sábado, 5 de julio de 2014

Argumentos de las Jornadas Anuales de las tres Escuelas que hablan en español dentro de la AMP

Nueva Escuela Lacaniana (NEL): Lo femenino no es solo asunto de mujeres
Lima, 24, 25 y 26 octubre de 2014 Blog de Nel Lima

 “¿Qué quiere una mujer?”, se preguntaba Freud, y postuló el penisneid como un punto de detención y repetición sintomática para las mujeres. Escribió que detenerse ante el enigma vuelve incapaces a los psicoanalistas,[i] porque enceguece y asusta. La enseñanza de Lacan no se detiene ahí, más bien hace causa de ese impasse.

Cuando decimos que lo femenino no solo es asunto de mujeres es porque la cuestión del género ligada al sistema de identificaciones imaginarias y significantes, no agota la relación del ser de goce con su sexo y el de los otros.[ii] Freud captó que lo femenino se emparenta con componentes inmanejables y hasta crueles de la pulsión sexual.[iii] Sentimiento de vértigo, intuición de un precipicio, exaltación y arrebato, son extremos en los que el cuerpo está allí integralmente comprometido. Lo femenino tampoco es equivalente a la maternidad. Ya lo había advertido Lou Andreas-Salomé, quién llamó la atención sobre la desviación en la que incurría el psicoanálisis cuando, al abordar a la mujer, se ocupaba de la madre. Lo pulsional en una mujer no está todo regulado por su orientación al falo ni aún por la maternidad misma.[iv]  Lo femenino encierra algo que no es del orden de lo armonioso en lo que llamamos actividad psíquica. Por otro lado, Sabina Spielrein se expresaba así: “Sientes al enemigo dentro de ti (…). Es el propio ardor amoroso, que con una necesidad apremiante te fuerza a hacer lo que no deseas; sientes el fin, lo efímero, pero no deseas escaparte, ni huir lejos”.[v] Melanie Klein destacó también que la posición femenina apunta a buscar activamente la catástrofe[vi] como lo recoge la literatura antigua en Medea, quien se adueña de su destino, se funde en él, se vuelve enemiga de los semblantes de la civilización y mata por amor sin medida, sin freno.[vii]



Lo femenino se escurre del estándar edípico con el que el discurso social pretende imaginar a la mujer. Encerrar a la sexualidad femenina en la maternidad, la pasividad o la envidia, como  pretendieron algunos de los posfreudianos, es imposible. No por casualidad Lacan afirmaba que el llamado masoquismo de la mujer es “una fantasía del deseo del hombre”.[viii]

Hay un goce real conocido como “femenino” que persigue ser colmado más allá de cualquier restricción o prohibición. Goce innombrable que escapa a la regulación y al sentido común. La lógica con la que opera el ser hablante para establecer el lazo social, que es la misma del inconsciente, le hace algo de límite. No del todo, porque una parte permanece inasible. Lo inasible femenino es precisamente lo que permite que ellas se encuentren más cerca de lo real, menos tomadas por sus fantasmas y los ideales que constriñen a los hombres. Su lado problemático es que, por ese hecho, ellas quedan más sometidas a la exigencia de un amor que nombre la rareza de su ser; sin embargo, esa insistencia también indica de qué modo son ellas quienes, de manera particular, sostienen el discurso del amor en la cultura así como la existencia de Otro goce rebelde a cualquier orden.

Existe un rechazo histórico a la feminidad[ix] que proviene de la relación con lo femenino primordial. En el discurso del inconsciente del hombre y la mujer, Freud reconoció ese “rechazo a la feminidad”. Lo sagrado, lo mágico, lo mítico, lo inconsciente se conjugan allí para frenar lo que todo ser hablante puede saber sobre lo femenino. Sin embargo, el psicoanálisis revela que hay una presencia “del sexo como tal, entiéndase en el sentido en que el ser hablante lo presenta como femenino”.[x]

Cuando “lo femenino” de la existencia se manifiesta, se le teme, suscita reservas. Es lo diferente que se rechaza y, en especial, es lo heterogéneo en la propia unidad narcisista. Si lo macho es lo norma-l que busca en el objeto fetiche su complemento y estabilidad, en lo femenino se trata de lo múltiple, lo inventivo y lo singular. Eso femenino habla sin saber y es imposible de negativizar. Opera con una lógica diferente al sentido al conjugar un goce real con una representación imaginaria en la que no interviene lo simbólico; por ello, no guarda una relación armoniosa con la ley, aunque no la desconozca.

Sorprende que ya en 1958, en “Ideas directivas…”, Lacan plantease la existencia de un goce inanalizable, que quedará como resto de la operación analítica y que finalmente se resuelve con la clínica del sinthome: “¿Por qué no establecer aquí el hecho de que todo lo que es analizable sea sexual no implica que todo lo que es sexual sea accesible en el análisis?”.[xi] Con las elaboraciones posteriores sobre la lógica del No-todo y de lo Uno, a partir del Seminario 19 y hasta el 23, se conceptualiza la dimensión femenina del goce y su derivado, el goce real, primero como constructo lógico en las fórmulas de la sexuación y segundo, como topología en el nudo borromeo. Con ello, Lacan alcanza a situar en sus últimos seminarios un nuevo paradigma del goce: El goce femenino participa de toda constitución del ser como ser de goce, proviene del acontecimiento traumático contingente y de la fijación, más allá de la diferencia sexual y de la ley del deseo, y constituye el pivote irreductible de un análisis.[xii]

Es a partir de la postulación de este Otro goce que se radicaliza para el psicoanálisis la ausencia de relación entre los sexos, entre el goce que comanda al sujeto y el saber con el que intenta reducirlo y aun entre los significantes mismos, mediante los cuales se habría pretendido fijar un orden universal. Se destaca así la singularidad del hablante ser y se otorga una importancia crucial al encuentro, la contingencia, al traumatismo tanto como a la originalidad de las soluciones de cada existencia. Por su proximidad a lo que realmente acontece, el psicoanálisis da la vuelta a lo amenazante y peligroso de lo femenino para convertirlo en el fundamento de una práctica que toma en cuenta la lección de lo creativo, de lo fundacional.

Apenas ahora empezamos a asumir las implicaciones de este Otro goce en la práctica analítica, un goce que no es del orden del fantasma. La incidencia de lo femenino en la sociedad y en la práctica y experiencia analíticas serán los objetivos en las Jornadas, como temas de trabajo en conferencias, mesas de conversación y en los trabajos clínicos que se expongan.

Si elegimos el tema lo femenino no solo es asunto de mujeres es porque consideramos que en la NEL y en el espacio que ella cubre, es importante impulsar el franqueamiento que impone lo femenino como “continente negro” al decir de Freud. Al hacernos partícipes y constructores de un marco conceptual que apunte al título de nuestras Jornadas, nos autorizamos a indicar a todos los analistas, asociados y al público en general, un campo al que hay que ir, situado más allá del falo y con él, más allá del Padre del Edipo y del sentido, reconocido en el lazo social como “feminización del mundo”[xiii] al decir de J.-A. Miller. Esto tiene una incidencia fundamental en la práctica analítica.


Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL): Bordes de lo femenino: sexualidades, maternidades, mujeres de hoy
Buenos Aires, 29 y 30 de noviembre. Página de la EOL

La pregunta freudiana Was will das Weib?(¿Qué quiere una mujer?) es tanto testimonio de su orientación, como indicadora de la insuficiencia de sus respuestas. Estas giraban en torno a la lógica del falo y la penisneid en donde, por los oficios de la ecuación simbólica, alojaba la maternidad como salida posible.

Sin embargo, dicha pregunta instala un enigma que interroga los fundamentos y el alcance mismo de esas primeras afirmaciones. Es así como Lacan, luego de considerar el goce fálico concibe otro, suplementario, del que las mujeres nada pueden decir salvo que lo sienten. Uno que las torna ausentes para sí mismas por estar fuera de discurso. Goce que, por indecible, guarda una estrecha afinidad con el infinito. Dicha infinitud, ¿las hace más proclives al desborde, la locura o el estrago? ¿Qué formas adoptan los extravíos femeninos en la era post-patriarcal? Época en que la hipermodernidad conmueve los cimientos con que se distribuyeron las relaciones entre los sexos, los modos de habitar un cuerpo y la procreación de los seres hablantes. Irrumpen así tanto innumerables modalidades de lazos e identidades sexuales como diversas formas de maternidad que, fuera de las tradiciones, sorprenden las costu mbres, a veces hasta el escándalo.

De este desorden brota a su vez el anhelo de establecer nuevas formas jurídicas que, intentado correrse del "género", no hacen sino reinstalarlo. Promueven así las identificaciones con múltiples significantes amos que tratan de poblar el vacío dejado por la orientación paterna. Es la ocasión entonces para interrogar cómo las fórmulas de la sexuación, en su bipartición, responden en la presente coyuntura por esta multiplicidad. Momento en que adviene también un nuevo lugar de lo femenino en el mundo, pero que no excluye la perplejidad y la desorientación viril, capaces de alcanzar las formas más crudas de mal-decirlo y de violentarlo.

Se dibujan así bordes que en su pluralidad señalan espacios diversos, invenciones subjetivas heterogéneas que trazan una topología -distinta de la medida geométrica, de la lógica del límite y la prohibición- e interrogan a nuestra clínica. ¿Qué hace consistir a estos bordes de lo femenino en nuestra contemporaneidad?

A todo lo largo de su vida, como niña y como mujer, sea o no madre, la mujer es un enigma para los hombres y para sí misma. Avanzar en este campo no implica la ilusión de responder sobre qué quiere una mujer, sino acceder a una formalización lo más ceñida posible de lo femenino, acercarse al saber hacer de cada una -y cada uno- con lo que no se deja formalizar. Bordes donde cabalga lo indecible de Otro goce, más allá del sentido y del Edipo; uno que no necesita pedirle permiso a nadie para ex-sistir.

Por esto mismo, la práctica del psicoanálisis no es ajena a estas transformaciones: ¿de qué modo incide en el deseo del analista la ex -sistencia de estos bordes? ¿Qué bien-decir de la interpretación anima la práctica de hoy? , los finales del análisis nos enseñarán también sobre estos bordes y transformaciones.

Los esperamos en nuestras próximas Jornadas nacionales de la EOL, que serán el lugar para avanzar en esta dirección e interrogar desde allí la reconfiguración que la época nos impone.

Gabriela Dargenton
Claudio Godoy
Gerardo Maeso
Gustavo Stiglitz


Escuela Lacaniana de Psicoanáli​sis (ELP): Elecciones del sexo, de la norma a la invención
Madrid, 6 y 7 de diciembre. Blog de la ELP

La experiencia del psicoanálisis nos muestra que la vida sexual de los seres hablantes -caso por caso- es una invención absolutamente singular, aun cuando los ideales normativos intenten continuadamente descalificarla y ocultarla. Los goces sexuales toman la forma de creaciones contingentes, más allá de cualquier idea de transgresión, haciendo caer el totalitarismo de una definición universal para los roles masculinos y femeninos como lo afirmara Lacan en Ou pire (1972): "El hombre y la mujer, no sabemos lo que son".

Así, puede entenderse que los sujetos reclamen en la cultura actual y hasta lo trágico, siguiendo la lucha que comenzó con el feminismo y continuó con la teoría de género, el derecho a una sexualidad no fijada por modelos eternos. En nuestra civilización parece comenzar a conmoverse el consenso de terapeutizar toda manera de vivir la sexualidad cada vez que ésta se desplaza de una supuesta lógica de la normalidad.

No por ello se aclaran, sin embargo, los malentendidos del trato imposible entre los sexos. Cualquier patrón que pueda presentarse como ordenador en este tema, muestra que no se trata más que de una simple línea dibujada en la arena o en el cuerpo. Pasada esa raya, ya no hay límite y eso es al menos lo que la sexualidad femenina nos enseña siempre que sepamos escucharla.

La vida sexual y sus relaciones con lo inconsciente, merece ser replanteada desde estas nuevas enseñanzas, las que el goce singular de los seres hablantes muestra en acto. Las elecciones del sexo están en relación con lo que Lacan denominó sexuación, un neologismo que aleja cualquier noción de identidad, una operación donde el sujeto hace su elección inconsciente de goce -goce fálico para todos o lo infinito del goce femenino- más allá del semblante, del registro civil y de la anatomía. Una elección del sexo, del goce sexual, es también una elección de objeto sobre la que el sujeto construirá sus propios escenarios.

De forma radical, esto sitúa al psicoanálisis más allá de cualquier aspiración a la hétero-normatividad -crítica muy en boga por parte de los teóricos del movimiento queer- pues sobre el goce femenino, ni el organismo ni el lenguaje pueden decirnos nada, dado que éste es un goce que se escapa a cualquier ilusión normalizante.

Trataremos entonces de las elecciones del sexo, orientadas éstas desde la imposibilidad que existe de armonizar la relación sexual, cuestión que solamente y de forma contingente puede ser velada por el amor.

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