viernes, 18 de septiembre de 2015

Biopolítica y Política del síntoma: La vida tomada al pie de la letra

Trabajo presentado para las Conversaciones del VII Encuentro Americano del Campo Freudiano: El Imperio de las Imágenes, realizado en Sao Paulo 04, 05 y 06 septiembre de 2015


Coordinación y redacción: Carlos Márquez
Grupo de trabajo: Paula del Cioppo, Jessica Jara, Rosana Fautsch

¿Cuál es la concepción de política, vida y cuerpo que implican los conceptos de biopolítica y política del síntoma? ¿Al servicio de qué definición de política se pone la vida? ¿Es posible definir estos conceptos olvidando que incluyen un punto de imposible?

Más que frente a epidemias de terrorismo o de consumismo, de anorexia o de indignación, nos encontramos con la epidemia como forma de existencia social. De ahí la facilidad con la que esos y otros fenómenos se extienden y se contraen, pulsan a diferentes ritmos por todo el tejido de la nueva humanidad globalizada. Podemos caracterizar esta modificación como la tendencia, nunca del todo realizada, del paso de un funcionamiento vertical jerárquico sostenido a uno horizontal circular espasmódico. La masa espontánea, como la caracteriza Freud, puede que tenga un líder, pero no es propiamente un modo de organización jerárquico como sí lo es la masa que él llama artificial, de las cuales usa como ejemplos insignes a la Iglesia y el Ejército.

Se trata de los efectos de lo que llama Jacques-Alain Miller la resquebrajadura de la piedra angular del orden simbólico (1). Son también las realidades efectivas y actuales de las cuales Lacan definió a los campos de concentración como “precursores en relación a lo que se irá desarrollando como consecuencia del reordenamiento de las agrupaciones sociales por la ciencia y, especialmente, de la universalización que esta introduce en ellas [puesto que] Nuestro porvenir de mercados comunes encontrará su contrapeso en la expansión cada vez más dura de los procesos de segregación” (2 pág. 276)

Si bien siguiendo a Lacan podemos ubicar el giro en el período entre-guerras, estaba en germen durante toda la modernidad. Preparándose con cada contestación a la autoridad que nacía con cada salto cualitativo de su historia, agazapándose con cada reacción conservadora en la que las viejas fuerzas se reagrupaban.

Por ello Foucault, como es habitual en él, mueve el corte hacia el pasado. Al plantearse el problema de las relaciones del poder con los discursos y la verdad, subrayó que éste se ejerce en las sociedades modernas en el nivel de las políticas universales del Estado nación con su sistema de salud, educativo, correccional-punitivo; pero también en el de la disciplina de los cuerpos individuales. La noción de “Pastorado”, por oposición a la de Estado, se encuentra en esta línea. Occidente habría tomado de las culturas semíticas la figura del pastor que dirige el rebaño pero ve también por cada una de las ovejas, mientras se daba el desarrollo de los grandes dispositivos de gobierno de sujetos jurídicos abstractos. Pero no es sino hasta después de la edad media que la polis y el rebaño se entrelazan efectivamente. (3)

En el primer tomo de la “Historia de la sexualidad” se despliegan los conceptos de biopoder y biopolítica. El libro está construido para ironizar de manera exquisita sobre la supuesta liberación del goce sexual de los cuerpos en medio del gran cambio cultural que se estaba dando en los años setenta. Foucault toma allí a su cargo una crítica del psicoanálisis que vendría de esta ilusión que llama la “hipótesis represiva” (4 pág. 21) “¿Estaríamos ya liberados de esos dos largos siglos donde la historia de la sexualidad debería leerse en primer término como la crónica de una represión creciente?… Quizá por Freud. Pero con qué circunspección, qué prudencia médica, qué garantía científica de inocuidad, y cuántas precauciones para mantenerlo todo, sin temor de desbordamiento, en el espacio más seguro y discreto, entre diván y discurso: aun otro cuchicheo en un lecho que produce ganancias…” (4 pág. 11) La hipótesis represiva pone a cargo del psicoanálisis ser otro dispositivo conservador en contra de las aspiraciones que impugnan la represión del goce de los cuerpos.

Esto no es lo que le interesa a Foucault, si bien no es un defensor del psicoanálisis, no caerá en esta crítica tan barata. El argumento estratégico del libro consiste en ubicar la hipótesis represiva, de la cual depende la reivindicación de goce de los cuerpos, en el contexto más amplio de un empuje a decir sobre la sexualidad. “…desde el fin del siglo XVI la ‘puesta en discurso’ del sexo, lejos de sufrir un proceso de restricción, ha estado por el contrario sometida a un proceso de incitación creciente”. (4 pág. 20)

El poder “ya no tiene que vérselas sólo con sujetos de derecho, sobre los cuales el último poder es el poder de la muerte, sino con seres vivos, y el dominio que pueda ejercer sobre ellos deberá colocarse en el nivel de la vida misma…” (4 pág. 172) El poder sobre la vida se desarrolla como una mutación del derecho de vida y muerte que “…Sin duda derivaba formalmente de la patria potestas que daba al padre de familia romano el derecho de ‘disponer’ de la vida de sus hijos como de la de sus esclavos….” (4 pág. 163)

Se desarrolla desde el siglo XVII siguiendo dos modelos “el primero en formarse, fue centrado en el cuerpo como máquina: su educación, el aumento de sus aptitudes…” a este polo lo llama “anatomopolítica del cuerpo humano” que es el propio de las “disciplinas”. El segundo polo, formado a mediados del siglo XVIII, “fue centrado en el cuerpo-especie… la proliferación, los nacimientos, la mortalidad, el nivel de salud, la duración de la vida…” se trata en este caso de “controles reguladores: una biopolítica de la población. Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida” (4 págs. 168-169)

Entonces a diferencia de la impronta de muerte que primó en la concepción del poder del amo antiguo, el amo moderno pone en el centro de la escena la vida, su administración, su multiplicación y por medio de estas prácticas, su control y regulación. “Si el genocidio es por cierto el sueño de los poderes modernos, ello no se debe a un retorno, hoy, del viejo derecho a matar; se debe a que el poder reside y ejerce en el nivel de la vida, de la especie, de la raza y de los fenómenos masivos de población” (4 pág. 166). Foucault lleva este razonamiento al extremo y muestra cómo las guerras modernas se legitiman a partir de una necesidad vital del exterminar al otro para garantizar la supervivencia del nosotros.

Por esa misma época, interrogado Lacan sobre la “caída de los tabúes” y la ubicuidad del sexo, respondió: “La sexomanía galopante es solamente un fenómeno publicitario. El psicoanálisis es una cosa seria que comporta, y lo repito, una relación estrictamente personal entre dos individuos: el sujeto y el analista. No existe psicoanálisis colectivo, como no existen angustias o neurosis de masas…Que el sexo sea puesto a la orden del día y expuesto en todos los rincones de las calles, tratado de la misma manera que no importa cual detergente en los carruseles televisivos, no constituye absolutamente promesa alguna de beneficio. No digo que esté mal. Ciertamente, eso no sirve para asistir a las angustias y a los problemas singulares. Eso forma parte del mundo, de esa falsa liberación que nos es proporcionada como un bien acordado desde lo alto por la susodicha sociedad permisiva. Pero eso no sirve al nivel del psicoanálisis.” (5)

Lacan repite tres veces la idea de que esa exposición del sexo, más allá del bien o el mal que comporte, no sirve para nada, no le sirve al sujeto para asistirle en sus angustias o problemas singulares, ni le sirve en lo más mínimo al psicoanálisis como tal. Es una falsa liberación, y él la denuncia como inútil.

Pero la vida y el sexo seguramente están en el centro de esta “sociedad permisiva” y de los reivindicadores del goce de los cuerpos que se ubican en los sectores “progresistas” de la sociedad global. La vida es lo que está en el centro, es lo que está en juego. Es de lo que se trata, es la bedeutung del poder. Administrarla, preservarla, producirla, reproducirla. Cercenarla, controlarla, domesticarla, encausarla. “La vieja potencia de la muerte, en la cual se simbolizaba el poder soberano, se halla ahora cuidadosamente recubierta por la administración de los cuerpos y la gestión calculadora de la vida… Se inicia así la era de un ‘bio-poder’” (4 pág. 169). Cuarto regresivo de vuelta del discurso del amo, con una localización del saber en el lugar del agente y del objeto pulsante en el lugar del Otro en la burocracia, o demolición de la prohibición de la circulación con el discurso capitalista.

La lógica del amo antiguo estaba fundada en el derecho a matar, ahora se diversifica apuntalada tomando la forma de “derecho del cuerpo social a asegurar su vida” e implica la producción de mecanismos de poder más sofisticados que aniden en lo más íntimo de la subjetividad. Biopolítica designa así “lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana” (4 pág. 173).

La concepción foucaultiana de las relaciones entre verdad, tecnología y política parecen tener en la mira al cuerpo semblante, ya sea individual o colectivo; una idea de política como ejercicio de poder extendido a diversos niveles e instancias de la vida social, que va más allá de la idea clásica de soberanía. Se trata de lo vivo atrapado en los desfiladeros del significante. En la red de discursos, instituciones, prácticas, saberes, disciplinas, dispositivos que la moldean a imagen y semejanza de una perspectiva utilitarista que desemboca muchas veces en maquinarias mortíferas, que revelan a la utilidad como una coartada.

“Política del síntoma” comparte con “biopolítica” la perspectiva del cuerpo y como diría Tudanca, ambos conceptos mantienen el aire de la “no relación” (6). Síntoma es un concepto que apunta a la relación de intimidad y de disyunción del sujeto con su goce. Si tomamos en cuenta el movimiento de lo simbólico a lo real que se produce en la última enseñanza de Lacan, veremos que éste desemboca en un planteamiento sobre el concepto de lo vivo, articulado a la muerte y al goce, que llevó a Miller a hablar de la biología freudiana y lacaniana. (7 pág. 299)

Pero esta “biología” no se interesa por escarbar qué se entiende por vida, concepto que para Lacan tenía el atractivo de lo aun no definido, sino por la “invasión de la muerte en la vida”. Esta perspectiva implica no sólo al cuerpo imaginario, con los límites impuestos por la imagen y el concepto de lo bello. O al cuerpo simbólico, que se relacionaría con la anatomopolítica planteada por Foucault. Sino que incluye la noción de cuerpo real, es decir, del cuerpo fragmentado, pulsionante. Para nuestra orientación el acento está puesto en el goce ligado a la vida bajo la forma de un cuerpo. (7 pág. 315)

¿Por qué entonces Lacan situó la política del síntoma como el fundamento de su escuela? Según Bassols, psicoanálisis y política se articulan en la medida que “no hay práctica terapéutica que no suponga una respuesta, implícita o explícita, a la pregunta por la causalidad del síntoma y a la posición del sujeto en el nudo que forman goce y lenguaje” (8). La política del psicoanálisis apunta directamente a la res privata más que a una acción directa sobre la res pública. Pero que no pretenda una acción directa sobre la cosa pública no significa que no persiga algún tipo de efecto en esta esfera, al menos en lo que concierne a garantizar la subsistencia de la práctica analítica en una civilización que tiende a segregar la singularidad y a elevar la homogeneización.

En el psicoanálisis conceptos como pulsión de muerte/vida no se refieren a la muerte biológica sino al campo del más allá de la vida entendida como homeostasis; y del más allá de la muerte, del nombre que sobrevive al cuerpo, que se establece en el encuentro traumático entre los seres humanos y el lenguaje. A los hechos irreductibles de que el ser queda del lado del lenguaje y el tener del lado del cuerpo, y de que no hay una relación de adecuación entre ambos términos.

Usamos el concepto “vida” no para describir el modo en que el poder se ejerce sobre ella sino para erosionar los fundamentos mismos del psicoanálisis. Si los analistas estaban tranquilos con la captura de lo real por lo simbólico, el movimiento hacia la vida pone las cosas de cabeza, no deja que el pensamiento se acomode; es un modo de establecer las líneas de fuga para que la cosa no encaje, no cierre y para que el inconsciente no sucumba al arrullo del sentido.

El síntoma como el concepto de biopoder también alude al cuerpo, pero en la vía de lo más singular de cada uno. Eso singular que intenta ser borrado en nuestros países bajo la forma de la desaparición forzosa, el descuartizamiento, la reducción hasta el polvo del cuerpo de los sujetos que protestan, por medio de mecanismos de control donde lo delincuencial se confunde con lo legal en la lógica corporativa mafiosa en la que estos agentes coluden, haciendo uso de normas proliferantes, agudizando el hecho discursivo consumado de la declinación de la ley. O como lo plantearía Foucault: “Otra consecuencia del desarrollo del bio-poder es la creciente importancia adquirida por el juego de la norma a expensas del sistema jurídico de la ley…” (4 pág. 174)

La proliferación de normas calza con la producción neológica de la ciencia. Si las representaciones sobre el cuerpo son históricas, los avances científicos, especialmente la genética y de la cirugía, atraviesan la experiencia contemporánea. Esa perspectiva actual del cuerpo, ya no como imagen ni como cuerpo significantizado, sino como trozos de real, tiene impactos en la subjetividad. Como psicoanalistas tenemos que entender cuáles son esos impactos, sus efectos subjetivos, sus tratamientos posibles.

Para Foucault esto no es la última palabra. “…contra este poder aún nuevo en el siglo XIX, las fuerzas que resisten se apoyaron en lo mismo que aquel invadía – es decir, en la vida del hombre en tanto que ser viviente… lo que se reivindica y sirve de objetivo, es la vida, entendida como necesidades fundamentales, esencia concreta del hombre, cumplimiento de sus virtualidades, plenitud de lo posible… la vida como objeto político fue en cierto modo tomada al pie de la letra y vuelta contra el sistema que pretendía controlarla… El ‘derecho’ a la vida, al cuerpo, a la salud, a la felicidad, a la satisfacción de las necesidades; el ‘derecho’ más allá de todas las opresiones o ‘alienaciones’, a encontrar lo que uno es y todo lo que uno puede ser, este ‘derecho’ tan incomprensible para el sistema jurídico clásico…” (4 págs. 175-176) Tomar la vida al pie de la letra es lo que hoy permite la creación de comunidades y segregaciones, pero también es la vida de ese cuerpo real lo que se toma como objeto en situaciones de violencia extrema. Pues como en Sade, las modalidades de algunos grupos criminales pretenden alcanzar la segunda muerte, la muerte de la molécula, la desaparición de la molécula de ADN, y borrar así esa letra que la biología nos presenta como absoluta.

Por eso en este punto el psicoanálisis se distancia del pensamiento de Foucault, pues si bien podemos encontrar crucial su explicación de los dispositivos que están en el origen de la formación de la sociología y las demás ciencias sociales a mediados del siglo XIX, el higienismo, la aplicación de las estadísticas para el control vital de las poblaciones y los individuos. Si bien la subjetividad de epidemia o la epidemia de subjetividad desembocó en los grandes movimientos totalitarios y de mercadeo en el siglo XX, que como nos muestra Lacan fueron los “precursores” de nuestros modos de socialidad, lo que resiste para nosotros tiene, más que esa forma de “resistencia” siempre proclive a ser reintegrada a aquellos grandes dispositivos, como se ha comprobado una y otra vez, la función del síntoma.

Las epidemias histéricas que antecedieron la emergencia del discurso psicoanalítico dan la clave de por qué fue posible el concepto de epidemia en un momento determinado. Porque tomar la vida al pie de la letra –que es lo que el síntoma plantea -, no es tomarla como un absoluto catálogo de derechos, es tomarla a los pies de la letra donde pertenece: agujereada, alienada, en la bisagra entre el goce del Uno y el deseo del Otro, desplegada entre los vericuetos de la sexuación, con sus elecciones insondables para usar de un modo u otro – o no usar para nada – el significante de los efectos de significación.

Devolver la dignidad a la vida, frente a las estrategias biopolíticas de reducirla a un manojo de necesidades o deseos que se completan con objetos, es encontrarle su lugar en el discurso de alguien. Así, nos orientamos no por izquierda o derecha sino por la dignidad que se le da a la palabra en las diferentes ofertas que circulan en nuestro pequeño hormiguero. No militamos en resistencias o hegemonías, sino que apostamos por una subversión. Al biopoder se le responde con un síntoma.


Trabajos citados

MILLER, J-A. Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP. Asociación Mundial de Psicoanálisis. [En línea] 26 de abril de 2012b. [Citado el: 01 de agosto de 2012.] http://www.wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=38&intEdicion=13&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2468&intIdiomaArticulo=1.
LACAN, J. Prorposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Otros escritos. Buenos Aires : Paidós, 2012.
FOUCAULT, M. Omnes et Singulatim: hacia una crítica de la “Razón Política”. Barcelona : Paidós, 1995.
—. Historia de la sexualidad, tomo 1. la voluntad de saber. México : Siglo XXI, 1995.
LACAN, J. Freud por siempre. Entrevista con Emilia Granzotto para la revista Panorama. [En línea] 21 de 11 de 1974. http://www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/sitios_catedras/practicas_profesionales/162_hospital_dia/material/docentes/freud_por_siempre.pdf.
TUDANCA, L. Una lectura política de la biopolítica. Papers. 2013, Vols. 8-9.
MILLER, J.-A. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Buenos Aires : Paidós, 2014.
BASSOLS, M. Una política del síntoma: llevar al sujeto hasta su división más próxima. Psicoanálisis Lacaniano. [En línea] 2007. http://psicoanalisislacaniano.blogspot.com/2007/09/una-poltica-del-sntoma-llevar-al-sujeto.html.

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