Reina la
angustia
He
sufrido mucho durante los últimos dos años. La invasión rusa de Ucrania me ha
devuelto a la afición de intentar despertar. Durante este desierto no puedo
dejar de estar en Twitter, actualizado de los últimos acontecimientos. Si uno
se propone aprender a navegar ahí, puede enterarse en tiempo real de los
acontecimientos que recorren como olas la superficie de lo contemporáneo.
Reina la angustia. Es por ello por lo que sabemos que el real no da tregua y tenemos noción de que está desbocado. La angustia es la experiencia del tiempo como un real, es decir, del tiempo como lo que se opone al ser en el que soñamos. Es la señal de que, ante la imposibilidad del despertar, podemos aun percibir el cambio en la textura del sueño. Del sueño infantil a la pesadilla, y de la pesadilla al fantaseo en vigilia, ahí tenemos los tres estados freudianos entre los cuales nos movemos. Más angustia o menos angustia, es la señal de que estamos pasando de uno de esos estados al otro, por ejemplo, una angustia excesiva puede cuestionar el sentido mismo de la realidad que se fundamenta en el fantaseo en vigilia o una ausencia de angustia puede convocar a los demonios de la repetición para asegurarnos de que no estamos saboreando los fonemas de las fresas y las frambuesas[1].