes para conseguirla.
Está compuesta por la preposición “de” que
refuerza el significado y la palabra latina de la que proviene la serie: signo,
seña, señal. Designar es señalar, marcar. Lacan ha designado su enseñanza, en
el sentido de que le ha dado un propósito, pero también quiere distinguir lo
que él enseña de lo que pasaba en ese momento en cuanto al problema capital de
la formación de los psicoanalistas.
Los textos sometidos al comentario se
prueban en relación con los problemas que se plantean y la actualidad que esos
problemas son capaces de conservar. Una novedad que adviene con violencia. El
riesgo de esta violencia se mide en relación a la actualidad de los problemas
que el texto planteó en otro momento. El designio es el encuentro con el
acontecimiento, con el trauma.
Hay una orientación hacia la reducción
del sentido a letra, hacia la subversión del “sí mismo” en su centralidad
virtual. La letra sirve como señal del lugar desde dónde se inicia el
recorrido, en retroacción conoceremos, lo que esa letra cernía.
El psicoanálisis participa de la
discusión acerca de lo social, bien sea en términos del efecto que la cultura
tiene en el sujeto, o por los efectos que los descubrimientos psicoanalíticos
tienen sobre las distribuciones epistémicas de la cultura. Para Freud el objeto
del psicoanálisis implica de entrada una relación con lo social, por ello
afirma que “La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto
de amor, con su maestro y con su médico, vale decir, todos los vínculos que han
sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanálisis, tienen derecho
a reclamar que se los considere fenómenos sociales…” (FREUD, 2004, pág. 67)
En este sentido Lacan nos dice que “…lo
colectivo no es nada sino el sujeto de lo individual.” (LACAN, El tiempo lógico y el aserto de certidumbre
anticipada, 2006, pág. 203) . De modo que si hay
una operación epistemológica particular del psicoanálisis, esto es, una
operación del sujeto típica de este discurso, sería la distinción, la de-signación, la des-masificación.
La distinción no es la clasificación
estructuralista, ni la explicación positivista o marxista, ni la comprensión
cualitativa weberiana. Constituye un acto del sujeto en relación con un entorno
que se presenta como entrópico, pero que es función de él mismo sin que lo
sepa. Es la política del psicoanálisis para el saber.
La disciplina
del comentario de textos es una expresión de Lacan que no es tan común, se
convierte gracias a los lacanianos en una práctica que tiene una forma. En los
seminarios del INES y otros antes de estos, tenían una estructura en la cual
había cuatro momentos, el argumento, la disciplina del comentario de textos, la
perspectiva del concepto y la lógica de la cura. El invitado desarrollaba el
argumento y otros colegas hacíamos cada una de las otras partes. En las
perspectivas del concepto se hace un trabajo de recorrido por los diferentes
momentos de la enseñanza de Lacan y las conexiones de ese concepto con otras
disciplinas. En la lógica de la cura se intenta esclarecer algo de la teoría
con un momento de la práctica clínica de quien presenta. En la disciplina del
comentario de textos se elige un párrafo, y se articula un discurso sobre ese
párrafo.
En la
metodología de las ciencias sociales hay dos grandes tradiciones: la tradición
de la explicación y la de la comprensión. Durkheim funda en la sociología la de
la explicación, engarza con Descartes y con el método de las ciencias
naturales. La primera se manifiesta como con epifanías de la causa y taxonomías
del modo. ¿Cuál es la causa de que haya cuatro puntos luminosos girando
alrededor de Júpiter? ¿Cuál es la causa de las mareas? ¿Cuál es la causa de que
las cosas caigan?
Comprender
significa interpretar el sentido de una acción. Frente a la vertiente que parte
de Descartes, pasa por la ilustración y desemboca en el positivismo, la
reacción romántica conservadora combate esta vertiente, la cuestiona. En las
ciencias sociales esto desemboca en la sociología de Max Weber, sociólogo
alemán, quien propone la Verstehen en
el debate de los métodos de finales del siglo XIX. La reacción romántica
conservadora planteaba que no se puede entender al ser humano como se entiende
cualquier objeto de las ciencias naturales, como establece la propuesta
positivista.
La propuesta
positivista en ciencias sociales era asumir el método que se había mostrado
eficaz, que había aislado la astronomía desde Galileo y Kepler, la Física desde
Galileo hasta Newton, la química de Lavoisier y la biología de Darwin, que
había permitido separar las tres grandes ciencias, entonces había que aplicar
ese mismo método para tener una ciencia social. Eso es lo que plantea Durkheim
cuando dice que hay que tomar a los hechos sociales como si fueran cosas porque
son exteriores y coercitivos. Los individuos los padecemos como si se tratara
de un rayo o de una inundación. Si reaccionamos y decimos “no quiero hacer eso”
lo pago en principio sintiendo una oposición interna, un malestar, y en extremo
yendo a parar a la cárcel o el manicomio.
Los hechos
sociales son exteriores y no los puedo transgredir porque lo pago. Es más, yo
estoy de acuerdo con esas acciones y creo que las realizo porque lo decido. Hay
aquí un antecedente del estructuralismo y del inconsciente estructurado como un
lenguaje de Lacan.
Weber plantea
que hay que ir más allá y preguntarse por la motivación de lo que hacen los
seres humanos. El ser humano tiene una novedad absoluta, produce sentido, la Verstehen es reconstruir el significado
de la acción social. En la genealogía del psicoanálisis, esta alma profunda de
los románticos, que no se supedita a la superficie de lo dado ni a la
estructura determinante tiene un lugar, aunque sea para distinguirse de ella
radicalmente.
A parte
entonces de estas dos orientaciones en el tratamiento sobre lo humano, emerge
un objeto nuevo en el campo epistémico, la letra freudiana. Se puede rastrear
hasta la monografía sobre “Las Afasias”, que no está compilada en las obras
completas de Freud. Los otros hitos de este objeto son el “Proyecto de una
psicología para neurólogos” de 1895, “La interpretación de los sueños” de 1900 y
“Más allá del principio del placer” de 1920, entre otros. En esos cuatro
momentos se aíslan cuatro rasgos de la letra freudiana: sistema de pura
diferencia, múltiples instancias de diferenciación, separación óntica de lo
psíquico y lo somático y dispositivo de descarga de goce.
Así se
fundamenta la tesis de Lacan según la cual Freud descubrió el significante antes
de que Saussure lo articulara y fundara la lingüística moderna. El último rasgo
es la novedad absoluta, que hace que Freud no sea un estructuralista, ni el
psicoanálisis un análisis de discurso. La letra freudiana sirve para
satisfacerse además de para diferenciarse.
La aparición de
ese objeto permite una tercera manera de arreglárselas con el saber. Al lado de
la explicación, en una tradición que no se sucede sin cambios y rompimientos
entre Descartes, la ilustración y el positivismo, y de la comprensión, como
respuesta romántica a aquella, está la distinción que en lugar de establecer
encadenamiento, produce la ruptura material de la cadena significante. En vez
de sentido, produce rompimiento del sentido.
Si en Durkheim
hay un gesto de exclusión del objeto de goce del investigador del discurso de
la histérica, y en Weber tenemos la reintegración del objeto al lugar de la
verdad para sostener el discurso de la histérica en toda su plenitud, con la
distinción hacemos un cuarto de vuelta.
En la
comprensión, cuando uno interpreta se utilizan los propios prejuicios. Lo
retoma así Gadamer un tiempo después de Weber. En la propuesta del
psicoanálisis hay un cambio de discurso, no es una regresión del discurso de la
ciencia al de la histérica, sino poner el sujeto en el lugar del trabajo a
producir significantes que estén aislados de la cadena. Eso equivale al
discurso del analista.
Esta es la
tercera manera de aproximarse al saber, que es análoga al discurso
psicoanalítico. Amplificamos así el método que es parte de un aparato de
transmisión y le dimos categoría de una operación epistémica propia del
discurso psicoanalítico, que está fundamentada en un nuevo objeto llamado la
letra freudiana. La cual no tiene para nosotros el valor solamente de un significante
estructuralista, es un aparato de descarga de goce.
Así, tenemos al
discurso de la ciencia, con la exclusión de la verdad del sujeto. Si se es un
biólogo que está investigando cómo se aparean las ranas, no se está pensando en
los propios problemas sexuales, ni en el sentido de goce que tiene para uno el
objeto de su investigación. Tenemos la comprensión en la que además de explicar
hay que interpretar el sentido de la acción social, reconstruir el sentido de
la acción, que puede ser inconsciente para el mismo agente, aunque en un
sentido diferente de la noción de inconsciente freudiano. Pero para los
románticos el alma no es idéntica a la consciencia como para Descartes, sino
que tenía profundidades y contenidos atávicos de la raza, el folklore, que es
de donde sale la desgracia teórica que es Jung. Los románticos cuando editan
los cuentos de las nanas los editan y los establecen, creyendo que los están
recopilando, que están buscando en las profundidades de una sabiduría más allá
de la razón, que existiría en el pueblo y no en las élites intelectuales, en el
campo y no en la ciudad, en el sentimiento y no en la razón. Son las
oposiciones que el romanticismo toma de la ilustración y hace lo que llamaría
Nietzsche una transmutación de los valores.
Y finalmente
tenemos el psicoanálisis, cuya meta es mucho más “humilde”, menos exigente, que
equivale a decir “esto no es esto”. Distinguir, romper la cadena significante.
Romper el sentido. No es decir por qué esto no es esto, ni decir el sentido de
quien dice esto y esto otro, sino deslindar. Establecer una partición entre dos
cosas.
La “distinción”
es el nombre del acto de romper la cadena significante. Gracias al discurso
psicoanalítico tenemos otra manera de enfrentarnos al problema de la producción
del saber. Allí asumo la posición de sujeto, hago asociaciones a partir del
material que me causa a hacer asociaciones. Puede ser un libro, una catedral,
una realidad política. Asocio hasta que cae un significante. Esto puede ser por
la vía de desarmar un constructo, separando dos significantes, o fusionando dos
cosas que aparecen separadas. Es decir, como veremos, haciendo una analogía con
la física, se da por fisión o por fusión.
Hay una
debilidad de la distinción como operación epistémica, puesto que en relación
con la ciencia y la comprensión aparece como en desventaja al no articular un
nuevo saber. Esta desventaja se disipa en lo que nos fijamos en que lo que hace
el psicoanálisis con relación al saber tiene un horizonte ético que es orientar
un acto. Lo que hacemos aquí no es para saber, sino para orientarnos en
relación con lo real.
La disciplina
del comentario de textos basándose en la letra freudiana como un nuevo objeto
que emerge a finales del siglo XIX, que establece una nueva operación
epistémica que llamamos la distinción, tiene como orientación el acto y no la
producción de un nuevo saber. Lo que se pierde por la simplicidad de lo que se
produce en relación con el saber, se gana por las posibilidades del hablante
para orientarse en un mundo que es cada vez más entrópico. Restituye a la
relación con el saber algo que se había perdido, pues en la antigüedad cuando
en las escuelas se quería saber, era para llegar a saber cómo hacer. No un
saber maquinal que se reproduce a sí mismo y después se ve si se le consigue
utilidad, y vaya a saber usted cuál. Sino que en la distinción la utilidad, la
ética de lo que pasa con el significante, es intrínseca al mismo método.
En la ciencia
la utilidad es accidental. Un científico estudió durante 20 años los coleópteros
de las costas de Inglaterra. Una distracción poderosa al decir de Freud, una
exclusión de la propia causa del deseo del ámbito del sujeto, usando la lógica
de los discursos de Lacan. Se dio cuenta de que los coleópteros de un color
estaban asociados a una latitud más cálida y los de otro color a una latitud
más al norte, más fría. Se da cuenta de que los coleópteros del color asociado
a la latitud más calidad comienzan a colonizar las zonas donde vivían los de
las latitudes más frías. Eso no se hacía esperando ninguna utilidad. Se hacía
porque él quería, y porque conseguía quien financiara su investigación. Un día
se convirtió en una de las primeras señales de alarma del calentamiento global.
Encuentra utilidad como indicador. Pero nada en su investigación necesitaba
encontrarse con la utilidad. Una de las cosas que la ciencia moderna defiende
desde su comienzo es el derecho de saber cosas que no sirvan para nada.
En cambio, en
el caso del discurso psicoanalítico, la aplicabilidad es inmediata. El sujeto
establece una relación con el saber presionado por el hecho de que debe
encontrar una mejor relación con su síntoma. En esa medida, la relación con el
saber cae, llega a no hacer falta.
En el
psicoanálisis episteme y ética tienen una relación intrínseca, no como en la
ciencia que nos va a matar a todos porque no tiene ningún límite intrínseco. Es
una máquina desencadenada.
Trabajos citados
FREUD, S.
(2004). Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras Completas,
Volumen XVIII. Buenos Aires: Amorrortu.
LACAN, J. (2006). De un designio. En Obras
escogidas I. Barcelona: RBC.
LACAN, J. (2006). El tiempo lógico y el aserto de
certidumbre anticipada. En Obras Escogidas I. Barcelona: RBA.
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