Apertura y cierre de una experiencia
En el momento
en el que la Iglesia funda las universidades en el medioevo, organizando
estándares y delineando las fronteras de los enunciados posibles en el
comentario de los textos, el estándar se constituye en un saber expuesto. Se
oculta la voluntad tanto del poder eclesiástico como del secular, ansiosos por
regular la producción enunciativa de los sujetos que se sometían a la autoridad
del texto. Aquí vemos el cuarto de vuelta que hace emerger el Saber desde su
lugar supuesto al texto, constituyéndose el Discurso Universitario.
En la
Disciplina del Comentario, el texto que realmente está comentando el sujeto es
el de las formaciones del inconsciente que le emergen bajo la impronta de su
actualidad. El sujeto del comentario es idéntico estructuralmente al sujeto del
inconsciente en la posición de analizante. No es el mismo sujeto histérico de
la voluntad de comprender propia de la hermenéutica, que se hace él mismo
síntoma, expresión de la defensa frente al goce pulsional que esconde y con el
que interroga al texto, tomado como Uno, en el lugar del Otro. Podemos decir
también que el sujeto que comenta un texto, está siendo interpretado por él, lo
que es muy distinto del proceso de comprender, donde el sujeto detenta la
posición de agente y es quien interpreta al texto.
Para Gadamer
tomado como ejemplo de la operación de la comprensión, por ejemplo, es
importante la reintroducción del tema de la verdad en el análisis histórico de
los textos. La impronta del discurso de la ciencia en la producción de saber sobre
la historia desplazó el problema de la verdad al de la verificabilidad de un
enunciado. El paso al frente que Gadamer nos brinda en relación con la verdad,
encuentra en la versión del texto como Uno o como Todo y en la versión moderna
del autor, un escollo.
Si el texto es
Uno, la razón, al interpelarlo, no encontrará más que la producción incesante
de saber, sin que este saber tenga, por razones estructurales, acceso a la
verdad. Independientemente de que esa razón se sepa racionalmente sujeta de
prejuicios, lo que consigue es hacerse más y más ilustrada, pero no sabe, ni
quiere saber nada, de lo que realmente domina su proceder. El Discurso
Histérico sostiene un simulacro de falta en el saber, porque realmente no le
falta nada. Primero porque en el proceso de castrar al amo lo hace existir,
exponiéndose a su propio goce masoquista. En segundo lugar, porque en su
enunciado aparece, aunque sea como denegada, la esperanza en la emergencia
futura de la completitud del saber, de la claridad, de la iluminación. Por el
contrario, el comentario de textos tiene un efecto distinto. En primer lugar
hay un esclarecimiento, se parte de una pregunta que de algún modo contiene la
respuesta en su enunciación, pero tiene como horizonte la pérdida de sentido.
Este efecto de pérdida de sentido es lo que podemos calibrar con la emergencia
del saber supuesto a saber expuesto en ese acontecimiento que fue la emergencia
de las universidades. EL discurso universitario es el testimonio de la fuerza
disolvente del sentido que tiene el comentario de textos, abortado en el siglo
XIII.
Podemos
distinguir claramente, a partir de los discursos de Lacan, entre la forma de
tratamiento del texto que hubo en un momento en las llamadas escuelas, en el
tiempo lógico previo a la formación de las universidades y la hermenéutica
comprensiva de Gadamer. Sobre todo en virtud de la noción de autor que se da en
la modernidad, frente a la auctoritas medieval, la cual se refería directamente
al texto que fungía como objeto precioso que convocaba al comentario.
Lo que está
detrás de la voluntad de comprensión, es una ubicación histérica con relación
al texto como Uno, suponiéndole un sentido unificado dado por un supuesto autor
que habría que interpretar, al tiempo que realizar la crítica histórica de su sentido.
La comprensión se puede distinguir del comentario de textos, además de por el
uso del concepto de autor, por la ausencia de denuncia que caracteriza esta
última disciplina, y por el tratamiento de objeto precioso que hace del texto,
al que le supone un saber enigmático.
El objeto
precioso ocupa el lugar del agente para un sujeto, de modo que lo que se
produce tiene vetas de sinsentido. Porque el texto le causa al sujeto
formaciones del inconsciente, como chistes, lapsus y olvidos, que son
las que constituyen el comentario. Estas producciones serían equivalentes a las
glosas y sentencias de la Edad Media, de no ser por la emergencia anticipada
del discurso universitario, precisamente para controlar los efectos de
liberación de la palabra que efectivamente se producen necesariamente al
comentar un texto.
Esta posición
significa saberse otro con respecto a un texto, ponerse a trabajar bajo la ley
de la inconsistencia. El objeto “a” en el lugar del agente, en la forma de
lectura que es la disciplina del comentario de textos, es la causa enigmática a
la que se le supone un saber abierto por la hendidura de la verdad.
¿Se puede
afirmar por ello que el discurso psicoanalítico es oscurantista? No, en tanto
destella en la agudeza una producción de sinsentido, que ilumina un campo
determinado. Produce los principios que rigen ese campo. No es una comprensión,
sino una in-comprensión, una des-prensión. Un soltar. Un sospechar del
significado porque el horizonte del significado siempre es relativo a las
fantasías subjetivas o colectivas de satisfacción pulsional.
Comentamos un
texto porque suponemos que puede decirnos algo, porque allí hay algo que se
sabe, pero que no se dice todo. Nos sustentamos en la diferencia entre el
enunciado y la enunciación. Pero además comentamos el texto porque buscamos su
inconsistencia. Esta nos transmite por un instante la experiencia de nuestra
propia falta en ser, metaforizada muchas veces como falta en saber. Causa
nuestra división subjetiva y la producción de las glosas y sentencias que
constituyen un comentario.
Por ello Lacan
no promovió el discurso histérico para la lectura de textos, tan en boga en su
momento con la hermenéutica. El discurso histérico es una pasión por el
significado, por el sentido del propio goce. Por ello Lacan promovió una
disciplina de la oscuridad futura, del efecto presente de castración. Porque
comentar es desear y desear en psicoanálisis es un verbo que designa la
decisión del sujeto de sostener simultáneamente tanto su falta como la del
Otro. En el discurso histérico la falta que aparenta ser la del sujeto o la del
amo, a quien se identifica, es de uno de los términos, en el comentario de
textos la falta es simultánea o no hay comentario.
Al no darse el
cuarto de vuelta que esclarece lo que hay realmente en la pasión de saber de la
histeria, es decir el goce, produciéndose el Discurso del Analista, al menos se
produce saber. Si el saber es sustituto de goce para el discurso histérico, la
pregunta es ¿qué hace el comentario con el saber? Como se muestra en la lógica
de los discursos lo pone en el lugar de la verdad incompleta a la que ningún
significante puede acceder. Hay un primado del principio de abstinencia en
relación con el saber. En cambio, Si en el discurso del amo el saber es
medio de goce, en el de la histeria la pérdida de goce es fundamento para saber
más y más.
Todo
significante producido en virtud del comentario que hace el sujeto de su propia
actualidad, en función de un texto, nunca podrá encadenarse con el saber del
que se supone que partió. Por ello lo que produce Freud sorprende y desubica
continuamente hasta a sus seguidores más cercanos. Lacan, por su parte, en su
vuelta a Freud, se hace muchas veces incomprensible, des-prensible,
in-soportable. Así sus textos, no Freud ni Lacan, son el verdadero objeto que
causa la división del sujeto y su propia actualidad es puesta en cuestión.
Lo que se llama
“saber” en psicoanálisis, se distancia del Conocimiento, que incluye entre sus
connotaciones, como el término “comprensión”, la realización de la relación
sexual. La voluntad de comprender busca un conocimiento sobre el goce, mientras
que el comentario de textos, produce la separación de un significante de la
cadena en la que insiste.
Con Lacan hemos
visto que el Saber tiene una función paradojal, pues a un tiempo es límite al
goce y medio de goce. Este campo que es el Saber no nos lleva al sentido, no
nos brinda una mayor comprensión. Lleva a la confusión (LACAN, 1992, pág. 13) . Es lo que se
articula como ejercicio del poder educativo en el Discurso Universitario. De
este modo, la confusión es el producto del reverso del comprender.
Tanto la
crítica textual, como la hermenéutica, están del lado del Discurso de la
Histérica, pero sus estandarizaciones metodológicas revelan el impacto del
Discurso Universitario. Esta expresión de un saber pleno que quiere prever el
acontecimiento, también es común en el abordaje científico de los objetos.
En el ámbito de
las Ciencias Humanas, la enseñanza de la metodología intenta estandarizar y
especializar estos dos discursos que conviven en una dudosa paz. El Discurso de
la Ciencia por una parte y el de la Histérica por la otra, discuten acerca de
la introducción o no de lo más particular del sujeto en la interpretación, del
exceso o el defecto de la matematización de las ciencias sociales.
El
psicoanálisis recoge entonces esta gran tradición del comentario de textos
vivificándola y apartándola de las derivas universitarias e histéricas de la
relación con los textos. Soportando mejor la deriva procedimental que vio la
emergencia del discurso universitario, para recoger los efectos de sinsentido
que produce necesariamente la ruptura de la cadena significante. Dándole un
lugar con nuevos dispositivos al producto de esta ruptura: La democratización
de una singularidad, como tal vez no se había visto nunca en la historia de los
seres hablantes.
Trabajos citados
LACAN, J.
(1992). El Seminario de Jaques Lacan, Libro 17: El Reverso del
Psicoanálisis. Barcelona: Paidós.
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