viernes, 31 de diciembre de 2010

Con qué se identifica Juan Peña

Carlos Márquez

A los 12 años un acontecimiento traumático quebró su cuerpo de un modo casi imperceptible. Uno de sus enemigos coyunturales le asestó un golpe que dejó una marca secreta, una cicatriz que sólo él podía evidenciar. Se acabaron las correrías, los desórdenes de niño. Tal vez era el momento de sentar cabeza, de hacerse un hombrecito. Pero la obsesión por la cicatriz era pertinaz.

A partir de allí todo conspiró en su entorno, pasó de ser un problema al que había que encontrar una solución, a ser un problema que era en sí mismo una solución, un problema que podía existir en el discurso. Él por su parte aceptó de buen grado ese papel, o por lo menos es una interpretación que uno hace, dado el hecho de que efectivamente nunca más volvió a hablar ni para decir esta boca es mía.

Se suman al tiempo perdido los kilogramos de chatarra en reconocimientos a quien, pese a no hacer nada estrictamente hablando, hizo la vida de la gente a su alrededor bastante más cómoda. Adaptación es la palabra. Presuponemos un goce autoerótico que al mismo tiempo produce adaptación. ¿Cuáles son las condiciones para que esto pudiera darse?